viernes, 27 de julio de 2012

LA MUJER DEL CUADRO

PERTURBADORA PESADILLA

Antonio Campillo Ruiz


   El profesor Richard Wanley (Edgar G. Robinson) inicia su conferencia diciendo: “El precepto bíblico “No matarás” necesita una clasificación, fundada en nuestra conocimiento más profundo de los impulsos que condicionan el homicidio”. Con estas palabras se inicia también “The Woman in the Window”, “La mujer del cuadro” de Fritz Lang, 1944.


La especialidad del profesor, los amigos, un estudio psicoanálitico freudiano sobre la autorrepresión sexual, considerada como algo natural y correcto, así como la interpretación de momentos oníricos, son las claves de un guión inteligente, basado en la novela de J. H. Wallis, escrito por Nunnally Johnson con un  sarcástico sentido del humor e impredecible en todo momento. Si añadimos un concierto de luces y sombras verdaderamente impresionante, interpretado por la fotografía de Milton Krasner, podemos decir que nos encontramos ante una película que responde a un estilo germánico y a una transgresión en el cine negro de los años cuarenta del siglo pasado.    


Alice Reed, una espléndida Joan Bennett, y los amigos de Wanley: Frank Laloy (Raymon Massey) y Michael Barktene (Edmund Breon), realizan un trabajo interpretativo que se encuentra arropado por las imágenes, restos del expresionismo alemán, con unos puntos de vista no convencional para la época y una escasa iluminación que crea un ambiente opresivo en gran parte de la película.


   El tiempo posee una importancia crucial. La visión de diferentes relojes y la reiterada enunciación de la hora provocan una tensión añadida. En un corto tiempo y partiendo de la lectura simbólica de “El cantar de los cantares” del rey Salomón, como dice una voz en off, Lang hilvana toda la narración teniendo al espectador en vilo y produciéndole pequeños sobresaltos: “¿Quién ha dicho alambre de espino?”


   Por otro lado, la lógica de lo absurdo que realiza Lang a lo largo de todo el filme pertenece más a un estilo europeo que al estricto cine negro americano. A través de ella consigue la complicidad con el espectador, que ha oído en la conferencia y durante conversaciones entre los amigos motivos y justificaciones que no solo le obligan a tomar partido en la acción, sino que lo intranquilizan. Se establece, pues, una unión entre los aspectos cinematográficos y fílmicos que difícilmente se producen en películas de este género.


   A pesar de haber sido nominada al Óscar a la mejor banda sonora, creo que hay dos momentos en que la música podría haber sido más acorde con la acción y haber añadido mayor tensión, aunque la zozobra fílmica en el espectador es más que suficiente. “La mujer del cuadro”  es para mí una más de las genialidades de Fritz Lang y una de las más excelsas películas clásicas de la historia del cine.



4 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo, Antonio. Es una grandísima película. La vi siendo joven y me impactó, me gustó muchísimo. Aparte, Edwuard G. Robinson está en estado de gracia en la peli. Después, volví a verla y a disfrutarla. ¡Magnífica!
    Un abrazo, querido Antonio.

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  2. Todo un recital veraniego, amigo. Debieran mandarte al cielo, tan solo por lo que nos enseñas, muestras y/o recuerdas, sobre el séptimo arte, amigo Antonio. "Descargando estoy".

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  3. Por lo general, ya sabes Isabel, que las grandes películas llegaban a nuestro país con un retraso muy grande. Por ello, deduzco que la viste por primera vez hace poco tiempo y cuando volviste a verla sería hace unos años solamente.
    La película, por más que se empeñó la censura en hacer del profesor un mojigato no lo consiguió y, como no ha perdido ni un micronewton de fuerza, podemos volver a visionarla cuando queramos.
    Cierto, es una magnífica película y el genio de Fritz Lang la impregna. Un día tenemos que hablar de la segunda dimensión espaciotemporal.

    Un fuerte abrazo, querida Isabel.

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  4. "¡...Descargando vengo...!" ¡Chiiiiiissssss!, Enrique, ¡que nos van a... ¿a qué? ¡Ah! si, ¡nos van a solicitar visionarla desde tu pecera!
    Hombre, el cielo si es en un paseo por la zona de ingravidez, admitido. Más alto creo que no subiré.
    Seguiremos explotando el filón ahora que estamos en el ecuador de su producción.

    Un fuerte abrazo, amigo Enrique.

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