ROSTROS Y SENTIMIENTOS

TERRAZA DE VERANO II

HAMBRE, RATAS Y HUMANOS

Antonio Campillo Ruiz

Las adaptaciones cinematográficas de textos de Miguel Delibes son tan perfectas porque su prosa es clara y elocuente. A los guionistas no debe resultarles muy difícil traducir a imágenes paisajes, gentes, costumbres. Y es muy difícil equivocarse ya que Delibes siempre estuvo supervisando los guiones de sus obras.

“Las ratas” de Antonio Jiménez Rico, 1998, a pesar de su realización cercana en el tiempo, explora, desentraña y ahonda con firmeza en la Castilla de unos años tristes, oscuros, donde sus gentes, fuertemente adaptadas a la naturaleza, subsisten gracias a tradiciones seculares, alguna de las cuales continúan perviviendo.  

El lento día a día en el que lo único por hacer es el trabajo para conseguir vivir cae sobre las cuatro estaciones de un año que obliga a las toscas gentes a adaptarse a los ciclos que condicionan su vida.

Se puede o no tener recursos, ser despierto o ignorante;. Se puede estar sumido en un mundo poco inteligible para quienes pretenden, con la lentitud de la desgana, realizar mínimos cambios excepto cuando los intereses personales se anteponen al atropello y la felonía. Se puede vivir de pasados y nimios recuerdos que reiteradamente despiertan interés entre algunos vecinos que ni siquiera tienen eso, un recuerdo. Se puede y debe dejar pasar el tiempo concedido por la naturaleza a cada uno.

Es Castilla. Es un rincón rudimentario y violento de la lucha contra la desolación y las incomprensibles normas de convivencia dictadas por quien nunca ha sentido ni una sola de las sensaciones vitales de los resquebrajados rostros de áspera barba, quemados y arrugados.

Es muy importante visionar el montaje a plena pantalla