lunes, 7 de mayo de 2018

HELIOTROPOS


REALIDAD, FÁBULAS Y FICCIONES

Antonio Campillo Ruiz

"La historia no se estudia
para aprender del pasado,
sino para liberarnos de él."

Yuval Noah Harari

 Quentin Massys

   Atrapado en una inmensa maraña de relatos, fábulas, ficciones y convencionalismos, que conforman una fantasía denominada sistema social, el ser humano actual cree en todas y cada una de ellas atribuyendo al conjunto el nombre de realidad. Algún día deberemos admitir que la Biología no tiene la suficiente información para explicar todo el proceso de la vida y, por tanto, su posible influencia en la sociedad. Para poseer una visión completa de la influencia de la vida humana en la realidad cotidiana necesitamos la Antropología, la Filosofía, la Sociología, la Historia... Ninguna de ellas posee respuestas iguales y, a veces, ni tan siquiera semejantes. Sin embargo la respuesta a una pregunta obvia: ¿Qué es real?, las necesita a todas.


   Una inmensa superposición de relatos, fábulas y ficciones han edificado los cimientos para construir ideologías, jerarquías e incluso modelos de naciones. Sí, parece una idea muy poco ortodoxa pero todos los conflictos que la Humanidad padece son el resultado de interpretaciones contradictorias de relatos comunes, de convencionalismos que, supuestamente, han favorecido la evolución, el progreso y el llamado bienestar. Se posee más alimentos pero tan mal repartidos que el hambre no ha sido una desgracia en la vida de nuestros ancestros, es una desgracia actual. Los pobres no interesan y gran parte del excedente alimenticio se utiliza para el engorde de ganado, en condiciones de vida de dudosa plenitud, que será sacrificado para consumo de los humanos que posean los recursos para acceder a ella o de otros animales.  A la vez, la calidad de diferentes empleos genera, alguna vez, una posible mejora en la vida del trabajador pero, por simple comparación, podemos comparar la calidad del empleo cuando se utiliza una máquina ruidosa, en un lugar inhóspito y caluroso, día tras día y el trabajo desarrollado en un entorno ofrecido por un cultivo en plena Naturaleza. Es posible que en el primer caso el beneficio sea mayor pero es tan embrutecedor que la merecida mejora para el hombre nunca llegará. Mientras, en el segundo caso, la estabilidad mental y el disfrute se transforma en el placer buscado. Poseemos más medios para vivir pero en peores condiciones con respecto a trabajos del pasado.  


   La Biología nos transmite el concepto de evolución. Las personas no han sido creadas, evolucionan, precisamente por ello no son iguales. Así, cada una de ellas ha configurado un relato personal para hacerse entender con otras, estableciendo su propia capacidad para decidir sobre ficciones o relatos más generales con los que han tratado de condicionar su evolución. Con ellos, se ha crecido y contra ellos se establece el principio de defensa a través del derecho a decidir. Durante el principio de las asociaciones humanas, en la Prehistoria, los homínidos, recolectores y cazadores, se agruparon para defenderse de todo tipo de patologías, desde las fisiológicas hasta las confusiones generadas por muchos de ellos para obtener una determinada preponderancia, bien, en el poder, bien, en la calidad de vida personal. Desde entonces, sí, podemos decir que el denominado nivel de vida ha mejorado. Lo inseguro es que los descendientes de aquellos homínidos, nosotros, seamos más felices que fueron ellos debido a que el bienestar material, actual ficción adorada y deseada, no ha aportado al hombre moderno la fortaleza psicológica suficiente para evitar la desintegración familiar o de las comunidades establecidas, actuales fábulas que sostienen la endeble potencia de la sociedad.


Quentin Massys

   Que el hombre está cada día más alienado, más solo y más aislado es un hecho difícil de rebatir. Se crean necesidades que aportan, entre otras, la fábula del bienestar, induciendo inmediatamente a la insensibilidad y sus duros efectos: la inoperancia de todas las actividades que ficticiamente conllevan placer, objetivo último de cualquier actividad contemplativa o creativa. Sin embargo, la Naturaleza posee un equilibrio que renace constantemente porque no necesita ni fábulas ni ficciones ni relatos que adocenen y adoctrinen. El equilibrio de los seres vivos en estado natural contrasta con el desprecio que el hombre realiza de él, siendo que, por el contrario, el desequilibrio humano en la sociedad moderna es evidente.  


   Empresas, naciones, derechos humanos, dioses…, se han construido, en nuestra forma de vida, como relatos, ficciones, fábulas y convencionalismos. Esto no significa que no sean importantes. Son extremadamente importantes por estar basados en la necesidad de creer. Es la convención por la que un hecho, motivo o resultado es creíble y está garantizado. Este es el caso concreto del dinero: un convencionalismo en el que creemos y produce un resultado que posee unas consecuencias reales. La construcción de nuestra forma de vida está basada sólo en estos elementos que acaparan la atención pero no consiguen ninguno de los objetivos que nos podemos plantear en la vida. Así, es de crucial importancia saber distinguir entre ficciones que, en general, poseen un fondo cultural y temporal. No hacerlo nos puede conducir a la pérdida de la realidad creada e inducida.


   Crecimos escuchando historias que comenzaron a contradecirse entre sí y a crear confusión cuasi instantes después de ser enunciadas. Asumimos o replicamos prejuicios que nos enseñan sin tener en cuenta que echando un vistazo a la Historia se consigue detectar su falsedad. Es un hecho que la Historia jamás se repite porque nunca se repetirán con exactitud las condiciones que dieron motivo para que un suceso tenga lugar con idénticas consecuencias a cualquier otro anterior. Entender cómo se ha construido una historia, relato, fábula o ficción, supone ser capaz de no aceptar la influencia que posee sobre uno mismo, a pesar de que los relatos oficiales pueden poseer una credulidad mayor que la derivada de la propia opinión. Nos defenderemos mejor de las ideas confusas cuando observemos la diferencia entre ellas y la realidad que debemos desentrañar sin demasiada ayuda externa. La mejor prueba para  saber qué es real y qué es un relato se basa en preguntar ¿quién sufre y cuánto sufre? ¿Sufre el Estado cuando varios de sus ciudadanos tienen un mal? No, sufren quienes lo padecen. Esto es real, el Estado es una fábula; cuando la banca quiebra, ¿sufren los bancos? No, sufren los impositores que pierden sus recursos. La banca es una ficción. El grave problema de los humanos es que adoptamos la perspectiva de quienes nos ha enseñado que las fábulas y ficciones que soportan un sistema material que no aporta ningún beneficio, padecen los males que soportan en la realidad los verdaderamente perjudicados: las personas.


   Nuestro sistema económico está basado en el crecimiento y no en la sostenibilidad, en el equilibrio,  principio que rige en la Naturaleza. Sin embargo, se necesita crecer y crecer cada vez más, se necesita no colapsar a ninguna de las fábulas o ficciones que soportan el organigrama. Es preciso desear más, producir más y por tanto, consumir más. De esta forma se conserva el sistema y se consigue que si todos producimos más, consumiremos más, ganaremos más dinero por esas transacciones y seremos todos muy ricos. El resultado salta a la vista: la realidad es que cada vez hay menos para más gente. Desafortunadamente, la única ficción que funciona como una realidad, aun siendo un convencionalismo, en todas las culturas, es el dinero.

Antonio Campillo Ruiz

Marinus van Reymerswale




4 comentarios:

  1. Realmente un texto con mucho contenido para reflexionar y para opinar. No es fácil a través de este medio exponer todo lo que provoca su lectura.
    Solo dos cosas:
    1- No estoy totalmente de acuerdo en que el hombre esté cada vez más solo.
    2- La naturaleza también "se desequilibra" en bastantes ocasiones y somete a los humanos a catástrofes terribles.
    Tema interesante, complejo.
    Un saludo.

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  2. Como siempre que te leo sé que tus letras se me comerán media mañana, porque alguna línea certera pondrá en marcha los motores y tendré que acabar sentándome a escribir lo que se me ocurre mientras hago croquetas.
    Así ha pasado hoy. Ver esa frase en que comparas la calidad de ciertos empleos, en campo o ciudad, y recordar a dos hombres que por poco pierden la vida por una depresión extrema al ser arrancados de la Naturaleza a la fuerza, me ha barrido el pensamiento.

    Uno fue el padre de una compañera de colegio, pescador en el cercano barrio de la Barceloneta, al que por presiones familiares le hicieron dejar su barca y sus redes para ocupar un puesto en una línea de montajes eléctricos. Ya sabes, un sueldo fijo en ese trabajo que cantaba Serrat: "Soldar rojo con rojo y no saber por qué".
    Otro, el dueño de una Casa Rural que había vuelto a la montaña después de vivir unos años trasplantado a Barcelona desde la Sierra del Cadí, a 20 km de Andorra, obligado por la familia y los hijos estudiantes a irse a la ciudad tras deshacerse de su ganado y sus tierras donde la vista se perdía en el horizonte, para vender hilos y bragas a una mercería de 20 m2. en el barrio de Gracia.

    Perder la convicción de que tu trabajo sirve para un fin y de que dominas el recorrido de tu esfuerzo, produce una grieta irrecuperable. De que los árboles conocen tu nombre y tú los de cada pescado que sacas de la red. Despojado del horizonte, de que tu vista pueda esconderse tras una ola, nube o pico nevado. Desnudo de tus conocimientos milenarios que te indican de dónde viene el viento y del porqué el cerco de la luna te informa de si mañana lloverá y cuánto, no está claro que sobreviva tu lucidez.

    Si tu mente resiste el que tu mirada se golpee una y otra vez contra las paredes, tras pasar unos años sentado ante la línea de montaje es posible que sepas por fin, el porqué el hilo siete se suelda con el cinco, y el cuatro con el tres. También, con suerte, sabrás que las tallas de las bragas de hilo van de cuatro en cuatro. Hasta ahí. Pero quizá por el camino habrás perdido tu alma.

    Un mal negocio, Antonio.

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  3. Ay, querido amigo, yo debo confesaer que biológicamente me siento perfecto desde que me instalé en aquello de la "Vehemencia de la ignorancia", ya sabes, cuanto más ignorante, más feliz.
    Magnífico artículo, profesor, éste debiera leerse en todas las escuelas de cualquier edad.
    El vídeo, ya sabes, como diría un amigo de mi infancia ... "Te lo mango"
    Feliz jueves

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  4. Me permito hacer un comentario al comentario, con permiso de nuestro anfitrión
    Ana María, las historias de los hombres que tan bien cuentas, me recuerda a la de Salvatore Roncano, el protagonista de La sonrisa etrusca. Arrancado de su tierra calabresa para enfrentarse a la vida en una gran ciudad. Qué preciosa historia. Al final solo el amor le salva. El de Brunetino, su nieto, y el de una mujer (no recuerdo el nombre).
    Un saludo a todos los contertulios.

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