martes, 30 de marzo de 2010

NI SE SABE NI SE ESCONDE


DON JUAN DE TASSIS, CONDE DE VILLAMEDIANA

María Luisa Arnaiz Sánchez

 ESCUDO DE ARMAS DEL CONDE DE VILLAMEDIANA

   D. Juan de Tassis y Peralta, segundo conde de Villamediana, nació en 1582, reinando en España Felipe II. Pasó un tiempo en la universidad de Alcalá pero no llegó a estudiar ninguna carrera y se casó a los 19 años con Ana de Mendoza y de la Cerda, descendiente del marqués de Santillana, la cual, aunque no aportó dote al matrimonio, le dio gran prestigio e hijos que no sobrevivieron a la infancia. A la muerte de su padre en 1607 heredó el cargo de ‘Correo Mayor de España’.

   Por entonces, la nobleza vivía con excesiva ostentación y sin producir bienes para la sociedad, siendo el conde la quintaesencia del caballero cortesano, además de un brillante poeta. El rey Felipe III, por ejemplo, que había dejado el gobierno al duque de Lerma y que no tenía con qué pagar a sus criados, se jugaba y perdía en una sola noche 1.100.000 reales, mientras que su valido pedía y lograba el capelo cardenalicio para estar protegido contra la acusación de haber acumulado desorbitadas riquezas mediante fraude. Todavía hay españoles que repiten, entreviendo el destello de una vívida imagen, esta tercerilla anónima: “Para no morir ahorcado / el mayor ladrón de España / se vistió de colorado”.


El Duque de Lerma. Pompeyo Leoni. valladolid

   Cuando el conde tenía 29 años se marchó a Nápoles, donde alcanzó fama de poeta y derrochador, y a su regreso a Madrid, después de seis años, encontró la corte tan cambiada que escribió: “Vuelvo a Madrid y no conozco el Prado, / y no lo desconozco por olvido / sino porque me consta que es pisado / de muchos que debiera ser pacido, de modo que empezó a utilizar la sátira contra todo lo que no le gustaba y concitó muchos odios. Como muestra de su ironía, léanse estos versos:

De un alguacil, llamado Pedro Vergel: ¡Qué galán entró Vergel / con cintillo de diamantes! / Diamantes que fueron antes / de amantes de su mujer.

De don Juan de España: Jura España por su vida / que nunca cenó en su casa / y es que sin cenar se pasa / cuando nadie le convida.

Del marqués de Malpica: Cuando el marqués de Malpica, / caballero de la Llave, / con su silencio replica, / dice todo cuanto sabe.

Del padre Pedrosa, predicador del rey: Un ladrón y otro perverso, / desterraron a Pedrosa / porque les predica en prosa / lo que yo les digo en verso.

A una señora que se facilitaba por dinero: Éntrale el basto siempre a la doncella / cuando de oros el hombre no ha fallado […].

A los del concejo que habían erigido una fuente con la figura de un perro: Tanto poder tiene el trato / de las malas compañías / que pienso que en pocos días / ese perro ha de ser gato.

Del duque de Lerma decía al rey: Abra vuestra Majestad / los ojos […] Las Indias están rindiendo / el oro y plata a montones / y España con sus millones, / […] la van destruyendo; / cada día están vendiendo / cien mil oficios, señor; usan muy grande rigor / en destruir vuestra tierra; / gastóse aquesto en la guerra… / o en Lerma, diré mejor “.

 ESCUDO DE ARMAS DE FELIPE III


ESCUDO DE ARMAS DEL DUQUE DE LERMA

   Antonio Hurtado de Mendoza dejó este retrato del conde: Ya sabéis que era Don Juan / dado al juego y los placeres; / amábanle las mujeres / por discreto y por galán. / Valiente como Roldán / y más mordaz que valiente […] / Muy diestro en rejonear, / muy amigo de reñir, / muy ganoso de servir, / muy desprendido en el dar. / Tal fama llegó a alcanzar / en toda la Corte entera, / que no hubo dentro ni fuera / grande que le contrastara, / mujer que no le adorara, / hombre que no le temiera […]

   Muerto Felipe III, el conde fue nombrado gentilhombre de Isabel de Borbón, la mujer de Felipe IV, y al parecer se enamoró de ella. Se cuentan osadas anécdotas al respecto: tomarla en brazos para salvarla del fuego en un escenario, que se dijo provocado por él a tal fin; ostentar el lema “Son mis amores + unas monedas de real”, o sea, ‘reales’ (jugando con la anfibología), que figuraba en la banderola con que acudió a los toros; o el diálogo entre la reina y el rey ante una faena taurina del conde: “¡Qué bien pica el conde!”, dijo ella, contestando el rey “Pica bien pero pica alto”.

ISABEL DE BORBÓN. ANÓNIMO. EL PRADO

   Tanto encono provocó y era la envidia tanta que fue acusado de pecar “contra natura” - las denuncias a la Santa Inquisición eran anónimas y en muchos casos se hacían por resentimiento o por traición - y gracias al testimonio de Alonso Cortés y del doctor Marañón conocemos no solo que el conde fue juzgado por sodomía post mortem, sino que la documentación que consultaron desapareció del archivo de Simancas tras su visita. Quevedo, con su habitual maledicencia, jugó con el doble sentido entre el cargo de Correo Mayor del conde y sus supuestas aficiones sexuales en esta redondilla: Que a ser conde hayáis llegado / tan a prisa y tan sin costa, / no es mucho, si por la posta / habéis, conde, caminado.

   En Noticias de Madrid se dice en diciembre de 1622: “A 5 quemaron por el pecado nefando a cinco mozos. El primero fue Mendocilla, un bufón. El segundo, un mozo de cámara del conde de Villamediana. El tercero, un esclavillo mulato. El cuarto, otro criado de Villamediana. El último, fue Don Gaspar de Terrazas, paje del duque de Alba. Fue justicia que hizo mucho ruido en la corte”.


   Villamediana fue asesinado. En un códice de la Biblioteca Nacional de Madrid se puede leer: “Este año de 1622, a 18 de agosto (fue en realidad el 21), mataron al Correo Mayor, a boca de noche en la calle Mayor, junto a la de los Boteros, yendo en su coche, un hijo del Marqués de Carpio, y dicen que le mataron con un arma como ballesta al uso de Venecia y que se callase se mandó.”

   Quevedo, sin embargo, huye de la concisión y refiere: "Habiendo el confesor del Rey…advertídole que mirara por sí, que tenía peligro su vida, el Conde no le hizo mucho caso…salió un hombre del Portal de los Pellejeros, mandó parar el coche so pretexto de dar un recado urgente al Conde y reconocido, le dió tal herida que le partió el corazón. El Conde, animosamente, asistiendo a la venganza más que a la piedad, exclamó "Esto es hecho" y empezando a sacar la espada y quitando el estribo, se arrojó a la calle donde expiró luego, entre la fiereza de este ademán y las pocas palabras referidas”.

Muerte de Villamediana. MANUEL Castellano. el Prado

   La justicia hizo diligencias para buscar a quienes habían matado al conde pero, según los rumores, con orden de echar tierra sobre el asunto, de forma que el crimen quedó impune. Una décima atribuida bien a Góngora, bien a Lope, se hace eco del sentir popular: “Mentidero de Madrid, / decidnos: ¿quién mató al conde? / Ni se sabe ni se esconde. / Sin discurso, discurrid. / Dicen que le mató el Cid, / por ser el conde Lozano. / ¡Disparate chabacano! / La verdad del caso ha sido / que el matador fue Bellido / y el impulso soberano”, cuyas insinuaciones apuntan a las altas instancias del reino  (el conde duque de Olivares y el Rey) como causantes del asesinato.

    El conde de Villamediana es silenciado hoy en los libros de texto y, según mi opinión, se debe a que la Literatura hace dúo con la asignatura de Lengua. Podrán conocerse otras composiciones sobre el tema del soneto de Villamediana que se aduce a continuación (verbi gratia, Lope de Vega: “Desmayarse, atreverse, estar furioso” y Quevedo: “Es hielo abrasador, es fuego helado”), pero creo que el conde va más allá que los poetas mencionados porque en su poema la forma (la oscilación entre contrarios) está entretejida de tal manera con el fondo (el deseo), conformando un todo de posibilidades inabarcables. 

                                Determinarse y luego arrepentirse,
                                empezar a atrever y acobardarse,
                                arder el pecho y la palabra helarse,
                                desengañarse y luego persuadirse;


                                comenzar una cosa y advertirse,
                                querer decir su pena y no aclararse,
                                en medio del aliento desmayarse,
                                y entre el temor y el miedo consumirse;


                                en las resoluciones, detenerse,
                                hallada la ocasión, no aprovecharse,
                                y, perdida, de cólera encenderse,


                                y sin saber por qué desvanecerse:

                                efectos son de Amor, no hay que espantarse,
                                que todo del Amor puede creerse.

NOTA: En el escudo de armas del conde de Villamediana figura un tejón, ‘taso’ en italiano, a causa del apellido ‘Tassis’.


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