miércoles, 7 de julio de 2010

UN PLACER NARRATIVO


TURISTAS Y VIAJEROS

Antonio Campillo Ruiz


Audrey Wells, nacida en 1960, tiene casi la misma edad que Frances (Diana Lane). La entiende, sabe apreciar su esfuerzo por salir de un personal cataclismo y es tan emprendedora como ella. Guión, dirección y producción han sido los trabajos desempeñados por Audrey en esta película. Se volcó en ella desde el momento en el que cambió, inventó y reescribió el bestseller escrito por la verdadera Frances Mayes. “Bajo el sol de la Toscana” de Audrey Wells, 2003, es una historia de mujeres, escrita por una mujer, realizada por otra e interpretada por una tercera.


Para una escritora con principio de depresión y no mucho dinero es un reto evolucionar y dejarse llevar por la magia de gentes desconocidas y costumbres por descubrir. Esto es lo que pretende la protagonista, Frances, cuando se encuentra en la exuberante Toscana italiana.




Los “desastres emocionales”, no excesivamente grandes para ella, solo pueden ser solucionados con una paz que no se encuentra en el ambiente común. Cortona, junto con Positano en la costa, son los dos pueblos en donde la vida fluye con otro espíritu, con unas gentes que chillan, piropean y ensalzan sin ningún reparo la belleza femenina. Un halago y un problema.


Bramasone, “la casa con ansia de sol”, cambia a la vez que cambia Frances. Su jardín, sus arreglos artesanos y su potencia ante todas las posibles adversidades, son el espejo en donde se refleja el alma de su dueña. Es una protagonista más de la narración y del fluir firme y sosegado, bello y rudo, alegre y triste, del paso del tiempo y del lánguido fundido de una estación con otra.


La magia de vecinos, amigos y nuevos amores, se manifiesta reiteradamente y con la parsimonia de la tranquilidad. Familias y vecinos repiten día a día sus costumbres, sus rituales, y nunca, nunca dejarán de hacerlos si no es por un mal presagio o cualquier otra tradición que se lo impidiera. 


Cambiar de casa, amigos y país no es fácil. Puede que este cambio se produzca en el instante en el que un turista deja de serlo para alcanzar el noble título de viajero. Paul Bowles ya explicaba esta transformación poco normal en 1949 cuando escribió su primera novela, “El cielo protector”.







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