TRADUCIENDO
A LA NATURALEZA
Antonio Campillo Ruiz
Pocas
veces se ha producido una reinterpretación y utilización tan prolífera de la
traducción de la Naturaleza a notas musicales realizada por Ludwig van
Beethoven. En medios escritos, dibujados, plasmados en imágenes estáticas,
animadas en dibujos, imagen dinámica… en cualquier medio y reinventando que la
Naturaleza posee tal diversidad y tan inmensa capacidad de ensueño, de ilusión,
de pulcra y sobresaliente captación de las mínimas de sus manifestaciones que,
Ludwig van Beethoven captó con los instrumentos que leían el más leve de sus
sonidos o cambio medioambiental.
Un
fagot, una flauta travesera, violines, violas, trompas, todos y cada uno de los
instrumentos representa y da vida a una flor, un escarabajo, una persecución en
medio de una inmensa pradera que es sentida y valorada por el oyente que
escucha con asombro y admiración la traducción realizada de unas imágenes
soñadas y, posiblemente, jamás coincidentes entre dos espectadores, aun estando
sentados en asientos vecinos de la platea. La sonoridad y la armonía de la
Naturaleza se eleva por la sala de conciertos y aparece en una inmensa
holografía particular ante músicos intérpretes y auditores silenciosos. Sí, es
el movimiento Allegro.
El indicado como: “alegre reunión de gente del campo…”
No
es el principio de la Sinfonía Nº 6 en Fa Mayor Opus 68, ''Pastoral'', interpretada por La Wiener Philharmoniker dirigida por Christian Thielemann, ni es el final.
Escuchamos una parte que en su pasaje central, dedica, como toda ella, su
atención a la Naturaleza que envuelve y a la vez intervienen, según criterio de
quien la escucha, a los seres humanos en su pradera bucólica y verde. Nos
trasladamos a esa campiña en la que, con mucho cuidado, procuramos no romper la
más delicada de las plantas herbáceas que derraman su color y aroma cual si de
una pintura impresionista se tratase.
Breves
carreras y caídas en la mullida yerba procuran la vivencia que niños y mayores
proyectando al observar/oyente la paz de animales pastando, naciendo y
creciendo en un lugar consagrado por y para ellos. Toda la orquesta rinde sus
notas en una cohesión que contrasta con la libertad que depara el horizonte
inmenso y el cielo que ilumina desde su mar azul con alguna ola de nube blanca
un pequeño trozo de Naturaleza y de vida. La paz se ve alterada por la tormenta
que, desatada tan súbita como violentamente, encoge el alma de quienes hasta
ese momento se han sentido protegidos por la luz y el furioso viento arrasa, por
un tiempo, todo cuanto se encuentra a su paso para demostrar que su poder es
infinitamente más potente que el sopor de un sueño siempre pasivo y dulce.
Apágase con la misma velocidad con la que apareció yendo a buscar nuevas cotas
en las alturas inmensas de las montañas lejanas.
La pieza que comentas de forma magistral relatando las sensaciones que te hizo sentir, abre todo un mundo sensitivo a los sentidos. Se ve que la oyes, pero también que la ves, aspiras, saboreas y la tocas.
ResponderEliminarLeí que por los años en que creó la 6º Sinfonía, su sordera ya estaba muy avanzada. Y que para recrear ciertos sonidos leves y el cómo iban subiendo en intensidad, acudía a un pequeño arroyo ante el que pasaba horas dando pasos por su cauce, agachándose para escuchar el sonido de las aguas de menos a más profundidad, y vuelta, en un ejercicio mezcla de memoria y sabiduría compositiva.
Un placer, Antonio
Tu aportación, Anamaría, engrandece y constata la importancia que posee la música para ver sin abrir los ojos, para soñar y mirar el infinito, ese punto de no retorno que son las fantasías soñadas a través de esa inmensa traducción en notas musicales que los genios de la música han creado. Es tan importante que los lectores aprecien que Beethoven captaba el sonido con el tacto y las sensaciones que, al escuchar sus múltiples obras, el oyente valore la emoción de sentir. Al igual que el agua en el río, como explicas, a veces, tocaba pequeños objetos que vibraban para apreciar "su sonido". Como siempre, tu erudición es sorprendente, querida amiga. Un abrazo.
Eliminarla verdad es que este Blog es una caja de sorpresas. O mejor, una caja de bombones. Los hay de diferentes texturas, sabor, color...todos ellos apetecibles, sabrosos. Ayer pude disfrutar de una buena película, hoy de la música de un genio, otras veces de interesantes reportajes, pintura, cosmos, física, y todo enriquecido por textos que ilustran y completan las imágenes. Y todo gratis. Qué más pedir?
ResponderEliminarPero mira por dónde sí he obtenido aún más. A través de éste he conocido el Blog de Ana Mº Perrin del que, con su permiso, me he hecho seguidora y admiradora.
Un saludo cariñoso para los dos blogueros.
Bueno, Tía Conci... será como los quark, esas partículas subatómicas tan pequeñas como el blog. Poseen sabores y colores. Una maravilla de la naturaleza. Me alagas y eso es malo. El esfuerzo siempre debe ser máximo y favorecer a los lectores con temas que les sean de interés. Ese es el objetivo de todos los amigos y compañeros que en la blobosfera somos. Me alegro que Anamaría sea tan bien recibida. Es un portento de mujer. Un abrazo, Tía Conchi.
EliminarPerdón a Ana María por la letra que he equivocado en su apellido. Ferrin
ResponderEliminarSiempre me desbordan tus conocimientos, amigo Antonio, y tu forma de exponerlos.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte y, ya sabes, "te mango" el vídeo, como siempre.
Pero, Enrique, ¿cómo te van a desbordar mis conocimientos? ¡A ti, el Rey absoluto de la Bloguería...! Lo que me encanta es la publicidad que le haces a las peliculitas que, de vez en cuando, sólo de vez en cuando, salen un poco visibles... Me encantan tus "robos" porque sé que los utilizas para bien. Un gran abrazo, querido amigo Enrique.
EliminarPsssss, eres un ángel, querido maestro.
Eliminar¡Qué delicia, tu escrito y su simfonía!
ResponderEliminarAdemás, en el caso de Beethoven me llega particularmente su triple Concerto para violin, celo y piano, al que le tengo un particular y especial cariño.
Un abrazo pastoral :-)
¡A pesar de la maestría de Beethoven en traducir la naturaleza, qué doloroso debió ser para él su sordera!
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