martes, 7 de febrero de 2012

LOST

LOS DÍAS PERDIDOS

Antonio Campillo Ruiz

Le mecanicien, Fernand Léger, 1918

   Pocos días después de haber adquirido una lujosa finca, Ernst Kazirra, volviendo a casa, avistó a lo lejos a un hombre cargando una caja sobre sus hombros, que salía de una pequeña puerta secundaria de la cerca, y la ponía en un camión.
   No le dio tiempo a alcanzarle antes de que se marchase. Decidió seguirlo en coche. El camión hizo un trayecto largo, hasta lo más lejos de la periferia de la ciudad, deteniéndose al borde de un barranco.
   Kazirra salió del coche y se aproximó. El desconocido descargó la caja del camión y, dando unos pocos pasos, la arrojó al barranco, que estaba lleno de miles y miles de otras cajas iguales.
   Se acercó al hombre y le preguntó:
   -Te he visto sacar esa caja de mi parcela. ¿Qué había dentro? ¿Y qué son todas esas otras cajas?
   El hombre lo miró y sonrió:
   -Todavía hay más en el camión para tirar. ¿No lo sabes? Son los días.
   -¿Qué días?
   -Tus días.
   -¿Mis días?
   -Tus días perdidos. Los días que has perdido. Los esperabas ¿verdad? Han venido. ¿Qué has hecho? Míralos, intactos, todavía enteros. ¿Y ahora?
   Kazirra miró. Formaban una pila inmensa. Bajó por la pendiente escarpada y abrió uno. Dentro había un paseo de otoño y al fondo Graziella, su novia, que se alejaba de él para siempre. Y él ni siquiera la llamó.
   Abrió un segundo. Había una habitación de hospital y en la cama su hermano Giosuè, que estaba enfermo y le esperaba. Pero él estaba en viaje de negocios.
   Abrió un tercero. En la verja de la antigua y mísera casa estaba Duk, el fiel mastín, que le esperó durante dos años hasta quedar reducido a piel y huesos. Y él ni pensó en volver.
   Sintió como si algo le oprimiese en la boca del estómago. El transportista se mantuvo erguido al borde del barranco, impasible, como un verdugo.
-¡Señor! -gritó Kazirra- Escúcheme. Deje que me lleve al menos estos tres días. Se lo ruego. Al menos estos tres. Soy rico. Le daré todo lo que quiera.
   El transportista hizo un gesto con la mano derecha, como señalando un punto inalcanzable, como diciendo que era demasiado tarde y que ya no había ningún remedio posible. Entonces se desvaneció en el aire y al instante también desapareció el gigantesco cúmulo de cajas misteriosas. Y la sombra de la noche cayó.
Dino Buzzati

10 comentarios:

  1. Lo había leído hace ya tiempo, y me impacta hoy lo mismo que me impactó antes.
    El tiempo perdido no se recupera y, lo que es más sangrante, tampoco la posibilidad de enmendar nuestras omisiones con quienes nos han querido y hemos querido, que eso sí duele, y mucho.

    Fantástico texto para la reflexión, querido Antonio.
    Un fuerte abrazo.

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  2. Un magnifico microrelato que te hace pensar en los días perdidos o no ofrecidos.

    Me ha traído también a la cabeza el libro de Michael Ende, "Momo" y sus ladrones del tiempo, sus hombres grises convenciendo a los habitantes de la ciudad para que ahorrasen tiempo que luego se les devolvería....

    Como apreciamos el tiempo cuando envejecemos y pensamos en el que perdimos.

    Magnífico el cuadro de Léger.

    Un saludo para tí y María Luisa.

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  3. Así es, Amando. Traguemos saliva y reflexionemos. Preguntémonos cuántas cajas nuestras han llenado pozos hasta el brocal.
    Ahora, cuando los paquetes ya están cerrados querríamos desembalar una, una sola, aquella del día...

    Un fuerte abrazo, Amando.

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  4. Relato que obliga a reflexionar, Antonio. Muy gráfico. MB

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  5. Pero, ¿debíamos tratar de enmendar lo que nos parece, hoy, mucho tiempo después, lo bueno y lo malo según el pasado vivido, el querido o el que ahora viviríamos?
    Creo que un exagerado tanto por ciento, Isabel, de acontecimientos "serios" del pasado nos parecen hoy bastante pueriles.
    Por supuesto, habríamos debido de enmendar acciones de todo tipo... pero con la visión actual, no con la pasada. Por ello nos comportamos como lo hicimos.
    Si se ha vivido, creo que de nada vale arrepentirse de la vida. Lo pésimo es no haber vivido y tratar de rescatar el pasado desde el futuro.

    Un fuerte abrazo, querida Isabel.

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  6. Tienes toda la razón, Elpresley.
    Los días pasados, por más que nos empeñemos, no existen. No existen.
    Creemos que no es así porque de ellos nos aprovechamos para recordar sólo aspectos que han impactado fuertemente en nuestra mente, buenos o malos.
    Y, en "Momo", como muy bien dices, el ahorro de tiempo nunca consigue réditos y se pierde entre los dedos de la vejez.

    Un fuerte abrazo, Elpresley.

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  7. Así es, Enrique. Cada uno reflexiona sobre su grupo de cajas, llenas o vacías.
    La cuestión es que estos relatos, estos cuentos, estos razonamientos espléndidos, debían leerse en la pubertad para aplicarlos debidamente a lo largo de la vida.
    Es posible que de esta forma, el número de cajas llenas de acontecimientos no experimentados disminuyesen drásticamente.

    Un fuerte abrazo, Enrique.

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  8. Estimado Antonio: Como siempre muy bueno: Uno de los comentarios dice TRAGUEMOS SALIVA. Y déjame contarte una respuesta a un señor de Portugal, que quizás no tenga mucho que ver, pero no se, te lo cuento: Mas o menos así: Tengo casa, millones no. Puedo alimentarme todos los dias, Millones no. Miro el amanecer y me emociona, millones, al ver el amanecer, solo piensan en cuanta sangre correrá ese dia. Miro el atardecer, y me emociono, y millones solo ven el terror de la noche, pensando en cuanta mas sangre o hambre tendrán mañana. Que Dios lo bendiga. Rubén

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  9. Evidente, Rubén. Es la desgracia más importante de este mundo dirigido, esquilmado y destruido, por esa especie llamada humana.
    Los días perdidos en la ayuda a los demás son poco rentables. Los días perdidos amasando fortunas con el sudor y sangre de los demás son muy rentables.

    Un abrazo, Rubén.

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