lunes, 8 de abril de 2013

PREPOSICIONES: EN

EN LA SOLEDAD

Antonio Campillo Ruiz

Thomas Saliot

   Siempre me ha gustado la lluvia. La suave brisa que mece las diminutas gotas de agua es fresca, agradable y pensé que el parque por el que siempre deambulaba sin rumbo estaría solitario. Sería muy agradable compartir con las plantas esta fresca lluvia. Pasear y pararme después un rato era uno de mis secretos favoritos para salir de mi pequeño rincón que hacía las funciones de estudio. En la soledad de su acogedor estar he pasado momentos tan felices como ver nacer alguna vez, no muchas, mis historias que leo una y otra vez. Siempre percibo su olor peculiar. A veces, fluye de la pluma un suave aroma a tierra mojada, otras, a desagradable olor a gasolina quemada por miles de coches. Cuando llueve, ¡Ah!, cuando llueve… Me transformo y, de encontrarme en la soledad, paso a estar rodeada de miles de gotas vivas que me salpican y me hacen sentir el fresco y la pureza de un agua límpida. El aire absorbe ese cristalino y diáfano olor a limpieza y la respiración fluye con un ritmo que alegra, me embriaga. Busco un rincón en la soledad del parque y quedo como  ensimismada, envuelta en mis pensamientos. En mi adolescencia me escapaba de casa sin paraguas.

Al volver tenía la reprimenda preparada y mi madre, a pesar de todo, llenaba siempre la bañera con agua caliente para que saliese de mí el frío de la lluvia. La abuela, en tanto me bañaba, contaba historias terribles de chicas que la lluvia se llevaba y no volvían jamás, que se disolvían en el agua fría y terminaban viviendo en el lago como ninfas siempre sumergidas y mil historias más. Ver a la gente presurosa e indefinida por las calles de la ciudad, el brillo de la calzada limpia tras arrastrar, durante un tiempo el agua la suciedad que olía mal, Pisar y sentir el chapoteo de los charcos, me hacía elevarme y revivir. Cuando volvía a casa repetía el ritual que mi madre me enseñó, me bañaba en agua muy caliente y quedaba extasiada y quieta. Sentía el agua rodeándome y besándome, provocando en mi piel mil erizones de un placer sublime. Durante una época viví acompañada. Fue una experiencia peculiar. No, no, a lo largo de este tiempo seguí haciendo casi todo lo que siempre me ha gustado. A veces no comprendían cómo podía preferir salir con lluvia antes que cuando el tiempo era espléndido, o aquellos largos baños. Llegué a no sentir nada en compañía. Pareciese que mis zonas erógenas no existían excepto con mis pequeños momentos de placer tan peculiares. Bien, se rompió la doble soledad. Nunca me he arrepentido. En mi soledad soy más feliz que compartiéndola. Silenciosamente, con lentitud se fueron marchando quienes siempre me han querido. A veces lo sentí y otras me fue indiferente. Me había agradado poder pasear hasta casa de tal o cual familiar, cercano o lejano. Cuando me descubrían en la puerta de sus casas, se lanzaban hacia mí, me besaban, me agasajaban y todos querían empujar la silla en la que me encuentro sentada para siempre sin tener en cuenta que era mecánica y podía caminar sola. Les repetía hasta la saciedad que desde el accidente vivía sola y no era necesario que viniesen para ayudarme. Me había acostumbrado a ser independiente. Volver a casa siempre era un alivio. Quedaba en mi soledad y … en ella estoy.
Antonio Campillo Ruiz

22 comentarios:

  1. El agua es la vida, por eso nada es comparable a poder bailar o caminar bajo la lluvia.
    La lluvia tiene algo de poético que siempre nos envuelve de vida y de belleza.

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    1. Creo, como tú, Tecla, que el agua vivifica, que posee tantas cualidades como compuesto químico imprescindible, como materia necesaria para el espíritu. Las formas de su presentación natural ayudan a los humanos a sentir más allá de su propio estado fisiológico y sus sentimientos.

      Un fuerte abrazo, querida Tecla.

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  2. Hermosa lluvia, hermosa silla y hermosa forma de contarlo, Antonio. Un abrazo.

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    1. Hermoso comentario, Mariano, después de conocer a personas muy queridas por ti.

      Un abrazo, Mariano.

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  3. Mientras te leía, en mi interior mi mente estaba evocando ese incomparable gozo de oler la tierra mojada, y que tenia tantos años olvidado. Solo tus cuatro últimos renglones me han devuelto a la realidad, y al dramatismo de tu cuento.

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    1. Para mí, la lluvia posee recuerdos imborrables de cambio en el aire, en los olores de la Naturaleza, de fertilidad y cambio en plantas… Como a ti, Marcos, a veces, una realidad dura me arranca del ensimismamiento de la esperada lluvia y comprendo que existen personas que disfrutan de ella en si mismas.

      Un abrazo, Marcos.

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  4. La lluvia, la soledad y la fantasía que las envuelve a ambas, una fantasía cálida y cercana.
    Un hermoso cuento, querido Antonio.
    Miles de abrazos.

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    1. Has captado todos los matices importantes, como siempre, Isabel. Los cambios naturales que produce una lluvia serena, en general ayudan a la soledad y esta, a su vez, potencia la fantasía. Llevando a los sueños que se pueden generar cuando existe un cambio en las condiciones ambientales, los tres factores pueden producir un estado en el que un espíritu libre puede crear una ilusión tal que sobrepase cualquier otro sentimiento.

      Un fuerte abrazo, querisa Isabel.

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  5. La lluvia y su seducción. Tiene algo la lluvia que nos atrae desde la infancia, algo mágico, sorprendente, feliz. Comprendo al personaje de esta historia tuya, fascinada por la lluvia y por el ritual que se desarrollaba tras la lluvia. Y ese aprendizaje largo y lento de la soledad. Un abrazo muy fuerte, querido amigo.

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    1. Querida Isabel, tu comentario forma parte de este relato. Lo completa con una sensibilidad tan perceptible como la que siente esta chica. La lluvia la arrastra como medio de poder establecer el único contacto placentero con la realidad. Es una satisfacción compartir el relato contigo.

      Un fuerte abrazo, querida Isabel.

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  6. Hermosa historia, Antonio. Tratada con mucha sensibilidad y acierto. Has consegido, mientras la leía, que me guste la lluvia, que vea la soledad con otros ojos y que la silla sea lo menos importante de esta historia.
    Un caluroso abrazo.

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    1. Me ruborizas, María José. Muchas gracias por tu apreciación. Me ha agradado mucho poder comprobar que, de la lectura del relato, hayas obtenido apreciaciones que son su pequeño fruto. No es fácil detenerse para poder apreciar la sensibilidad de la lluvia cuando, un poco fría, roza la piel.

      Un fuerte abrazo, querida María José.

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  7. Para vencer la soledad hay que aprender antes a ser independientes, estemos solos o acompañados.
    Tu relato es tan bello como duro. Terrible soledad la de la piel cuando ya no puede sentir en sus poros el tacto de la lluvia.
    Delicada pluma la tuya, querido Antonio.

    Un fuerte abrazo.

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    1. Cierto, Marisa, muy cierto. La insensibilidad material ante hechos o caricias naturales, como la leve lluvia, puede provocar una soledad indeseada y, a veces, irremisible.
      Es un relato duro, muy duro. La protagonista percibe su soledad a través de su insensibilidad. Un progresivo martirio que marca su tiempo cada instante.

      Un fuerte abrazo, querida Marisa.

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  8. Antonio, parece que has relatado la vida de una amiga a la que la poliomelitis, la dejó desde los tres años, sin poder caminar... esa niña creció, siempre tuvo el apoyo y la ayuda de su madre, pero al morir esta, quedó completamente sola, y defendió esa soledad, hasta el último día de su vida. Y es curioso, vivimos al lado de un parque, y en los días de lluvia, la encantaba pasear en su silla de ruedas... Cuándo vivía su madre ella la ayudaba a cambiarse y luego no la importaba estar mojada, hasta que llegaba la cuidadora nocturna que la atendía en la noche... ¡cómo me has hecho recordarla...! aprendió desde muy chiquita a valerse por si misma, y la silla de rueda, eran sus pies y sus manos...

    Siempre decía que la soledad no era estar sola... si no sentirse sola.

    Maravilloso relato, lleno de sensibilidad y conocedor a la perfección del alma de una mujer... atrapada en una silla de ruedas.

    Un abrazo con cariño.

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    1. Ángeles, la realidad supera a la ficción. El relato, fruto de un pensamiento que relata unos hechos y sus circunstancias, podemos encontrarlo, sin saber de su existencia, mucho más rico en la vida cotidiana plagada de casos, desconocidos en general, tan ricos en facetas personales que el asombro al apreciarlos nos traslada a un mundo tan novedoso como real.
      Siento mucho que las ganas de vivir y sentir de tu amiga se truncasen con esa señora que es tan innecesaria como terrible. Mi sincero recuerdo para ella.

      Un fuerte abrazo, querida Ángeles.

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  9. Cuando yo era una enana ansiaba que llegaran los días de lluvia, porque olía a tierra mojada, a esperanzas por llegar, a limpieza y bosque. Además mi madre sacaba del armario las botas de goma (que ahora se han puesto de moda de nuevo) y me las ponía para ir al colegio. Sólo con este cambio en la rutina, el día se me acontajaba diferente. Y eso que, con botas y todo, acababa volviendo a casa con los pies mojados: me metía en todos los charcos que encontraba en el camino.
    Un saludo

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    1. Ángeles, la realidad supera a la ficción. El relato, fruto de un pensamiento que relata unos hechos y sus circunstancias, podemos encontrarlo, sin saber de su existencia, mucho más rico en la vida cotidiana plagada de casos, desconocidos en general, tan ricos en facetas personales que el asombro al apreciarlos nos traslada a un mundo tan novedoso como real.
      Siento mucho que las ganas de vivir y sentir de tu amiga se truncasen con esa señora que es tan innecesaria como terrible. Mi sincero recuerdo para ella.

      Un fuerte abrazo, querida Ángeles.

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  10. Comparto su entusiasmo por la lluvia y el deseo de ser independiente. Cuando se desea con intensidad no hay nada que te lo impida. Y a la soledad también se acostumbra y lo mejor es aceptarla como hace tu protagonista.
    Un fuerte abrazo querido Antonio.

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    1. Así es, Ohma. Sentir el contacto con la piel de elementos placenteros como las sensaciones naturales, llega a convertirse en un pequeño secreto que, muchas veces, es poco inteligible. Posiblemente, derivados de estas sensaciones surgen con potencia deseos de independencia y soledad que, como expresas, son personales y complejos de explicar.

      Un fuerte abrazo, querida Ohma.

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  11. me encanta salir bajo la lluvia. A veces la soledad e sla mejor compañia. abrazoss

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    1. Cierto, Alicia. La soledad es una compañera inseparable de nuestra naturaleza. Nos encontramos solos para realizar tantas cosas, para decidir, pensar o sentir tantas otras, que lo extraño es encontrarse acompañado cuando es necesario. Pasear bajo la lluvia suave en muchos casos nos procura compañía.

      Un fuerte abrazo, querida Alicia.

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