martes, 5 de octubre de 2010

FANTASIAS ADULTERINAS

FLAUBERT

María Luisa Arnaiz Sánchez

Retrato de una dama española, Gustave Courbet
 
   Gustave Flaubert comparó a la célebre protagonista de “Madame Bovary” con una pálida dama de Barcelona. Esta es la propuesta de Xavier Therós al insinuar que Flaubert pensaba en el “Retrato de una dama española", cuadro pintado por Gustave Courbet en 1854, con el fin de delinear la figura de Emma Bovary, la protagonista de la obra que causó un inusitado escándalo y que sufrió un proceso por “atentar contra la moral y la religión” cuando se publicó en 1857. El escrito que sigue está trufado y rehecho con la realidad. O se esclarecen los gazapos, o se sigue la nueva ficción.

Misia Sert, Édouard Vuillard
 
   Joseph Xifré había amasado una gran fortuna en Cuba y, cuando llegó a Nueva York en 1818, decidió casarse con Judith Downing, la hija de su agente en la Bolsa. La veintena de años que separaba al cuarentón, había nacido en 1777, de la belleza americana no podía ser motivo de disentimiento en pleno siglo XIX, ni despreciables los dineros del rico catalán, que tenía la exclusiva en la exportación de cuero de la isla y empezó a comerciar con otros productos, azúcar y café, con España y los Estados Unidos de América. Después de la boda el matrimonio se instaló en Cuba, donde tuvieron un hijo pero, transcurridos once años, el comerciante sintió añoranza de su tierra y volvió a Barcelona. Allí levantó el edificio conocido por Casa Xifré, situado enfrente de la Lonja y terminado en 1840, en cuyos bajos, los Porxos d’en Xifré, sigue el famoso café “Set Portes” desde el día de su inauguración y en cuya planta superior vivió Picasso.

El bar de Folies Bergère, Manet

   Al no agradarle la Ciudad Condal, Judith abandonó a su marido y se instaló en París. Una vez en la capital francesa, fue asiduamente invitada a los mejores salones de la burguesía y se hizo amante de Stendhal, que unos años más tarde visitó Barcelona, se alojó en el hotel Quatre Nacions y dejó testimonio de su estancia en su obra  “Recuerdos de un turista”, término este último que acuñó el escritor. Luego fue la querida de Prosper Merimée, que estuvo en Barcelona el año siguiente de publicar su novela “Carmen”, después libreto de la ópera homónima de Bizet y, cuando Gustave Courbet se convirtió en el blanco de las burlas de Téophile Gautier y de Merimée tras exponer “Las bañistas”, el padre del Realismo, en venganza tal vez, decidió pintar el “Retrato de dama española”, precisamente en el momento en que Judith regresó a Barcelona. Esta vivió feliz con su marido dos años más, tiempo en que el filantrópico indiano dotó a su ciudad del Cuerpo de Bomberos y pasó a mejor vida.

Mujer con sombrero de plumas, Picasso
 
   Doy por conocida la extraordinaria novela “Madame Bovary”, que leí de tapadillo sin que nadie me lo exigiera. El conflicto adulterino, sobre el que casi pasaban de puntillas los profesores, era bastante motivo para buscarla en la biblioteca. Como Emma enloquecía al igual que don Quijote por la lectura de novelas, bastaba para decir que el personaje de ficción vivía de la fantasía y cuatro tópicos más. Sin embargo, nadie me dijo entonces que la gran habilidad narrativa de Flaubert residía en sugerir, no en contar. Así, el famoso episodio, en que Emma y León dentro de un fiacre dan vueltas y vueltas por las calles de Rouen sin que el autor pueda comunicar qué sucede en el interior, exaltaba la imaginación de quienes por la censura una y otra vez leíamos el pasaje más erótico puesto a nuestro alcance. No nos ocurrió lo mismo con “La regenta”, la castiza gran novela de Clarín que, por ser de obligada lectura, nos costaba leer. Dado que la obra tiene un enfoque distinto y se muestra en ella la necesidad transgresora de los carpetovetónicos en materia de religión, solo diré que Ana Ozores, envuelta en espiritualidad y frustración, se ve arrastrada a los brazos de un libertino al descubrir que era deseada por su confesor, un cura español de provincias muy al tanto del despecho de Ana e imagen invertida del cura provinciano francés que no comprendía los tormentos que Emma le confesaba.

Mujer de espaldas, Ingres
 
   Como se ha podido comprobar, la proposición de Therós permite rehacer historias a modo de trampantojo, en cambio lo sugerido por Flaubert desborda la percepción e invita a cualquiera a crear sus propios ensueños. Emma Bovary y Ana Ozores me han situado en la actualidad porque nunca podrán recomponer sus vidas quienes han sido víctimas de la pederastia y el estupro de curas católicos, como lo fueron ellas de la represiva moral católica de su momento, así que no les quedará otra cosa a esos forzados sino reescribir la  realidad para volverla ficción, lo contrario del pastiche con que he iniciado este escrito. ¡Qué horror!

Mujer yacente, Max Beckmann

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