Mostrando entradas con la etiqueta La música en el cine. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta La música en el cine. Mostrar todas las entradas

miércoles, 17 de marzo de 2010

LA LUZ Y LA MÚSICA


LA REDENCIÓN POR EL ARTE

Antonio Campillo Ruiz

   No se debe pasar por alto la importancia que posee en “Los Chicos del Coro” (“Les Choristes”) de Christophe Barratier, 2004, el descubrimiento del arte de la música para los muchachos que soportan unas duras condiciones de disciplina y vida.

   La revelación y el hallazgo de poder realizar algo bello en sus tristes existencias, salvo muy pocas excepciones, eleva el espíritu de unos adolescentes que no ven el final del oscuro túnel en el que se hallan. “Cabeza huevo” es quien con su bondad, su comprensión y su pasión toca los acordes de las almas solitarias encerradas en un cuerpo sin suerte, en un internado sin metas y en una sociedad sin valores emotivos.

   La música es la escondida protagonista que sobresale como filtro mágico de los nerviosos garabatos negros sobre el pentagrama que, durante sus horas de descanso, escribe con un constante e inusitado afán el compositor, el maestro. Ella es la redentora. Ella es quien hace la luz en el oscuro futuro. Ella construye una enorme barrera que separa el desarraigo y la miseria del amor.


viernes, 5 de febrero de 2010

LA MUERTE y LA MÚSICA SEGÚN JOHN BOORMAN


“EXCALIBUR” de John Boorman.

Antonio Campillo Ruiz

Desde que visioné por primera vez “Excalibur” siempre he dicho que era una de las películas que me hubiese gustado realizar. Los poderosos planos de todo su metraje contando la fantasía artúrica, las diferentes músicas y las relaciones humanas son el ejercicio de una verdadera obra magistral.

El encuentro, el amor y la redención de Lancelot du Lac, el perfecto y extraño guerrero al que se le ofrece un lugar en la Tabla Redonda, representan el pragmatismo de una realidad convulsionada por las ansias de poder y la justificación de la unión alrededor de un líder.

Pero el espíritu, representado por la magia y la muerte, es tan violento como potente son las escenas que lo representan. La doble muerte de padre e hijo, Arturo y Mordred, fruto este del incesto mágico del rey con Morgana, su hermana, para arrebatarle el preciado reino por ser su hijo, posee, además del horror de la muerte, una fuerza pocas veces representada en el cine. Por último, cuando Arturo ordena a Perceval que Excalibur vuelva al reposo y cuidado de La Dama del Lago, el sonido de la música de la Muerte de Sigfrido dota a las imágenes de una fuerza épica que sería muy difícil poder sentir por el espectador con otros acordes.

La Dama del Lago, en una secuencia maravillosa, guarda el símbolo de la unión, el poder y la justicia.






miércoles, 3 de febrero de 2010

ELVIRA MADIGAN y W. A. MOZART

ELVIRA MADIGAN

Antonio Campillo Ruiz

  No muy conocida, “Elvira Madigan” es una de las bellas, preciosistas, y sensibles películas rodadas en los años sesenta del siglo pasado. Se describe un drama romántico del director Bo Widerberg, protagonizado por Thommy Berggren y Pia Degermark, quien fue Palma de Oro a la mejor actriz por este papel en el Festival de Cannes de 1967.

  Su argumento es tan bello como triste. Es el retrato de dos amantes errantes en busca de un paraíso de libertad alejado del orden social establecido. Sixten, teniente del ejército sueco, deja su trabajo, su mujer y sus hijos para escapar con su amante Elvira Madigan, equilibrista de circo. Huyen a Dinamarca para vivir en plena naturaleza, al margen del mundo, pero cuando sienten el tormento del hambre vuelven a la dura realidad: su imposibilidad para subsistir les lleva a la situación límite de establecer un pacto suicida.

  La película relata una historia real, muy conocida en Suecia (como en España la de los amantes de Teruel). Los hechos ocurrieron en 1889 cuando el conde Sixten Sparre se suicidó después de haber matado a su amada, la equilibrista Elvira Madigan.
Esta triste pareja ha inspirado tres películas, pero la más famosa es ésta, que dio proyección internacional a Bo Widerberg. En su banda sonora, el concierto para piano nº 21 en do de W. A. Mozart es conocido popularmente como «Elvira Madigan».

NOTA: Se recomienda a los lectores interesados en visionar la parte seleccionada de esta película que lo hagan en pantalla completa (cuadrito con flechas, desde los vértices, en la parte inferior derecha de la imagen) ya que el formato es panorámico pero encuadrado en un rectángulo negro.

jueves, 21 de enero de 2010

PEQUEÑO HOMENAJE A SYDNEY POLLACK



“MEMORIAS DE AFRICA” de Sydney Pollack.

Antonio Campillo Ruiz

Las preferencias musicales del protagonista refuerzan en el espectador aspectos que no se pueden captar por medio de una cámara: el contraste de su especial sensibilidad con la “profesión” de aventurero y cazador. Aparentemente, solo se identifica el “Concierto para clarinete y orquesta en la K. 622” de Wolfgang Amadeus Mozart. Pero no es la única música que escuchamos de este compositor. En diversas escenas se expanden por la sala de proyección las sensaciones que viven los actores cuando suenan la “Sonata en la mayor (K. 331), Rondo alla turca”, “Tres divertimentos (K. 136, K. 137 y K. 138)” y  la “Sinfonía concertante en mi bemol mayor para violín y viola (K. 364)”. Sydney Pollack supo elegir un factor tan importante como eficaz en el lenguaje cinematográfico: la música.



lunes, 11 de enero de 2010

2001, UNA ODISEA DEL ESPACIO


LA NARANJA MECÁNICA


LA LEYENDA DE LA CIUDAD SIN NOMBRE


miércoles, 6 de enero de 2010