miércoles, 18 de octubre de 2017

EL NEGOCIO DEL GENOCIDIO

PUEBLOS PIGMEOS

Antonio Campillo Ruiz
“Desde que nos expulsaron de nuestra tierra,
la muerte nos persigue. Enterramos a gente
casi todos los días. La comunidad se está vaciando.
Vamos hacia la extinción.
Ahora todos los ancianos han muerto.
Nuestra cultura también se está muriendo.”
“HOMBRE MUTUA DE KALEHE, RDC.”

© Salomé/Survival

   “Los pueblos pigmeos" de África central son tradicionalmente cazadores-recolectores que viven en la selva tropical a lo ancho de la región. El término “pigmeo” ha adquirido una connotación negativa. Sin embargo, algunos grupos indígenas lo han reclamado como término de identidad. A pesar de ello, ante todo, estas comunidades se identifican a sí mismas como “pueblos de la selva”, debido a la importancia fundamental de la selva para su cultura, sus medios de subsistencia y su historia.

 © Salomé/Survival

   Cada pueblo es distinto, como los twas, akas, bakas y mbutis, que viven en toda África central, incluyendo la República Centroafricana, la República Democrática del Congo (DRC), Ruanda, Uganda y Camerún. Los distintos grupos tienen lenguas y tradiciones de caza diferentes, aunque cada comunidad se enfrenta a amenazas y retos diferentes, para muchos de ellos los principales problemas son el racismo, la tala y la conservación medioambiental. “Los pueblos ’pigmeos” están formados por una población aproximada de medio millón de personas.

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   Su profunda conexión con las selvas donde viven y que han venerado y protegido desde hace generaciones, es un elemento central de la identidad de estos pueblos. Jengi, el espíritu del bosque, es una de las pocas palabras comunes a las distintas lenguas que hablan los pueblos de la selva. No se puede subestimar la importancia de la selva como su hogar espiritual y físico, y como fuente de su religión, de sus medios de subsistencia, medicina e identidad cultural. Tradicionalmente, pequeñas comunidades se movían frecuentemente por territorios definidos de la selva, recolectando una gran variedad de productos del bosque, recogiendo miel silvestre e intercambiando productos con las sociedades sedentarias de la zona. Sin embargo, muchas comunidades han sido desplazadas por proyectos de conservación medioambiental y la selva que les queda ha sido degradada por la tala extensiva, el incremento del número de agricultores y actividades comerciales como el tráfico intensivo de carne proveniente de la caza de animales salvajes.

 © Salomé/Survival

   Pocos han recibido compensación alguna por la pérdida de su existencia autosuficiente en la selva, y se enfrentan a niveles extremos de pobreza y mala salud en los campos de reasentamiento en las afueras del territorio que un día fue suyo. En Ruanda, por ejemplo, muchos twas desplazados de sus tierras se ganan la vida haciendo piezas de cerámica y vendiéndolas. Ahora, este medio de subsistencia está amenazado por la pérdida de acceso a la arcilla a causa de la privatización de la tierra y la creciente disponibilidad de productos de plástico. Las únicas opciones que les quedan a muchos de los pueblos de la selva desplazados es mendigar o trabajar por una miseria. Las consecuencias de perder su tierra son demasiado previsibles: la caída progresiva en la pobreza, mala salud y la destrucción profunda de su identidad, cultura y conexión con la tierra. Esto crea una nueva “subclase” que requiere el apoyo del gobierno central. Allí donde las comunidades “pigmeas” siguen teniendo acceso a los recursos abundantes de la selva, de los que han dependido tradicionalmente, su nivel de nutrición es bueno. Cuando se ven desplazados de la selva, a menudo sin compensación o alternativas para ganarse la vida, su salud se deteriora rápidamente.

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   Los pueblos que viven en la tierra de la que han cuidado desde hace siglos gozan de mejor salud y nutrición que sus vecinos que han sido desplazados de sus territorios. Un estudio informa que un 80% de los bakas sedentarios en Camerún tienen frambesía (una infección dolorosa de la piel). Otros estudios han demostrado que las comunidades “pigmeas” que viven en la selva registran tasas más bajas de muchas enfermedades, como malaria, reumatismo, infecciones respiratorias, hepatitis C y VIH, en comparación con poblaciones sedentarias bantúes que viven cerca. Además, las comunidades ya no tienen acceso a los productos medicinales de la selva de los que dependían, y corren el riesgo de perder su rico conocimiento tradicional de la medicina natural. La mayoría de las comunidades no tienen acceso a asistencia sanitaria debido a la falta de disponibilidad, fondos y al maltrato humillante. Los programas de vacunación pueden tardar mucho en llegar a los pueblos de la selva y existen informes de personas “pigmeas” que han sido discriminadas por el personal médico.

 © Salomé/Survival

   SEMBAGARE FRANCIS, cuenta: “Un día, estábamos en la selva cuando vimos a hombres acercándose con ametralladoras que nos dijeron que saliéramos de la selva. Estábamos muy asustados y empezamos a correr sin saber a dónde ir y algunos de los nuestros desaparecieron. O murieron o se fueron a un lugar que no conocemos. La consecuencia de la expulsión es que ahora todos están dispersos.” A la vez, los ingresos turísticos de algunos de los principales parques nacionales son sustanciales. Los turistas extranjeros pagan cientos de dólares por una excursión de un día para ver gorilas en Bwindi. Este dinero va al Gobierno de Uganda. Son los pueblos de la selva quienes pagan por ello.

© Salomé/Survival



2 comentarios:

  1. Impresionante, amigo Antonio. Hay tantas y tantas, cosas que nuestro orgullo nos limita, que no siempre es despreciable sentirse humano, mucho peor es sentirse sincera y profundamente, estúpido.
    Eres un verdadero profesor, super.
    Un abrazo y feliz noche

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  2. Enrique, como sabes que te quiero me puedes decir lo que me sonroja. Pero, sí, es cierto. mi gran amigo, la estupidez de los humanos poderosos es infinita. Infinita y malvada por ser tan ambiciosos, desagradecidos a la vida y a los seres que poseen una bondad innata y una forma de vida tan sencilla como vital y deseada. Los pueblos que han quedado en un olvido cuasi involutivo deben ser ayudados en su propio desarrollo, sin intervenciones, sin genocidios, sin la maldad que caracteriza el malhacer de los humanos autodenominados desarrollados. Un abrazo, mi querido amigo.

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