EL VIAJE DE REMEDIOS
Antonio
Campillo Ruiz
Alyssa Monks
Uno de los
personajes más fascinantes de Macondo. Remedios es una mujer bellísima y
extraña, elemental y pura, que vive como ajena a la vida ordinaria. Su belleza
enciende el deseo de los hombres, pero aquellos que intentan consumarlo mueren
de forma inesperada. Veamos el poético final de la historia de tan insólita
mujer.
La suposición de que Remedios, la
bella, poseía poderes de muerte, estaba entonces sustentada por cuatro hechos
irrebatibles. Aunque algunos hombres ligeros de palabra se complacían en decir
que bien valía sacrificar la vida por una noche de amor con tan conturbadora
mujer, la verdad fue que ninguno hizo esfuerzos por conseguirlo. Tal vez, no
sólo para rendirla sino también para conjurar sus peligros, habría bastado con
un sentimiento tan primitivo, y simple como el amor, pero eso fue lo único que
no se le ocurrió a nadie. Úrsula no volvió a ocuparse de ella. En otra época,
cuando todavía no renunciaba al propósito de salvarla para el mundo, procuró
que se interesara por los asuntos elementales de la casa. "Los hombres
piden más de lo que tú crees", le decía enigmáticamente. "Hay mucho
que cocinar, mucho que barrer, mucho que sufrir por pequeñeces, además de lo
que crees." En el fondo se engañaba a sí misma tratando de adiestrarla
para la felicidad doméstica, porque estaba convencida de que, una vez
satisfecha la pasión, no había un hombre sobre la tierra capaz de soportar así
fuera por un día una negligencia que estaba más allá de toda comprensión. El
nacimiento del último José Arcadio, y su inquebrantable voluntad de educarlo
para Papa, terminaron por hacerla desistir de sus preocupaciones por la
bisnieta. La abandonó a su suerte, confiando que tarde o temprano ocurriera un
milagro, y que en este mundo donde había de todo hubiera también un hombre con
suficiente cachaza para cargar con ella. Ya desde mucho antes, Amaranta había
renunciado a toda tentativa de convertirla en una mujer útil. Desde las tardes
olvidadas del costurero, cuando la sobrina apenas se interesaba por darle
vuelta a la manivela de la máquina de coser, llegó a la conclusión simple de
que era boba. "Vamos a tener que rifarte", le decía, perpleja ante su
impermeabilidad a la palabra de los hombres. Más tarde, cuando Úrsula se empeñó
en que Remedios, la bella, asistiera a misa con la cara cubierta con una
mantilla, Amaranta pensó que aquel recurso misterioso resultaría tan
provocador, que muy pronto habría un hombre lo bastante intrigado como para
buscar con paciencia el punto débil de su corazón. Pero cuando vio la forma
insensata en que despreció a un pretendiente que por muchos motivos era más
apetecible que un príncipe, renunció a toda esperanza. Fernanda no hizo
siquiera la tentativa de comprenderla. Cuando vio a Remedios, la bella, vestida
de reina en el carnaval sangriento, pensó que era una criatura extraordinaria.
Pero cuando la vio comiendo con las manos, incapaz de dar una respuesta que no
fuera un prodigio de simplicidad, lo único que lamentó fue que los bobos de familia
tuvieran una vida tan larga. A pesar de que el coronel Aureliano Buendía seguía
creyendo y repitiendo que Remedios, la bella, era en realidad el ser más lúcido
que había conocido jamás, y que lo demostraba a cada momento con su asombrosa
habilidad para burlarse de todos, la abandonaron a la buena de Dios. Remedios,
la bella, se quedó vagando por el desierto de la soledad, sin cruces a cuestas,
madurándose en sus sueños sin pesadillas, en sus baños interminables, en sus
comidas sin horarios, en sus hondos y prolongados silencios sin recuerdos,
hasta una tarde de marzo en que Fernanda quiso doblar en el jardín sus sábanas
de bramante, y pidió ayuda a las mujeres de la casa. Apenas había empezado,
cuando Amaranta advirtió que Remedios, la bella, estaba transparentada por una
palidez intensa.
-¿Te sientes mal? -le preguntó.
Remedios, la bella, que tenía agarrada la sábana por el
otro extremo, hizo una sonrisa de
lástima.
-Al contrario -dijo-, nunca me he sentido mejor.
Acabó de decirlo, cuando Fernanda sintió que un delicado
viento de luz le arrancó las sábanas de las manos y las desplegó en toda su
amplitud. Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus
pollerones y trató de agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en
que Remedios, la bella, empezaba a elevarse. Úrsula, ya casi ciega, fue la
única que tuvo serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento
irreparable, y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios, la
bella, que le decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las
sábanas que subían con ella, que abandonaban con ella el aire de los
escarabajos y las dalias, y pasaban con ella a través del aire donde terminaban
las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para siempre en los altos aires
donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria.
Gabriel García Márquez
La evidencia eterna, Manolo Fuster,
1993
PUBLICACIÓN PROGRAMADA
Gracias querido Antonio, por traerme hermosos recuerdos. Leí "Cien años de soledad" a los quince o diéciseis años y fue una de las novelas que más me ha gustado. Cada persobaje femenino es un regalo. Reconozco que mis preferidos eran Úrsula, su hija Amaranta y algo menos Rebeca. Curioso, ya no me acordaba de Remedios, pero me bastó leer dos palabras para que volviese a mi memoria. ¿Sabes? No pierdo la esperanza de encontrar algún día mi Macondo particular. Un beso
ResponderEliminarAh! que hermoso final para una vida llena de misterio y amores imaginados! Si pudieramos acabar así, levitando en el ultimo minuto! espero y deseo que hayas recuperado tu habitual vista de lince. Un abrazo
ResponderEliminarGGM es genial, amigo Antonio y tú por traérnoslo aquí. (te lo robo, claro)
ResponderEliminarQue alegría me da este post. Recuerdo que muy jovencita leí Cien Años de soledad y no me enteré mucho pero todo el mundo decía que era buenísimo. Años más tarde, lo compré de nuevo y ¡que gozada! Desde entonces me convertí en una incondicional de todo los escrito y escribría García Marquez, incluso cuando volvió dedspues de años sin escribir tras recibir el Nobel con otro estilo.
ResponderEliminarLa realidad mágica en ese final de Remedios me resulta fascinante.
Antonio, una vez más, gracias por este espacio que nos brindas.
Un abrazo grande y feliz semana
Ah mira! lo estoy releyendo por enésima vez, porque a cada edad lo entiendo diferente... Es un personaje fascinante. Bueno ¿cuál no de todos?
ResponderEliminarAbrazo.
Tengo algo para ti en mi blog.
ResponderEliminarUn gran beso querido amigo
Lo lei cuando era muy joven tanto que entonces no me gustó mucho porque me parecía irreal y yo de aquella quería tener los pies bien puestos sobre la tierra. Luego dejé de leer porque mis hijos me acaparaban todo el tiempo.
ResponderEliminarSí me acordé de ls personajes que salen aqui menos de Remedios.
Ahora, ya ves, me ha parecido increiblemente bueno este trocito,tanto los personajes como el lenguaje empleado.
Creo que tendré que volver a leer este libro.
Besos, querido Antonio.
Un hermoso Domingo, Sr. Ruiz! Buenos pensamientos de Rumania!
ResponderEliminarGabriel Garcia Marquez... Pura literatura. En el verdadero significado de la palabra. Un escritor extraordinario, un escritor leer y releer con placer. Impresionante. Gracias.
Uno de mis libros de cabecera, ni sé cuántas veces lo leí... Me encanta el personaje de Remedios...
ResponderEliminarUn beso Antonio