sábado, 23 de febrero de 2013

PREPOSICIONES: DE

DE LA SOLEDAD

Antonio Campillo Ruiz

Helena Nelson Reed

   Aquel día las sirenas cantaban tristes. Amaneció temprano sin un solo sonido de los pájaros y con mucha luz. Al poco, se fue apagando hasta una completa oscuridad. Tuvo que subir a lo alto del faro para cambiar su período y encenderlo nuevamente tras una noche pendiente de su luz. Hacía semanas que había llamado a la central para el envio de repuestos de los mecanismos de rodadura. Era un faro cansado. Desde la alta atalaya escudriñaba el horizonte siempre descalza y con la falda al aire. Era un placer ver a las olas, siempre distintas, siempre agitadas, hablándole en un lenguaje que sólo alguna vez era capaz de traducir. Ella les hablaba de soledad y se felicitaba de no poder explicar, ni hacerse comprender, de este peculiar estado que las olas no poseían. A veces, se oían bellas melodías que no podía identificar pero sabía que pertenecían a las sirenas. Ese día, el extraño amanecer había convertido los cantos en un ulular similar al que producían las olas al chocar contra oquedades por las que inmensos chorros de agua reproducían el sonido  de tubos de órgano.

   La luz de la enorme lámpara comenzó un preocupante parpadeo y por instantes se transformó en mortecina. Bajó corriendo la escalera de caracol perteneciente a la propia estructura de piedra y, en el segundo piso, abrió nerviosamente la puerta. Enseres de todo tipo se encontraban en un caos ordenado que ella conocía muy bien. Cogió una enorme candela y un bidón de keroseno subiendo veloz a la linterna. Debía sustituir la lámpara por la candela y cambiar el sistema de iluminación porque el día parecía una noche, incluso más oscuro que una noche cualquiera. Trabajó rápida y acabó en unos minutos que le perecieron eternos: el faro estaba apagado. Cuando prendió fuego a la candela un pequeño fogonazo hizo que retirase la cabeza hacia atrás. Abrió la chimenea para que los gases no se acumulasen y cerró la lente Fresnel pulida con esmero. Ahora debía estar atenta al combustible y alimentar la lámpara con regularidad.


   Salió a la pequeña balconada circular y oteó el horizonte siguiendo el giro de la luz. Nada. Todo sereno pero muy amenazador. Hasta el mar se encontraba inesperadamente quieto. No lograba explicar este día tan extraño. Cuando vino a ocupar este puesto de farera lo hizo huyendo de la soledad y de un entorno que la asfixiaba. Ahora, sólo un día a la semana se acercaba a retirar las provisiones que había solicitado la semana anterior al pequeño pueblo cercano. No poseía ningún medio que la uniese a la sociedad de la que marchó excepto un teléfono de emergencia que debía utilizar sólo en situaciones extremas. Poseía unos binoculares y cuadernos, muchos cuadernos de campo, en los que anotaba sus experiencias con los animales de los que era muy amiga después de tantos años y, de tarde en tarde, escribía sus pensamientos sobre el aislamiento, nunca de la soledad. No se encontraba sola, estaba siempre acompañada y era feliz caminando todo el día descalza hacia donde quería. Tras el trabajo, muy atento durante las noches y especialmente las de Luna nueva, la luz, el mar y los animales eran sus compañeros y, alguna vez, cuando el mar estaba bravo, las sirenas cantaban a sus pies. No recordaba con claridad cómo funcionaba la sociedad de donde vino, su ajetreo, sus prisas, la impersonalidad de las gentes con las que se cruzaba, trabajaba o convivía. 


Helena Nelson Reed




  Aquel día la preocupaba cada vez más. Volvió a revisar la candela y el combustible Nuevamente salió al balconcillo redondo y entre la luz del faro distinguió una inmensa pared negra sobre la que la luz se reflejaba tenuemente. No comprendía lo que sucedía pero supo al instante que cuando llegase a su faro, aquella  pared de agua sería la que apagase la llama de su candela.


Antonio Campillo Ruiz

36 comentarios:

  1. Entrañable, amigo Antonio. Un abrazo

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    1. Me congratulo de tu opinión, Enrique. Lo importante es la opinión personal.

      Un gran abrazo, amigo Enrique.

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  2. De un mundo propio,particular, que conlleva pasión.

    Excelente relato,lo celebro!!
    Un abrazo,Antonio

    Elsa

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    1. Me alegro, Elsa, de que hayas podido sentir la gran pasión de esta mujer que ama lo que hace y posee un mundo interior tan rico.

      Un fuerte abrazo, querida Elsa.

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  3. Ponerte en la situación de vislumbrar la "inmensa pared negra", sobrecoge aunque pienses en un personaje de ficción.

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    1. Sí, Marcos, es como un escalofrío de tensión y ruptura de todo aquello que has amado y cuidado con esmero.

      Un abrazo, amigo Marcos.

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  4. El faro, el mar, las olas tienen vida propia,
    lo que tú haces Antonio es darle belleza.

    Hermosa literatura!

    Abrazos cálidos.

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    1. Ante la inmensidad de su belleza y los sentimientos que provoca este bravo mar y esta bella profesión, es muy gratificante poder describirlos aunque sea someramente. Muchas gracias por tus palabras.

      Un fuerte abrazo, querida Genessis.

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  5. Hay "paredes negras" que requieren de gran alerta y atención. Y aun así, devoran con sus olas voraces cualquier atisbo de luz mantenida con mimo, cariño y esmero.
    Hermoso relato, Antonio, en el que la luz del amanecer se confunde con la luz de ese faro al anochecer mimado por manos femeninas (me ha sorprendido la elección femenina para el personaje), pero amenazada de destrucción inminente ante el coloso negro.

    Un placer leerte siempre.
    Un inmenso abrazo.

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    1. No comprendía lo que sucedía pero supo al instante que cuando llegase a su faro, aquella pared de agua sería la que apagase la llama de su candela.
      Los lugares nuestros los que conocemos que nos llenan de todo lo que queremos
      mil besos

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    2. Marisa, agradezco tus palabras. Son el complemento perfecto para poder apreciar, con su lírica, la suave conjunción de luces y sombras en esta mujer de una sensibilidad especial.
      Hace años, conocí a una chica que, a pesar de su juventud, era farera y vivía en un alto faro en la costa de Bretaña. Me sorprendió e ilusionó la riqueza de vida que le proporcionaba la vida en el faro. Todo el relato es ficticio. Ella sólo poseía las experiencias propias de una vida sana y en paz. Muchas gracias, Marisa, por escribir la poesía que le falta al relato.

      Un fuerte abrazo, querida Marisa.

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    3. Sí, MuCha, su falta de comunicación con el exterior le impidió poder deducir qué sucedía. Su luz se apagaría con la candela que cuidaba con tanto esmero.

      Un fuerte abrazo, querida MuCha.

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  6. Cuanto misterio, Antonio.
    No he podido parar de leer hasta alcanzar el final.
    Esa mole oscura y negra del agua en el silencio de la noche.

    Magnífico.

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    1. La vida, Tecla, es un misterio. Los acontecimientos que nos suceden de forma cotidiana, son tan misteriosos como la barrera negra que nos para e impide seguir recorriendo el camino que habíamos trazado. Gracias por tu comentario. Es muy agradable que te guste esta pequeña historia.

      Un fuerte abrazo, querida Tecla.

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    1. Lola, ahora me sonrojas, aunque me agrada que sea así.

      Un fuerte abrazo, Lola.

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  8. Olá Antonio, muito obrigada pelas frequentes visitas ao blog! Ficamos muito felizes com a tua presença! E que fotos lindas neste post! Obrigada, beijos do blog 4 amigas e a cidade

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    1. Siempre me es muy grato leeros. Claro que, poco puedo decir de modas femeninas, pinturas, música, etc. Por ello, he optado por leeros y recomendaros en G+ porque lo que escribías es muy interesante para todas las personas.
      Vuestro blog es un chorro de aire fresco en este mundo de ficciones.

      Un gran abrazo, Chicas.

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  9. ¡Hola Antonio! Bellísimo lo escrito. Amo el mar. No sé si por el misterio que traen las olas al lamer la orilla o los secretos que guardan sus aguas por siglos.
    Quizás sea porque frente a él me invade una energía que parece surgir de su interior.
    Las imágenes que nos has regalado son tan bellas como tus palabras. El faro tiene algo especial, inspira. Tú como siempre lo has sabido aprovechar con tu talento.
    Un abrazo.

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    1. También amo el mar, Lou. Es tan inmenso, tan suave, tan bravo, que mirar el horizonte supone pintar en la mente miles de retratos imposibles de apreciar.
      El atractivo de esa luz que rompe el negro de la noche es hipnótico y con cada vuelta, su resplandor rotura el cielo con surcos por los que caminan los duendes. Te agradezco, sonrojado, tus palabras, Lou.

      Un fuerte abrazo, querida Lou.

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  10. No sé qué tiene el mar que atrapa, inunda, inspira. La puesta de sol es aún más hermosa cuando se intoduce entre las aguas y se apaga hasta el día siguiente. La brisa marina, llena de esperanzas, hace que las olas bailen a su son, brincando rítmicamente. No sé qué tendrá el mar... pero yo le echo de menos en la montaña.
    Un saludo

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    1. Yo también lo echo de menos y me encuentro a poca distancia de él, Carmen. He tenido la suerte de poder disfrutar bastantes días de atardeceres recorriendo el Atlántico y su belleza es siempre diferente y espectacular. Las suaves olas que lamen la arena son amigas que juegan pero si la bravura del viento las irrita, su potencia es un espectáculo.

      Un fuerte abrazo, querida Carmen.

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  11. Antonio, un relato apasionante en el que una frase me llevó a la otra abriendo mi curiosidad hasta un final que no deja duda a la buena pluma que te acompaña y de tu prolífera imaginación.
    Mi condición de isleña _para más INRI, pequeñita_ hace que en mi mirada siempre esté el mar: Los faros y su habitante siempre me ha parecido una persona hermética pero de corazón abierto y llano. Lejos de parecerme solos de soledad, los veo cómodamente solos.

    Una vez más, querido amigo, un placer leerte

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    1. Pilar, así he conocido yo también a los fareros. No encontrarse sujetas a ritmos ajetreados y reiterativos, les proporciona una paz en la soledad que debe ser una gozada. ¿Acostumbrarse? Pues sí, deben acostumbrarse y aprender la ruptura con la concepción “normal” de modo de vida pero creo que merece la pena.
      En tu condición de isleña, como dices, posees la oportunidad de mirar el mar en cualquier orientación, algo que debe ser tan placentero como poder seguir el curso de los astros, tanto de día como de noche. Me encantaría poder vivir en la libertad de tu pequeña isla. Muchas gracias por tu comentario, Pilar, es el perfecto complemento del relato.

      Un fuerte abrazo, querida Pilar.

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  12. que bella historia, la mejor compañia, sin duda. abrazos

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    1. Muchas gracias, Alicia, la belleza la creas tú al imaginar lo relatado. Me encanta que haya sido, por un momento, una agradable compañía. Preferiría habértelo leído pero es un poco difícil. Se solucionará un día.

      Un fuerte abrazo, querida Alicia.

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  13. Impressionante imersão... gostei demais!

    Beijos.

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    1. Te agradezco, Teca, tu interés y que te haya gustado este pequeño relato en el que he querido manifestar un bienestar que se encuentra muy lejos de la vida cotidiana que debemos cumplir.

      Un fuerte abrazo, querida Teca.

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  14. Los detalles profesionales de la vida de la farera son de un escritor con mayúsculas,y siempre impregnando tus relatos de un delicioso misterio que te lleva en volandas hasta un final inesperado.
    Genial, maestro!
    Un fuerte abrazo.

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    1. Ohma, ¡ya me gustaría a mí tener la soltura que posees tú con las palabras! Conocedora de la vida en el mar, de la costa, del trabajo y la belleza de esa inmensa masa de agua, es indudable que conoces mucho mejor que yo las peculiaridades de los antiguos fareros. Siempre me ha interesado conocer cómo pensaban y sentían estas personas. Apagar la luz debe ser un proceso inesperado y rápido.

      Un fuerte abrazo, querida Ohma.

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  15. ¡Qué historia más romántica! llena de amor...la prota...parece una Vestal, pendiente de que no se apague el fuego...de la vida, que en definitiva es la inmortalidad.
    Precioso.

    Un beso, querido Antonio.

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    1. Una oportuna relación, Marián. Esa luz es la que señala hacia la verdad y la vda, la tierra. Si se dirige el barco hacia los rompientes espera la muerte y la desolación, por ello los señala. El interés en que nunca se apague es una labor de manos suaves que acarician las lentes para que su luz llegue más lejos, más visible, más rápida.
      Me alegro mucho de que te haya gustado.

      Un fuerte abrazo, querida Marián.

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  16. Logras envolver... me gusta todo el relato obviamente, pero en especial la parte donde diferencias soledad de aislamiento, y sobre la impersonalidad de la sociedad que se le dificulta recordar. Triste el final, apagarse siempre es trsite, pero ideal para cualquiera, tener la certeza de cuándo, dónde y cómo apagarnos.
    Un abrazo muy especial, Antonio.

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    1. Es uno de los aspectos que quería hacer notar, Sara. Existe una diferencia tan grande entre querer vivir de una forma diferente a la rutina cotidiana y la soledad que, a muchas personas les resulta difícil entenderlo. La candela se apagará cuando todo lo creado se destruya.

      Un fuerte abrazo, querida Sara.

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