MAX FUND Y SU CUARTO IV
Antonio
Campillo Ruiz
El mirón, Max Fund
En esta imagen de
la serie “El cuarto” Max Fund utiliza una obra de Gustave Caillebotte, “Joven
en la ventana”, para componer una escena de voyeurismo. La vista desde un hogar
decimonónico de las calles de una elegante ciudad en pleno día, contemplada por
un hombre acomodado, se convierte por obra de Fund en la seductora visión de
una mujer, ataviada únicamente con medias negras, que es vista por un “voyeur” a media noche tras la ventana iluminada de un sórdido callejón. La composición
roza el exhibicionismo pero su creador técnico no ha tenido en cuenta que los
mirones se excitan porque la persona observada ignora que lo está siendo, algo
que no sugiere la pose forzada de la chica aquí. Sin embargo la del menesteroso es
pintiparada por su equivocidad.
Joven en la ventana, Caillebotte,
1875
Lo dicho, Antonio, estupendo.
ResponderEliminarEste Max Fund era un fenómeno: cogía de aquí y de allá y nos lo muestra bajo su particular prisma.
ResponderEliminarAmbos cuadros me gustan, pero qué sensaciones más distintas transmiten, Antonio.
Sí que es verdad que la posturita de la chica no es nada relajada, sino más bien de pose.
Un grandísimo abrazo.
Curioso, amigo campillo. La excitación, aún y siendo poco ingenua, en esta caso, existe, (pssss, es cierto), pero aún me soreprende más que el personaje sea el mismo en los dos cuadros. Me has dado que pensar. ¿Mirón u, simplemente, un observador?
ResponderEliminarMe alegro de tu agrado, Mariano.
ResponderEliminarEste mirón, prodigioso defecto humano, creo que Fund lo colocó en la calle precisa, en el momento oportuno. Es más divertido mirar ese paisaje que la línea del cielo de París.
Un abrazo, Mariano.
El hecho de no ser observado es excitante para el mirón pero también, el exhibicionista posee malicia atractiva cuando se sabe observado.
ResponderEliminar¿La chica de la ventana es una exhibicionista y por ello "posa" para el mirón? Ambos alcanzarían el culmen de su complacencia.
El cambio conceptual del mismo personaje en dos situaciones tan diferentes es, además de interesante, atractivo y real.
Un fuerte abrazo, querida Isabel.
Pues yo creo, Enrique, que ambos aspectos son posibles. Situemos a un ser humano en el cuadro primigenio y observemos su reacción: observa los atractivos edificios y una calle de París. Puede estar alegre o preocupado; ser un viajero extranjero que mira desde la habitación de su hotel o un ciudadano nacido en París; espera una cita en esta habitación o respira el aire puro de la mañana; ... ¿Por qué el mismo personaje, horas después no puede reaccionar como plantea Fund ante una situación diferente? ¿Es un voyeur o un simple observador inopinado? Puede ser ambas cosas porque su reacción ante las situaciones de su entorno cambian. Cualquiera de nosotros podría hacer lo mismo. ¿Cuánto tiempo estaríamos observando sin ser vistos a la chica de la ventana? ¿El tiempo determina quién es un voyeur o un observador? Creo que no. Deberíamos realizar una autoobservación de nuestro comportamiento en dos momentos y ante dos situaciones diferentes. Quizás nos sorprendiésemos. Un abrazo, Enrique
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