miércoles, 29 de junio de 2011

MIL Y UNA NOCHES

EL BAÑERO BURLADO

María Luisa Arnaiz Sánchez

The Future Madame Guillaumin Reading, Armand Guillaumin

   “Las mil y una noches”, obra de extraordinaria fama en Occidente pero considerada de segunda fila en Oriente, donde desde hace poco es tachada de anti-islámica e inmoral, proviene de una colección de cuentos persas con el título de “Hezar Efsana”, “Mil cuentos”. Su traducción al árabe se hizo en torno al siglo IX bajo el título de “Alf Layla”, “Mil noches”, y de dicha recopilación solo se ha preservado un fragmento. A pesar de ser “un libro pobre con cuentos fríos” en opinión de Ibn an Nad-m de finales del siglo X, se sabe que la obra tenía un carácter instructivo por cuanto Sherezade trataba de hacer reflexionar al sultán acerca de su injusto proceder.

The Reader of Novels, Antoine Joseph Wiertz, 1853

   Los árabes añadieron, suprimieron y retocaron, el texto persa y llegaron a convertir el libro en el corpus que más o menos hemos recibido. El primer manuscrito conservado es una versión siria del siglo XIV que utilizó Galland para su traducción al francés, si bien, al igual que habían procedido los compiladores precedentes -téngase en cuenta la transmisión oral de los cuentos-, este experto redujo y amplió los textos a su alcance, o incorporó otros recién escuchados como los cuentos de “Simbad el marino” -especie de Ulises de las letras orientales-, “Ali Babá y los cuarenta ladrones”, “Aladino y la lámpara maravillosa”, etc., de suerte que las traslaciones que poseemos contienen numerosas divergencias textuales.

Reading, Ilya Galkin, 1878

   Hay que señalar un hecho curioso y es que, como la traducción del orientalista picardo, aun cuando no era literal y estaba acomodada a la moral europea, se interrumpía en un punto indeterminado, transmitía la curiosidad por leer más historias, por lo que cuantos viajaron a Oriente se interesaron en conocer la obra completa, que lógicamente no existía. La repercusión de semejante demanda fue que a finales del XVIII un erudito egipcio completó el número mágico de mil y una noches con que Antoine Galland había titulado su libro. El número “mil”, empleado como cifra ponderativa desde la Antigüedad, que aún se utiliza, representa la infinitud para los árabes; sobrepasar en una las historias tradicionales confirió al relato un halo de final inconcluso.

Muchacha leyendo, Théodore Roussel, 1887

   La versión a la que he hecho alusión se conoce con el nombre de “Versión egipcia de Zotenberg” y es la que ha servido de base para verter a las lenguas europeas la mayor parte de las traducciones de la obra. Dice Borges en “Las mil y una noches según Burton”: “En Trieste, en 1872, en un palacio…un caballero con la cara historiada por una cicatriz africana -el capitán Richard Francis Burton, cónsul inglés- emprendió una famosa traducción del Quitab alif laila ua laila, libro que también los rumíes llamaron de las 1001 Noches. Uno de los secretos fines de su trabajo era la aniquilación de…Eduardo Lane…autor de una versión harto escrupulosa de las 1001 Noches”.

Jardín de rosas, Meter Severin Kroyer, 1893

   Joseph Charles Mardrus, nacido en El Cairo en 1868 dentro del seno de una familia de origen caucásico y cristiana, fue médico además de un eminente orientalista. Realizó una nueva traducción al francés de “Las mil y una noches” entre los años 1900 y 1904 en dieciséis tomos y, como habían hecho sus antecesores, dejó su impronta en ella, es decir, suprimió, pulió y acrecentó, su traslación siguiendo algún manuscrito de la versión Zotenberg ya mencionada. Aunque su texto es de amena lectura, su punto de vista, sobre todo en cuanto al erotismo se refiere, se aleja en buena medida del de Galland porque este había censurado aquellos aspectos y pasajes inconvenientes para la moral de la época.

Ignacio Díaz Olano, 1895

   La versión de Mardrus, traductor casi literal del árabe cuyo trabajo realizó en las horas libres que le dejaba su puesto en la Compañía Marítima de Messageries, como confiesa en el prólogo de su obra, responde sin duda en primer lugar a su condición de árabe cristiano -asunto no baladí entre los seguidores del Islam-, lo que influyó y se percibe en la visión del mundo musulmán que trasladó a su texto, y, en segundo, a la huella que dejaron en él amigos tales como Paul Valéry, André Gide -a los que dedicó los primeros volúmenes de su obra-, Mallarmé, Pierre Louys y Henri Régnier. Su traducción es la que más se utiliza en español. 

Lectora, Renoir, 1909

   Leamos la de "el hijo del visir y la mujer del bañero"

   “Había un bañero a cuyos servicios acudían los magnates y los grandes. Cierto día se le presentó un muchacho, hijo de un visir, de hermosa figura, pero corpulento y rollizo. El bañero se dispuso a servirle pero, una vez le hubo desnudado, no pudo descubrir su miembro ya que, por las muchas carnes que tenía, estaba oculto entre sus muslos y solo asomaba algo del tamaño de una avellana. El hombre empezó a lamentarse y palmoteó. Al oírlo, el muchacho preguntó:
- ¿Por qué te preocupas?
- Señor mío, le replicó, me preocupas tú. Me entristezco porque  estás en condiciones de inferioridad: a pesar de que eres muy bello y gozas de bienestar, no tienes nada que te permita gozar como a los otros hombres.
El muchacho le replicó:
-Dices verdad y me has recordado algo que había olvidado.
- ¿Y qué es?
- Toma este dinar y tráeme una mujer hermosa para ponerme a prueba con ella.
El bañero cogió el dinar y fue en busca de su esposa y le dijo:

Isaac Israëls, 1917

   - Mujer, hoy ha venido al baño el hijo de un visir, tan hermoso como la luna en el plenilunio, pero no tiene un miembro como los hombres sino algo tan pequeño que parece una avellana. Me he lamentado porque es joven y él me ha dado este dinar y me ha pedido que le lleve una mujer para probar con ella. Tú mereces más que nadie este dinar, nada malo puede ocurrirte porque yo estaré escondido y  tú permanecerás con él un rato, te reirás y conseguirás el dinar.
La mujer del bañero, que era una de las mujeres más bellas de su época,  cogió el dinar, se arregló, se vistió sus mejores galas y salió con el marido.

Girl reading a Book, Pène du Bois, 1929

   Este la introdujo en un lugar solitario junto al hijo del visir. La mujer, al verlo, se dio cuenta de que era un muchacho de buen aspecto, que parecía la luna en plenilunio, y quedó admirada de su belleza y galantería. El joven, por su parte, al contemplarla, perdió la razón y en el acto quedó prendado. Cerraron la puerta y a continuación el muchacho la estrechó contra su pecho y la abrazó. Su miembro se dilató hasta alcanzar el tamaño del de un asno, la cabalgó durante largo rato, mientras ella debajo lloraba y gritaba, se meneaba y se agitaba. El bañero entonces comenzó a  llamaba, diciéndole:
- ¡Basta ya, Mujammad, sal! Tu hijo lleva mucho rato sin ti.
El muchacho le decía que fuese a amamantar a su hijito y que regresase luego, pero la mujer replicaba:
- Si me separa de ti, moriré. En cuanto a mi hijo, le dejaré morir de llanto o que se críe huérfano.
 Permaneció, pues, con el joven hasta que la hubo satisfecho diez veces, mientras que el marido detrás de la puerta llamaba, chillaba, lloraba y pedía auxilio. Y la aflicción y los celos del empleado fueron tan grandes que subió al techo del edificio de los baños, se tiró desde allí arriba y murió.

La lectura abandonada, Félix Vallotton, 1924


domingo, 26 de junio de 2011

LATIN LOVER

RODOLFO VALENTINO

Antonio Campillo Ruiz

Jacques Sultana

   En la vida del GRAN SEDUCTOR, del GRAN AMANTE, se entremezclaban su enfermiza sublimación del amor, sus maneras suaves y nobles, su pasividad sexual, sus fracasos matrimoniales, el ser tildado de “maricón” y “chulo” (también su obsesión por querer demostrar lo contrario aun poniéndose en ridículo), su incesante necesidad de guías espirituales, etc. Es evidente que la industria del cine había modelado un ídolo que colmaba todas las ensoñaciones de las mujeres, eufóricas en tanto que espectadoras e insatisfechas como compañeras amorosas, pero la realidad desmentía a cada paso el “made in Hoollywood” pues ninguna de las jóvenes que lo amó habló de su ardor sexual (tal como se veía en pantalla), antes bien son muchos los testimonios que lo presentan como un afable y galante compañero que sobre todo buscaba en la mujer bien a la amiga, bien a la madre. Sin embargo, la atracción que ejerció sobre las mujeres ocasionó los celos de los hombres, acostumbrados a la conquista por la violencia y al sometimiento del sexo débil.

Pierre Hubert Subleyras 

   En la batalla sexual que se estableció durante la época del jazz en la sociedad americana el varón demostraba su virilidad y su encanto conforme a la fiereza de sus hazañas y a la dureza en los negocios, aun cuando tuviera que manejar el revólver. El hombre no tenía que seducir sino tomar a la fuerza, mostrando determinación, valentía y poderío. En cambio la mujer, que en no pocas ocasiones tenía que mantener el hogar con su propio esfuerzo, estaba tan acostumbrada  al machismo y tan necesitada de reconocimiento social, que junto a la satisfacción de su propio yo y de su independencia en todos los sentidos, quería sentirse amada con sensibilidad y ternura. Eso fue lo que le proporcionó Valentino que, en palabras de Román Gubern “supuso el tránsito del mito infantil al mito púber, depositario de la tradición de Don Juan y de Casanova, que ha impuesto a las mujeres anglosajonas la difundida creencia de una hipertrofiada potencia sexual de las razas socialmente inferiores (como es la latina para los anglosajones). En este sentido, el mito del amante latino alberga cierta connotación masoquista con la voluntaria sumisión y servidumbre sexual a un ser inferior”.

 Picasso

   Los hombres consideraron que la intromisión de este macho en el corazón de sus mujeres era un ataque personal a su virilidad y así lo expresó sutilmente un periodista anónimo en el “Chicago Tribune”: “Ha llegado la hora del matriarcado si el macho de la especie permite…Será mejor estar regidos por mujeres masculinas que por hombres afeminados. El hombre ya empezó a patinar, creemos ahora, cuando abandonó la navaja por la maquinilla de afeitar…¿En qué se ha convertido el antiguo hombre de las cavernas? Y Rudy, el guapo jardinero, ¿es el prototipo del macho americano?” También el Registro del Congreso de 29 de junio de 1922 recogió las alusiones del senador Henri L. Meyers al “Divino” para justificar la existencia de la censura cinematográfica y el propio Valentino dijo a Sid George Ullman, su amigo y representante: “Yo no soy el que ellas quieren, el eterno amante. Yo sirvo a las mujeres de modelo para bordar sus propios sueños”.

Jacques Louis David

   Valentino era el amante ideal que por unos instantes vengaba a las mujeres comunes de la mediocridad: lo sentían cerca y distante, era la sublimación amorosa de una sociedad altamente sexualizada que a través del cine lograba escapar de sus propias limitaciones y represiones. Desde la oscuridad de una sala de cine las mujeres podían transgredir oníricamente las convenciones morales de la sociedad y soñar con una pareja llena de dulzura, ya que el gaucho, el torero, el jeque, imponían una nueva forma de amar, una forma que incluía la adoración. Valentino propició con sus papeles hipersexuados la fantasía pero a su vez cooperó en falsear la realidad de la que también era víctima. “Playboy” recogió estas palabras de Marcello Mastroiani: “El éxito de un tipo como Valentino o el de Marilyn es inevitablemente dramático, trágico, grotesco, porque la vida privada de tales seres casi siempre es muy pobre. Hay que figurarse el enorme esfuerzo que tuvo que realizar Rodolfo Valentino para convencerse a sí mismo de que era realmente como su mito, o, aún peor, que no era realmente como su mito. Estoy seguro de que personalmente gozó muy poco del amor”.

Hippolyte Flandrin

   La vida amorosa del italoamericano fue desdichada pues ninguna de las relaciones que mantuvo cumplió sus expectativas y sus dos matrimonios fueron un fracaso. Jean Acker lo abandonó la misma noche de bodas y dejó en el ambiente una inmensa duda acerca de su virilidad, la cual ha mantenido la leyenda de homosexualidad que pesó sobre él hasta su muerte. Natacha Rambova fue también una frustración para el actor, especialmente porque la rica heredera de tendencias lésbicas y pareja por mucho tiempo de la actriz Alla Nazimova, lo utilizó como catapulta para promocionarse en el cine. Valentino parecía disfrutar simplemente con el juego de la conquista (adviértase el paralelismo con el personaje de don Juan Tenorio y sus marcadas implicaciones homosexuales) y luego se limitaba a sobrellevar un amor platónico y desaparecer. Sin embargo quería demostrar a toda costa su virilidad y empezó a mantener dudosos flirts, a beber demasiado, a no perderse ninguna fiesta, “sabrán que soy un hombre dispuesto a todo” decía a sus amigos. Mucho tiempo después de su muerte Nita Naldi recordó la compasión que le había producido durante el rodaje de “A sainted devil”: “se comportaba tontamente, como un estudiantillo queriendo demostrar su hombría delante de todas las chicas. Nunca lo había visto tan ridículo. Y sabía que la prensa había empezado a meterse con él y que se rumoreaba que era afeminado”.

Patricia Watwood

   Para terminar, es obligado decir que precisamente la ambigüedad sexual que mostró el primer “latin lover” del cine pudo ser la señal clave del magnetismo que ejerció sobre sus seguidoras. Como ninguno de los otros actores de entonces estaba caracterizado sexualmente, Rodolfo Valentino se configuró en un amante exótico y misterioso, al que su temprana muerte aureoló más y contribuyó a robustecer su leyenda. A pesar de que fue un hombre atormentado en lo sexual y desorientado en la sociedad a la que se trasladó, se hizo de él un mito erótico con el correspondiente misterio en torno a su vida íntima, de modo que su nombre ha traspasado la barrera del tiempo llegando a ser sinónimo de “castigador”. En Castellanetta, su pueblo natal, cada 6 de mayo todos los hombres se engominan el pelo, se visten con un traje a rayas semejante a los de los años veinte y se exhiben en homenaje al hijo más ilustre de la localidad, al seductor cinematográfico que, al aparecer en la pantalla “con  sus grandes y escondidos ojos…sus labios sensuales…así como las palpitantes aletas de su nariz” según Adolph Zukor, transfería a las que suspiraban en la butaca el hechizo de vivir un romance.

Jacob Collins




miércoles, 22 de junio de 2011

GALEOTES

AMARRADO AL DURO BANCO

María Luisa Arnaiz Sánchez
Antonio Campillo Ruiz

Kazimir Severínovich Malévich

   Los galeotes eran penados que tenían que cumplir la condena en las galeras. Al principio se les sancionaba solamente por uno o dos años, tiempo que bastaba para que los individuos se convirtieran en desechos humanos; luego se sustituyó la pena de cadena perpetua a galeras por la de diez años, a sabiendas de que nadie la resistiría. Hasta ahí llegaba la hipocresía de los legisladores. Si bien es cierto que había remeros de oficio, también lo es que Cristóbal Colón tuvo que reclutar a criminales para remar a cambio de la conmutación de las penas, debido a que los voluntarios escaseaban y no llenaban las bancadas.

Nedyalko Ivanov

   Cuando los viajes al Nuevo Mundo se incrementaron, la leva fue insuficiente y ni siquiera alcanzaron los esclavos, por lo que Carlos I instituyó en 1530 la pena de galeras para los delincuentes de delitos graves, enviándose a “los forzados del rey” a cubrir las flotas. Ahora bien, las permanentes guerras mantenidas en Europa, conforme el Imperio de los Austria crecía, ocasionaron la falta de chusma y hubo que echar mano de gente inofensiva como los simples vagos. Es posible que recuerden quiénes eran estos penados por la cuerda de presos que liberó don Quijote con gran contento de su parte. 

Arunas Zilys

   Al dar con un hatajo de doce hombres encadenados, Sancho dijo a don Quijote: “Esta es cadena de galeotes, gente forzada del rey, que va a las galeras”. El caballero quiso informarse sobre sus vidas y tuvieron que intervenir guardias y reos para traducir lo que decían pues hablaban en jerga, lenguaje propio de círculos cerrados. Supo que un randa iba sentenciado a tres años de “gurapas” por robar un cesto de ropa, que otro había confesado en el “ansia” e iba preso por “canario”, este por cuatrero, aquel por no tener para sobornar, un anciano por alcahuete y un estudiante por “burlar”. Y luego:

Remys Ascensión, Esao Andrews

   “Tras todos estos venía un hombre de muy buen parecer, de edad de treinta años, sino que al mirar metía el un ojo en el otro; un poco venía diferentemente atado que los demás, porque traía una cadena al pie tan grande que se la liaba por todo el cuerpo, y dos argollas a la garganta…Preguntó Don Quijote que cómo iba aquel hombre con tantas prisiones…porque tenía…más delitos que todos los otros juntos, y que era tan atrevido y tan grande bellaco, que aunque le llevaban de aquella manera no iban seguros dél, sino que temían que se les había de huir…Va por diez años…que es como muerte civil. No se quiera saber más, sino que este buen hombre es el famoso Ginés de Pasamonte.

Antonio López

    Antes de que Cervantes publicara la segunda parte del “Quijote”, apareció el “Quijote” de Avellaneda. Martín de Riquer creía que Jerónimo de Pasamonte, compañero de Cervantes en Lepanto que había pasado dieciocho años como galeote tras ser capturado por los turcos, había sido el modelo de Ginés de Pasamonte y que, al verse ridiculizado y dárselas de escritor, publicaría el apócrifo por venganza. Siempre ambiguo acerca de su participación en la batalla naval, “presente estuvo mi persona al hecho más de esperanza que de hierro armada”, es posible que el llamado Manco de Lepanto luchara teniendo fiebre, “bienvenida para no combatir” escribió Avellaneda, y fuera herido.

Claro de luna, Turner

      Los críticos piensan que quien dijo lacónicamente del glorioso combate “yo salí sin ninguna herida” y luego relató con detalle la toma de La Goleta, donde no hubo batalla alguna, “yo, por celo de la honra…me tenía la cuartana (fiebre)…”, suplantó en la ficción al alcalaíno. Quizás Cervantes, después de enterarse de lo que había escrito, se burlara de él por atribuirse su proceder en Lepanto y por eso veladamente lo señaló en el prólogo de la segunda parte del “Quijote”: “sabiendo que no se ha de añadir aflición al afligido…pues no osa parecer a campo abierto… encubriendo su nombre”. 
 
 James Abbott Mcneill Whistler

   Los galeotes, como ristras, iban ensartados en las cadenas a los bancos y lo normal era abrir los eslabones para tirar los cadáveres al mar. Solo excepcionalmente eran desenganchados sin quitarles el grillete del pie, su movimiento se limitaba a menos de dos metros, sufrían las inclemencias del tiempo sin protección, y su vida era su espacio. Después de largas estancias en los puertos sin ejercicio, les era difícil remar con denuedo en los ataques o huidas pero, al grito de “ropa afuera” y recibiendo latigazos del cómitre, tenían que hacerlo hasta caer exhaustos o morir.

Exequias en el mar, Turner

   En cuanto a la alimentación, la mísera pitanza se componía de la famosa “galleta”, un pan medio fermentado y cocido dos veces, de ahí su otro nombre de “bizcocho”, para que se secara bien y que no se corrompiera durante las travesías prolongadas; era de salvado y la ración pesaba poco más de setecientos gramos. Su dureza era proverbial y había que remojarla de puro inmasticable, máxime si se tiene en cuenta el estado bucodental en la época, destrozado por el escorbuto (Cervantes dijo de sus dientes: “no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos”). Los veteranos esperaban a que los novatos arrojaran los trozos para comerlos.

Timur D’Vatz

   Una vez al día se les daba una caldereta de habas cocidas con agua (los intendentes economizaban a su favor y no empleaban el aceite estipulado) y en casos inusuales recibían garbanzos como en Lepanto; por la noche tomaban un caldo hecho con los restos del bizcocho, la “mazmorra”. Las legumbres estaban tostadas para su mejor conservación, de modo que habían perdido vitaminas y, con todo, eran preferibles al arroz (“carta noticiando los inconvenientes que seguían de dar siempre arroz a los remeros”) que les causaba el beriberi, así que la ingesta era poco nutritiva.

Picasso

   No obstante, esas raciones, dadas habitualmente y aumentadas hasta con vinagre y con un litro de vino cuando se requería un esfuerzo adicional, disminuían por los castigos, injustificados casi siempre. En general las provisiones eran en buena medida “frescas” por cuanto las galeras no hacían largas travesías y solían fondear de noche, algo impensable en las naos que surcaban el Atlántico. La falta de higiene (no nombremos el agua), los piojos, las pulgas y las ratas que propagaban la peste bubónica y el tifus exantemático, hacían estragos pero algunas autoridades tenían pañuelos perfumados para paliar los hedores.

Conquistador y ratón avergonzado, Gruca

   Por lo que respecta a los acontecimientos bélicos, esta tripulación padecía toda suerte de embates: no solo era herida, sino que se iba a pique con las naves y se abrasaba en los incendios. Y ¿qué decir de los tormentos? Jamás se correspondían las faltas con el castigo y se aunaban la crueldad y refinamiento en ciertos suplicios. Según transcribe el doctor Clavijo en “Historia del Cuerpo de Sanidad de la Armada” a propósito de la cura que realizó el doctor Pedro López de León a un forzado, a quien un capitán “mandó estropear”, la tortura consistió en atarle a los testículos una bolsa con dos balas de cañón e izarlo a la antena durante un cuarto de hora: los órganos se le pusieron “negros como la pez” y se le desprendieron.

David Linn

   Por último añadiremos que la chusma, sin reconocimiento alguno en lo tocante al triunfo de los choques navales, probablemente carecía de la fe que fue el estímulo y el placebo que sostuvo a la mayor parte de los españoles de la época, como creía don Juan de Austria, que confió más en la que tenían sus hombres que en la táctica que empleó contra los turcos. A la postre, los galeotes solo fueron comprendidos por Cervantes que, al igual que ellos, no recibió ni blanca por ¿participar? en la batalla, sin embargo tuvo la grandeza de liberar con su pluma a la hez de la sociedad.

Adrian Borda






sábado, 18 de junio de 2011

TU OMBLIGO, VASO DE LUNA

EL CANTAR DE LOS CANTARES

María Luisa Arnaiz Sánchez

 Carlos León-Salazar

   “El cantar de los cantares”, colección de cantos para una boda, tiene como título una fórmula idiomática atípica del superlativo para indicar la excelencia (los ejemplos son raros: amor de los amores, millar de millares), por tanto se lo tuvo por el cantar sumo, el mejor de los mejores. Si se exceptúa a Orígenes, uno de los pilares de la Iglesia cristiana junto a san Agustín y santo Tomás, cuya opinión era que se trataba de un poema nupcial para conmemorar el enlace entre una princesa egipcia y Salomón, otros padres explicaron el abrazo amoroso del amado con la amada como alegoría de la unión de Cristo con su Iglesia, aprobando dicha interpretación el Concilio de Constantinopla en 553. Por más que esta metamorfosis interesada inclinara también a los hebreos a adaptar la alegoría en defensa de la unión de Yahvé con su pueblo, es obvio que el texto destila erotismo y no metaforiza doctrina alguna. Fechado en 961 a.n.e., se atribuye a Salomón aunque su redacción final fue más tardía pues contiene términos arameos, persas y griegos.


Carlos León-Salazar

   Sébastien Châteillon, humanista y teólogo francés que tradujo en 1551 la Biblia del griego al latín y en 1555 al francés, fue destituido por Calvino a causa de sostener que el “Cantar de los cantares” era un poema erótico-amoroso (a pesar de sus penurias llegó a ser con el tiempo profesor de griego en la Universidad de Basilea y defendió a Miguel Servet, dirigiéndose a los calvinistas en estos términos tras haberlo quemado en 1553: “Matar a un hombre no es defender una doctrina, es matar a un hombre…Buscar y decir la verdad, tal como se piensa, no puede ser nunca un delito. A nadie se le puede obligar a creer. La conciencia es libre”). FRAY Luis de León fue acusado por los envidiosos dominicos a la Inquisición en 1571 bajo la sospecha de apartarse de la Vulgata (traducción latina de la Biblia hecha por san Jerónimo, única versión autorizada por Roma) en su traducción al castellano del “Cantar de los cantares”. El fiscal  le achacó, entre otras imputaciones, haber dicho de la vulgata editio “contiene muchas falsedades”, a lo que el agustino respondió: “si se llaman falsedades pasos que hay en ella corrompidos por culpa de los escribientes e impresores y palabras quitadas y otras añadidas…”. El tribunal lo mantuvo cinco años en prisión y sobre él pesó el traducir del griego (lengua diabólica) y tener ascendencia judía (una bisabuela).

Carlos León-Salazar

   Declara fray Luis de León en el prólogo de su traducción: “procuré conformarme quanto pude con el original hebreo: cotejando juntamente todas las traducciones griegas y latinas que del ay, que son muchas, y pretendí que respondiese esta interpretación con el original, no solo en las sentencias y palabras, sino aun en el concierto y ayre dellas imitando figuras y maneras de hablar quanto es posible a nuestra lengua que responde con la hebrea en muchas cosas”. A propósito de las traducciones compruébese el siguiente caso. En el versículo primero del capítulo cuarto fray Luis tradujo: “Tus ojos de paloma entre tus guedejas”. La voz hebrea “tzama” (melena) fue entendida por san Jerónimo como hermosura oculta y tradujo: “Tus ojos de paloma, demás de lo que está encubierto”. Este tipo de nimiedades justificaba la acusación de los dominicos acerca de que fray Luis se basaba en el texto hebreo más que en la Vulgata. Pero hay que decir con José Manuel Blecua que “es de admirar no solo la extraordinaria sensualidad y belleza de la prosa de fray Luis, sino también esa audacia única en Europa…que le llevó a comentar…el Cantar de los cantares, uno de los grandes poemas amorosos de todos lo tiempos. Téngase en cuenta que fray Luis debe explicar a Isabel de Osorio -monja del monasterio de Santa Cruz- versículos como los del capítulo séptimo: “El tu ombligo como vaso de luna que no está vacío” o “Tus pechos como dos cabritos mellizos de una cabra”.

Carlos León-Salazar

   Como es sabido, la lectura de la Biblia en lengua vulgar (la culta era el latín) estuvo prohibida durante toda la Edad Media y la Iglesia católica tenía el monopolio de su interpretación (el analfabetismo del pueblo conllevaba su instrucción en español, italiano, etc.). En 1563 el Concilio de Trento declaró la infalibilidad de la Vulgata pero Martín Lutero ya se había adelantado a traducir al alemán la Biblia en 1521 porque era partidario de la libre interpretación, la mayor revolución en la historia del pensamiento en Occidente, silenciada entre católicos por motivos espurios ya que el hombre se zafó a partir de entonces del corsé impuesto por el pensamiento único. Sigamos. Fray Luis tuvo que conocer no solo alguna de las biblias judeorromances salvadas de la hoguera, sino que se debió inspirar en las versiones hechas por los hispanojudíos para elaborar su traducción pues esta raya la perfección. Afirmó que quería “decir las cosas más claras” cuando el fiscal le insistió en la traslación y, ante la denuncia de que su “cantar” era como una “carta de amores carnales”, alegó que era una “carta de amores espirituales” por tratarse de “el propio lenguaje del Espíritu Santo”.

Carlos León-Salazar

      Juzguemos. Los innominados amantes, “pastor de azucenas” él y “señora de los jardines” ella, creen en el cuerpo, lo cantan y lo desean: “¡Qué hermosa estás, qué bella, qué delicia en tu amor!”; la descripción que de ella hace el esposo, “Ay qué hermosa eres, amiga mía…Tus ojos de paloma…Tus dientes como un rebaño de ovejas trasquiladas que salen a bañarse…Como hilo de carmesí tus labios…Tus dos pechos como dos cabritos mellizos, que están paciendo entre azucenas…Huerto cerrado, hermana mía, esposa; huerto cerrado, fuente sellada”, intenta grabar el momento mágico del descubrimiento sorprendido; por fin la esposa dice: “Venga el mi amado á su huerto y coma las frutas de sus manzanas delicadas” y el esposo replica: “Ven á mi huerto, hermana mía…” por la versión de fray Luis.

Carlos León-Salazar

   Así comienza el capítulo primero de dicha versión:

   Esposa

   1. Béseme de besos de su boca; porque buenos (son) tus amores más que el vino.
   5. No me miréis, que soy algo morena, que miróme el sol; los hijos de mi madre porfiaron contra mí, pusiéronme (por) guarda de viñas; la mi viña no guardé.
   6. Enséñame, amado de mi alma, dónde apacientas, dónde sesteas al mediodía
   
   Comento

   “Béseme de besos de su boca”. Ya dije que todo este libro es una égloga pastoril, en que dos enamorados, esposo y esposa, à manera de pastores se hablan y responden à veces. Pues entenderemos que en este primer capítulo comienza à hablar la esposa, que habemos de fingir que tenía à su amado ausente, y estaba en ello tan penada, que la congoja y deseo la traía muchas veces à desfallecer y desmayar…No me miréis…Responde esto bien à lo natural de las mujeres, que no saben poner à paciencia todo lo que les toca en esto de la hermosura… Dice pues que no guardó su viña, porque se olvidó de sí y de lo que tocaba à su rostro por atender las viñas agenas…y no se ha de entender que esto pasó ansí por la hija del Faraón, que habla aquí, que siendo hija de rey no es verosímil de creer…Enséñame…Torna à hablar con su esposo, y no pudiendo sufrir más la dilación, desea saber dónde está…se determina à buscalle, que el verdadero amor no mira en puntillos de crianza ni en punto de honores…”.

Carlos León-Salazar

      En “Los ojos deseados” dice José Ángel Valente: “Al igual que el “Cantar de los cantares”, el “Cántico espiritual” o “Canciones de la esposa” de Juan de la Cruz es, sin duda, el poema de la unión, pero acaso sea todavía más el poema de la infinita perpetuación del deseo” (en “Verbum absconditum”, ensayo de “Variaciones sobre el pájaro y la red”, analiza el DESEO relacionando ambas obras). Gocémonos del "Cantar de los cantares" pero leamos ahora un poema de Valente:

   EL DESEO ERA UN PUNTO INMÓVIL...

Los cuerpos se quedaban del lado solitario del amor
como si uno a otro se negasen sin negar el deseo
y en esa negación un nudo más fuerte que ellos mismos
indefinidamente los uniera.

¿Qué sabían los ojos y las manos,
qué sabía la piel, qué retenía un cuerpo
de la respiración del otro, quién hacía nacer
aquella lenta luz inmóvil
como única forma del deseo?

Carlos León-Salazar




martes, 14 de junio de 2011

ORDEN DE CAPTURA

AMBIGÜEDAD CERVANTINA

María Luisa Arnaiz Sánchez
Antonio Campillo Ruiz

Anónimo

   “Para que vn alguacil vaya a prender a miguel de Çeruantes.-Sin derechos de officio.-Secretario Pradeda. Crimen.
   Don felipe, &c. A bos, Juan de Medina, nuestro alguaçil, salud y graçia, sepades que por los alcaldes de nuestra casa y corte se a proçedido y proçedio en Rebeldia contra vn myguel de çerbantes, absente, sobre Razon de aber dado çiertas heridas a esta corte a antonio de Sigura, andante en esta corte, sobre lo qual El dicho miguel de çerbantes…fue condenado a que con berguença publica le fuese cortada la mano derecha y en destierro de nuestros Reynos por tiempo de diez años…y para que (la sentencia) aya efecto…y el dicho miguel de çerbantes sea castigado del dicho delito...en madrid A quinze de Septiembre de myll e quinientos y sesenta e nuebe años, el l.do hortiz, el l.do hernan Velazquez, el l.do aluar garcia de Toledo. Juan de Elorregui.

 Serie Naos, Antoni P. Vidal

   En octubre de 1568 murió Isabel de Valois, la francesita destinada al malogrado príncipe Carlos, que a los trece años se había casado con el que pudo ser sus suegro: Felipe II. Con motivo del infausto suceso el ilustre preceptor López de Hoyos encargó a sus alumnos la composición de algún poema para publicarlo. Entre ellos estaba Cervantes, que presentó cuatro poesías. Aunque perdidas, este fue el inicio de su carrera literaria, interrumpida de forma súbita al igual que desapareció de España. El escritor en cierne se esfumó misteriosamente y no publicó nada hasta pasados quince años cuando retornó. Su huida fue la primera de una serie de hechos inexplicables.

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   El que desencadenó su precipitada salida de Madrid y su posterior alejamiento de España, tras vagar por Sevilla, Valencia y Barcelona, para embarcarse rumbo a Génova, de donde pasó a Roma por no tener allí jurisdicción la justicia real, fue que había herido dentro del Alcázar, bien en duelo, bien en un incidente, a Antonio de Sigura, “andante en esta corte”, o sea, sin empleo, lo que se sancionaba severamente. Su fuga originó la emisión de la orden de búsqueda y captura en rebeldía, extendida a todos los territorios de la corona española.

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   Roma no era Sevilla pero también los extremos se tocaban: junto a los cardenales y los embajadores se mezclaban las putas y los homosexuales como se lee en “La lozana andaluza” o versificó Góngora en alusión a las frecuentes relaciones homoeróticas entre italianos: “Que ginoveses y el Tajo / por cualquier ojo entran bien”. Cervantes conoció al príncipe de la Iglesia católica Julio Acquaviva, tenido por sodomita, al que tal vez interesó como le ocurrirá al bey de Argel más tarde y, presentándole su ejecutoria de limpieza de sangre -su ascendencia judía no está documentada-, entró a su servicio como criado de cámara.
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   Mientras, con la intención tácita de monopolizar el Mediterráneo, los turcos rompieron relaciones con la república de Venecia, que mantenía un boyante comercio en sus bazares, y, fracasados los múltiples contactos diplomáticos, los vénetos terminaron pidiendo auxilio al papa. Pío V creó la Liga Santa y puso su flota al mando de Marco Antonio Colonna, a cuyo hijo Ascanio dedicará Cervantes “La Galatea”. Sofocada la rebelión de las Alpujarras, Felipe II se coaligó pero impuso a don Juan de Austria, su hermanastro, como capitán general de la armada.

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    Cervantes sentó plaza como soldado en 1570 con veintitrés años,  ignorándose qué le motivó a hacerlo. Acaso las razones que don Quijote dio a su sobrina y al ama: “Dos caminos hay, hijas, por donde puedan ir los hombres a llegar a ser ricos y honrados: el uno es el de las letras; otro, el de las armas. Yo tengo más armas que letras” o las que expuso en “Las dos doncellas”: “y seguir el camino de la guerra, por quien vienen, según he visto, a hacerse ilustres aun los de escuro linaje”. La escuadra buscó infructuosamente a los turcos y regresó a Nápoles, “yo pisé sus rúas más de un año” escribió en el “Viaje al Parnaso” Cervantes.

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   En tanto que la armada invernaba, el papa, España y Venecia, acordaron su derrama (un 1/6, 3/6 y 2/6 respectivamente) y llegó su hermano Rodrigo junto a varios conocidos. En septiembre de 1571 la flota cristiana buscó a la musulmana, a la que halló el 7 de octubre en Lepanto. A las 2 de la madrugada se izó el estandarte de la Liga en el palo mayor de la nave capitana y don Juan de Austria exclamó: “Aquí venceremos o moriremos”. Hacia las cuatro de la tarde, cuando Alí Pachá murió de un arcabuzazo -otros creen que se suicidó-, la batalla estaba decidida.

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   El otomano fue decapitado y a continuación se ensartó su cabeza en una pica con el fin de mostrar la victoria. “Fueron unos quince mil cristianos los que aquel día alcanzaron la ansiada libertad, que todos venían al remo de la turquesca armada” escribió el Manco de Lepanto en el “Quijote”, ya que al parecer recibió una herida en el brazo izquierdo que le hizo perder el movimiento de la mano, de la que dijo: “la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlo Quinto, de felice memoria”.

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   Decimos “parece” que fue herido por dos causas: primera, porque el propio Cervantes se mostró ambiguo acerca de su intervención en la batalla, “presente estuvo mi persona al hecho más de esperanza que de hierro armada”; segunda, por los testimonios dados por los alféreces Mateo Santisteban y Gabriel de Castañeda el 17 de marzo de 1578 a petición de la familia de Miguel a fin de rescatarlo del cautiverio. Claro que pudieron perjurar como hizo su madre declarándose “viuda” ante el Consejo de la Cruzada para que le allegaran dineros con que liberar a sus hijos.

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   Mateo: “Que saue y es verdad que quando se rresconosció el armada del turco en la dicha batalla nabal, el dicho mi. de Cerbantes estaua malo y con calentura y el dicho su capitán y este testigo e otros muchos amigos suyos le dixeron que pues estaua enfermo, y con calentura, que se estubiese quedo, abaxo, en la cámara de la galera”. Gabriel: “El dicho Miguel de Cervantes estaua malo con calentura, y este testigo bió que su capitán y otros amigos suyos le dixeron, que pues estaua malo, no pelease e se retirase abaxase debaxo de cubierta de la dicha galera porque no estaua para pelear”.

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   Con cartas de recomendación de don Juan de Austria y del duque de Sessa, Rodrigo y Miguel se embarcaron en 1575 para regresar a España. Abordada su galera, fueron hechos prisioneros y llevados a Argel, donde las misivas confirieron a Miguel rango de notable y fue valorado en quinientos ducados. Las circunstancias de los retenidos se conocen por su pluma, por ejemplo a través de la historia del Cautivo en el “Quijote”: tenían cierta libertad, los frailes presos predicaban y hasta se representaba algo de teatro. ¿Cómo trataban los cristianos a los moriscos en España? Eso es harina de otro costal (Cervantes creyó conveniente su expulsión), pero léase la historia de Ricote también en el “Quijote”, conmueve.

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   Al ser rescatado por los trinitarios, llevaba cinco años y un mes preso y había intentado fugarse cuatro veces sin delatar jamás a sus compañeros. En su segunda intentona pasó cinco meses oculto en una gruta, lo que resulta tan inexplicable como el que renunciara a la libertad cuando tuvo ocasión de ser redimido o el que Hasán lo perdonara tras su cuarta evasión. Se habla de encaprichamiento, de homosexualidad, y se alegan a tal fin los casos ambiguos que discurren por sus obras pero por el momento solo se trata de especulaciones. Pisó Denia en octubre de 1580 y de la orden que pesaba contra él no se vuelve a tener noticias. En 1590, adjuntando su hoja de servicios, solicitó alguno de los puestos vacantes en Ámerica. "Busque por acá en qué se le haga merced" fue la respuesta que recibió.
  
Simbiosis, Antoni P. Vidal


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