domingo, 17 de abril de 2011

ALEVOSÍA

SIGNIFICACIÓN

María Luisa Arnaiz Sánchez
Antonio Campillo Ruiz


   El concepto de “decoro” requiere no solo que lo narrado haya de ser creíble sino también congruente con la realidad, es decir, en los relatos hay que evitar las contradicciones con el mundo que sirve de referente. Este criterio aristotélico, que influye en todas las fases del proceso narrativo, se acrisoló con el que formuló Tzvetan Todorov: el de INFRACCIÓN AL ORDEN, que implica comprobar las infracciones producidas en la estructura de significación a lo largo de un relato, con el fin de “llevar” a un significado específico. Para ello es preciso verificar:
 a) lo implícito y lo explícito
 b) el proceder en la ficción y en la realidad
 c) el desenlace
 

   Respecto del primer apartado, es sabido que Flaubert fue quien enseñó a todos los novelistas a servirse tanto de lo explícito como de lo implícito en el desarrollo de la acción. Ejemplo elocuente es la conversación de Emma Bovary y Rodolfo en medio de los comicios de Yonville. Charlando anodina pero comprometedoramente, ella, que desea ser seducida, expresa su insatisfacción y el seductor su melancolía: “hablaron de la mediocridad provinciana, de las vidas que se ahogaban, de las ilusiones que se perdían…es preciso -dijo Emma- seguir…la opinión del mundo y obedecer su moral…Y le cogió la mano. Ella no la retiró. “¡Conjunto de buenos cultivos!” exclamó el presidente. -Hace poco cuando fui a su casa…“Al señor Bizet”…”. La relación sexual de nefastas consecuencias para la protagonista se está gestando a la luz pública.


   Pero, como es fácil de comprobar, lo que se oculta responde a una ideología, esto es: la burguesía se sustenta en la indisolubilidad del matrimonio y tolera el adulterio, las adúlteras no merecen ninguna consideración social, los hombres burlados son acreedores de favor pues se les ha infligido un daño, la mujer es una menor a la que hay que llevar de la mano, etc. Luego lo implícito juega el mismo papel que lo explícito y es necesario tenerlo en cuenta al entretenerse con una novela, película, partitura, o “tragando” televisión. Amparándose en la peripecia de la novela, los cancerberos de la moral llevaron a Flaubert ante los tribunales, algo típico de quienes ven peligrar su poder, pero la superioridad de un autor se muestra especialmente en lo que elude y, conforme a esto, es paradigmático el encuentro amoroso de Emma y León en el fiacre que no cesaba de dar vueltas por las calles de Rouen y que habían tomado después de las once en la catedral.


   “-¡Vete a buscarme un coche!...Se quedaron solos unos minutos frente a frente y un poco confusos.
-¡Ah León! ¡Verdaderamente no sé si debo!..-¡En París sí se hace! Y estas palabras, como un irresistible argumento, la hicieron decidirse…-¿A dónde va el señor?, preguntó el cochero. -¡A donde usted quiera!, dijo León metiendo a Emma en el coche. Y la pesada máquina se puso en marcha. Bajó por la rue Grand-Pont, atravesó la Place des Arts…-¡Siga!...Entró al galope en la estación…-¡No, siga derecho!...Se paró por tercera vez ante el Jardin des Plantes. -¡He dicho que siga!...En pleno campo, cuando el sol pegaba fuerte en los viejos faroles plateados, salió una mano desnuda por debajo de las cortinillas de lona amarilla y tiró unos pedacitos de papel, que se dispersaron al viento…Por fin, hacia las seis, el coche se detuvo en una callecita…y se apeó de él una mujer que bajando el velo, echó a andar sin volver la cabeza.


   Pues bien, con la intención de sugerir la bondad del perdón y de aceptar la contradictoria existencia, Galdós contó en “El abuelo” las consecuencias de un engaño matrimonial. Cuando José Luis Garci llevó a la pantalla esta obra bajo el mismo título, escamoteó hasta tal punto la compleja situación creada por el escritor, que presentó una dualidad moral que hacía incomprensible la crónica familiar: los ricos son los buenos; don Rodrigo y el maestro “eligen” a la nieta espuria basándose en una corazonada y la legítima desaparece; el prior, por interés impropio en un católico, permite encerrar al viejo y resarce este “pecado” revelando la verdad, etc. Por tanto, fuera del añadido religioso no imputable a Galdós, lo implícito evidencia la ideología conservadora y burguesa del laico que no se cuestiona nada y silencia su conciencia. 


   En cuanto al segundo apartado, examinemos “La verdad del caso Savolta” de Eduardo Mendoza, obra cuyos hechos se desarrollan en 1918 en Barcelona, donde la clase obrera reivindica mejoras que la burguesía pretende evitar, llegando incluso a contratar a matones para “disuadir” a los subversivos. El autor inventa las circunstancias  pero, gracias a la manipulación de la realidad y al desenlace, que revela que los culpables venían de fuera -tópica justificación basada en lo foráneo como malo-, el urticante protagonismo de parte de la sociedad catalana en la represión de los trabajadores se asumió por los catalanes. Por consiguiente, las infracciones entre ficción y realidad demuestran la consecución de un fin premeditado. 


   El mismo tipo de vulneración se observa en “You’re the One” de José Luis Garci. En la historia de la innominada posguerra española se evocan personajes y situaciones, expresamente edulcorados por el autor, respecto de lo que fue sin lugar a dudas una época trágica. Así, resulta inverosímil la figura del guardia civil que, en la zona de los maquis y en 1946, tolera paternalmente las andanzas de los rojos de la localidad, o la del cura, o la soflama con que la tía Gala instruye a los fascistas acerca de la libertad. Sin temor a dañar la memoria histórica, Garci elimina todo lo que puede molestar a los levantiscos en aras de la hegemonía conservadora y rinde tributo a “Sospecha” de Hitchcock, “Si no amaneciera” de Mitchell Leisen, “Tú y yo” de Leo McCarey, “Sucedió una noche" de Capra y “Gunga Din” de George Stevens.


   Antonio Elorza desaprobó en enero de 2001 la tergiversación de los hechos históricos en las creaciones artísticas, basándose en el concepto de Teodorov, ya que no cabe aducir neutralidad ideológica cuando la realidad se manipula. Tras la Segunda Guerra Mundial se realizaron magníficas películas como “La tierra tiembla” de Visconti, “Ladrón de bicicletas” de Vittorio de Sica, o “Roma, ciudad abierta” de Rosellini, porque cristianismo y comunismo, ¡qué diferentes ideologías!, se aliaron en pro de la liberación. Hoy priva otra cosa pues, en películas como “Harry, el sucio” de Don Siegel, la transgresión de las leyes por la policía es aprobada para justificar la violencia institucional. El “dejar hacer”, ética propia de los gobiernos conservadores que pretenden que los ciudadanos no defiendan los derechos individuales, subyace tras ese delito.


   Con todo, la infracción del desenlace lógico es el desafuero más empleado. Las violaciones en este apartado son muy frecuentes porque permiten que se acepte lo contado. Umberto Eco convirtió en piedra de toque este último desajuste, llamándolo la “estrategia de la consolación”. El ejemplo que utilizó Todorov para ilustrarlo fue el de Dickens: este escritor mostraba en sus novelas las miserias de la sociedad organizada para producir pingües beneficios a los ricos y en el desenlace sacaba al protagonista de su miserable condición y lo colocaba en un estatus acomodado. Esa ascensión social de última hora satisfacía a la gente a pesar de haberse infringido lo que la lógica dictaba. 


   “Cadena perpetua” de Frank Darabont, basada en “Rita Hayworth y la redención de Shawshank” de Stephen King, es considerada un hermoso canto a la amistad, a la libertad, sin embargo su desenlace resulta ilógico. Que Red -Morgan Freeman-, al que le denegaban la libertad sistemáticamente cuando alegaba estar rehabilitado, viole la condicional después de cuarenta años de encarcelamiento por creer en Andy -Tim Robbins- que, injustamente condenado, logra escapar del penal de Shawshank, nos parece la compensación al suicidio lógico de Brooks Hatlen -James Witmore- solo en la calle después de cincuenta años de reclusión. 

 
   Aunque el público se sienta satisfecho con ese final y se sugiera algo tan falso como que la confianza se puede generar donde existe la intimidación, donde falta la libertad, para nosotros es claro lo que el mensaje entraña: lo gregario es preferible a la soledad y olvídese de las injusticias, de la corrupción, de lo “políticamente incorrecto”.  ¡Cómo se adormece al mundo! ¡Qué conformismo! Así pues, cuanto mayor sea la tensión entre la acción y el final feliz, el éxito estará asegurado -en cine el caso de Spielberg-, de lo contrario se hallará indiferencia -casos de Welles, Peckinpah o Coppola-.  En  consecuencia, toda creación procura un grado de aceptabilidad superior al que admite la lógica de la acción.   


NOTA: Las imágenes son pinturas de Claude Monet.

 
 Es muy recomendable visionar el vídeo a plena pantalla.


Es muy recomendable visionar el vídeo a plena pantalla.

4 comentarios:

  1. Excelente ejemplificación literaria y cinematográfica de los postulados de Todorov que considero más que consistentes: la infracción al orden de lo lógico, esperable o lineal, siempre es garantía de trama interesante y éxito del relato.
    La vida real no es muy ajena a estos postulados.

    Monet, fascinante.
    Un abrazo.

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  2. Mª Luisa y Antonio18 de abril de 2011, 9:55

    Descartando el azar que no mueve voluntades, tienes razón en cuanto a la realidad, Marisa. Hay que ver la de acontecimientos verídicos que “tuercen” los intereses. Por ejemplo y de actualidad, el caso de los niños “adoptados” tras la Guerra Civil española.

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  3. Hola Antonio, me ha llamado la atención tu apellido, precisamente mi suegro también es de Murcia, aunque vive en Valencia, y se llama Antonio Campillo.
    saludos.

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  4. Ricardo, he contabilizado siete personas que se llaman Antonio Campillo Ruiz, nombre y apellidos.

    Este apellido es usual en Murcia. ¿Por los campos y las peculiares terminaciones que se realizan con nuestro "murcianico"? Es posible.

    Me alegro que tu suegro se llame Antonio Campillo. Uno más en "la familia".

    He estado de paseo por "tus pensamientos". Me parece espléndido. Cuando lea más hablaremos.

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