martes, 19 de abril de 2016

MIRADAS DE LA VIDA

LA MIRADA EN EL ANTIGUO EGIPTO

Antonio Campillo Ruiz


No sé tu nombre, solo sé la
mirada con que me lo dices.

Mario Benedetti

   Los habitantes que tuvieron la oportunidad de vivir  en el período comprendido entre los años 1550 a 1069 a.n.e., el grandioso Reino Nuevo, espléndido apogeo de aquella civilización establecida en las riberas del fértil y benefactor río Nilo, el extenso Egipto, legaron a civilizaciones y pueblos foráneos hechos, sucesos y costumbres que, contemplados desde el transcurrir de un tiempo diferente y con una percepción incompleta, relatan aspectos que tratamos de descifrar con mucha lentitud y especial atención.

   
   Aquel día, la reina-faraón Hatshepsut había dictado unas novedosas leyes que nublaron la luz en los ojos de muchos agricultores que debían ceder parte de sus cosechas, muy duramente conseguidas, a los sacerdotes de los templos ricamente engalanados. Hatshepsut , obsesionada con la construcción de su inmenso hipogeo, no quería enfrentarse con los poderosos miembros de la comunidad sacerdotal y recababa su cuidado espiritual para alcanzar la eternidad.


   Su sucesor, Tutmosis III, vencedor de Mitanni, guerreaba y aumentaba las riquezas de Egipto, no sin antes obligar a gran parte de los hombres del pueblo y esclavos a poseer la mirada perdida, triste, por no poder contemplar su casa ni el sicómoro bajo el que se resguardaban de los ardientes rayos del divino Osiris. Luchar a las órdenes del gran Tutmosis era un honor que se debía pagar con la añoranza de una tranquila vida pintada en las pupilas.


   Y, con el paso del tiempo, cuando en las manifestaciones de alegría y benevolencia del reformador Akenatón, preocupado hasta el infinito por Atón y su esposa Nefertiti, los súbditos, ilusionados con el cambio que se producía en su próspero país, poseían una mirada de alegría, de una nueva pasión por vivir en la paz de ciudades modernas, dedicadas a la grandeza del nuevo dios y la prosperidad de todo el pueblo. Las expresiones de sus caras denotaban amor, un amor nacido de la amistad y el entendimiento entre los diferentes pobladores de las húmedas riberas del río en las que el papiro y el ibis convivían con ellos.


   Finas joyas talladas y metales tan amarillos como Osiris en su cenit eran atesoradas por el joven Tutankhamón para que acompañasen su ka y esperasen a su regreso del mundo de los muertos. Orfebres y celosos fundidores poseían una mirada  de admiración ante tales maravillas de la naturaleza. Las fueron acumulando en aquella casi desconocida tumba que acogió a un restaurador de las creencias y costumbres que vencieron a una renovación social que no pudo eliminar el poder de un clero que perdía sus grandes prerrogativas. Cuando el general Horemeb y, posteriormente, Seti I ocuparon el poder, se empezaba a respirar una nueva concepción del poder en un Reino grandioso.


   El pacto de paz con los hititas bajo el orden nuevo establecido por el longevo y gran Ramsés II, su esposa Nefertari y sus hijos, ayudó a que anhelo, paz, severidad, sorpresa, súplica, tristeza… la mirada de algunos seres humanos que fueron protagonistas de la grandeza de una civilización poderosa, conquistadora, implacable con los enemigos y generosa con los amigos, nos transmitiese una suerte de sentimientos que, trasladados a la piedra o madera por escultores y pintores, han llegado hasta nuestros días representando momentos cruciales de sus vidas. Poco a poco, la mirada de los egipcios languideció lentamente. A partir de Ramsés III, el poder de la monarquía se debilitó frente al creciente, ávido e inagotable poder del clero de Amón, el gran Dios de Tebas. A los egipcios se les nublo su mirada y el temor a una existencia siempre adocenada fue corroyendo a la sociedad hasta su total desaparición.
Antonio Campillo Ruiz  
Es importante visionar el vídeo a plena pantalla.


8 comentarios:

  1. Precioso, maestro, estupendas miradas. Me largo de vacaciones. Cuidaros, un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Preciosa recopilación. Madre mía como será ahora la mirada de los españolitos.

    ResponderEliminar
  3. Qué pena no haber vivido ahí entre 1550 y 1069, amigo Campillo - (has visto que ya no te llamo maestro) - gracias por trasladarnos a mi estudiada y cuasi olvidada Anatolia Central y sus hititas ... ay, amigo, un placer pasar a leerte, es como volver al ayer.
    Un abrazo muy fuerte amigo y, ah, lo hago desde un flotador y estoy ahí justamente por lo que imaginas. Llevaba casi un año en el que la dichosa "nuez" parecía haberse olvidado de mi.

    ResponderEliminar
  4. Ah, se me olvidaba, el vídeo es ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++
    Feliz noche

    ResponderEliminar
  5. Me parece una maravillosa entrada, intentar descubrir y describir la vida de personas reales a través de sus miradas... y es que el mundo es así, las personas somos así, no podemos esconder lo que acontece tras la ventana de nuestras almas. La revelación más maravillosa de todos los tiempos es silenciosa, sin duda alguna, pero extremadamente bella por su intensidad; tanto como tu conocimiento y tu bonita forma de hacer que nos adentremos en un mundo que ya fue, casi olvidado, pero siempre tan enigmático.
    Un abrazo inmenso mi queridísimo Antonio.

    ResponderEliminar
  6. Con la pasión que pones en el tema cómo no va a hacerlo suyo tu pequeña Nefertiti.

    ResponderEliminar
  7. Con la pasión que pones en el tema cómo no va a hacerlo suyo tu pequeña Nefertiti.

    ResponderEliminar
  8. Con la pasión que pones en el tema cómo no va a hacerlo suyo tu pequeña Nefertiti.

    ResponderEliminar