domingo, 23 de octubre de 2016

LA PINTURA SUGERIDA

DE LA IMPRESIÓN DESENFOCADA A LOS MODERNOS

Antonio Campillo Ruiz

“Bailarinas en la barra”, Edgar Degas

   Observar y disfrutar del arte pictórico, a veces, necesita entremezclar corrientes y sentimientos que responden a la naturaleza de un extenso y apacible diálogo que debe mantener pasado y presente sin ningún tipo de restricción nacional, geográfica o histórica. Así, Bonnard, Braque, Cézanne, Camile Corot, Degas, Ingres, Kandinski, Modigliani, Monet, Monticelli, Berthe Morisot, O’Keeffe, Picasso, Renoir, Rouseau, Sisley, Soutine, Van Gogh… Maestros considerados dispares en estilo y concepción de la obra pictórica, pueden y deben ser representantes de un proceso en el que los valoramos desde diferentes perceptivas y apreciamos la serena emoción que sintieron al realizar su obra.

“Casa en Auvers”, Vicent Van Gogh

   El establecimiento de una cronología del arte europeo del siglo XIX puede entenderse como un diálogo constante entre ideales clásicos, la imaginación romántica y el realismo de los hechos observados. Son apreciaciones que definirían el clasicismo, el romanticismo y el realismo pictóricos, en un momento histórico predeciblemente cambiante. Para tratar de alcanzar el equilibrio y la claridad de la composición, el clasicismo busca lo intemporal y lo ideal desde el punto de vista de la conciliación entre elementos contrarios. Sin embargo, el romanticismo prefiere distinguir y anteponer el desequilibrio, la imaginación y la emoción, valorando al artista independiente porque explora lo nuevo y lo desconocido. Y, mucho más directo, el realismo, al centrarse en los hechos observables como remedio contra la naturaleza idealizada, lo extraño y lo inusitado, se convierte en el antídoto perfecto para el debate entre los partidarios del clasicismo y del romanticismo.

“El movimiento de la calle”, Pierre Bonnard

     Una preferencia por reflejar escenas de la vida cotidiana en pequeños pueblos, la vida urbana y paisajes, trabajando al aire libre con una paleta luminosa generó, a mediados de 1860, un cambio de los aspectos reales a las impresiones desenfocadas, denominación especial de una corriente pictórica que acaba con el realismo porque es imprescindible plasmar la impresión, los reflejos de la luz que va cambiando en el transcurrir del día y de la veloz marcha del astro que produce tonos y claves de colores impensables en ese momento, fundiendo ambos aspectos en lo que se denomina impresionismo. Con poco tiempo de diferencia, casi compartiendo la corriente impresionista y la rapidez con la que se produce, los encuadres asimétricos que recuerdan el resultado de nuevos inventos que transformarán la imagen, dan paso a que la pintura deje de ser una transcripción de la realidad para convertirse en una composición estética y sentida. Es el postimpresionismo, espíritu, que no obras, tan diferente que realizará una introducción a quienes transformarán los cuadros a pesar de reutilizar aspectos anteriores fundamentales.

“La pequeña bañista”, Jean-Auguste-Dominique Ingres

   Para la mayoría de los grandes maestros modernos combinar en sus obras todos los elementos, brevemente relatados, ha sido una constante que ha perfilado estilos puesto que insisten más en unos que otros y diferencian su propia percepción y, por tanto, lo que venimos en denominar estilo. En realidad, el aspecto más característico de la nueva forma de entender la pintura en los maestros modernos es la ausencia de acabados, la espontaneidad y la libertad de ejecución.

“Corrida de toros”, Pablo Ruiz Picasso

Es recomendable visionar el vídeo a plena pantalla

3 comentarios:

  1. Pues hablando de impresionistas, impresionante este recorrido por la pintura tan variada y bella que tú has comtemplado en directo y que, con generosidad, nos trasmites a los demás.
    El texto enriquece la visita virtual.
    gracias, Antonio.

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  2. Vaya sorpresa amigo Antonio. Me alegra verte otra vez por aquí.
    Un abrazo muy fuerte

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  3. Bello y grande todo lo que nos enseñas.
    Mas besos

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