martes, 10 de mayo de 2011

DUDOSA MASCULINIDAD

GUILLERMO II

María Luisa Arnaiz Sánchez


 
San Sebastián, Bronzino

   “Escándalo en el pabellón de caza de Grunewald: masculinidad y honor en el imperio alemán” de Wolfgang Wippermann apareció en nuestro país en septiembre pasado. Doscientas cuarenta y seis cartas anónimas halladas en el Archivo Secreto Prusiano de Berlín utilizó el autor para la elaboración del libro, cuyo argumento trata de un asunto licencioso ocurrido bajo el reinado del káiser ('caesar') Guillermo II, último emperador de Alemania y último rey de Prusia, pues, tras la Revolución alemana, “una revolución socialdemócrata sofocada por los dirigentes socialdemócratas. Un suceso sin par en la historia” en palabras de Sebastian Haffner, se exilió a los Países Bajos -1918-, donde vivió el resto de sus días. Nacido en 1859, llevaba tres en el trono cuando ocurrieron los hechos descritos en la obra.

 
San Sebastián, Guido Reni

   Se dice que por dificultades en el parto Guillermo nació con el brazo izquierdo disminuido -lo que ocultó cuidadosamente durante toda su vida- y que su madre, Victoria, hija de la reina homónima de Inglaterra, siempre se culpó de ello; asimismo se apunta a que pudo sufrir un trauma cerebral que explicaría su carácter agresivo. A los seis años tuvo un tutor calvinista, llamado Hinzpeter, quien escribió sobre su pupilo: “ya en el muchacho, muy guapo, aunque un poco afeminado, llamaba la atención la resistencia a toda presión, a toda tentativa de dar una forma determinada a su vida interior…la lucha contra esta tan desastrosa incapacidad de concentración es uno de los obstáculos capitales en la educación de los príncipes. Y con una naturaleza tan refractaria como esta…Solo la más estricta severidad conseguía vencer la resistencia”. 

San Sebastián, Lorenzo Costa

     Se educó en el Friedichgymnasium de Kassel y en la Universidad de Bonn y su compleja personalidad, tildada de megalómana, le hacía presumir de ser “providencial”. Su afectividad la volcó en sus camaradas y Bismarck, recelando de estas amistades, le buscó esposa. En 1880 se prometió con “Dona”, Augusta Victoria de Schleswig-Holstein, de la que la princesa Daisy de Pless escribió: “Entre mujeres de posición nunca he encontrado alguna tan carente de pensamiento individual, agilidad mental y comprensión. Es como una buena, mansa y blanda vaca que tiene sus becerros y rumia la hierba. Yo la miraba a los ojos para ver si lograba descubrir algo tras ellos, fuese alegría o tristeza, pero podían creerse de cristal”.

 
San Sebastián

   A los veintisiete años Guillermo, que no estaba enamorado de su mujer, cayó en las redes de Philipp zu Eulenburg, perteneciente a la nobleza y doce años mayor que él (en 1900 sería nombrado primer príncipe de su apellido y conde de Sandels en honor a la familia de su esposa) y por lo que describe L. Wilson en “Kaiser Guillermo II”: “Su cualidades eran de una naturaleza femenina y vacilante…Una figura alta y flexible…ojos que, según la opinión de Bismarck, eran capaces de estropearle a uno el mejor almuerzo…una coquetería verdaderamente narcisista, que le hacía llevar con el mismo gusto el frac…que el uniforme de oficial de la guardia; un ingenio brillante, verdadero almacén de anécdotas…el arte de fantasear alegremente en el piano, improvisar versos, imitar a las personas”. 

 
San Sebastián, Gerrit van Honthorst

   Ninguno de los dos admitió haber mantenido relaciones íntimas, pero la correspondencia entre ambos sugiere que experimentaron un vehemente amor. El entonces secretario de embajada le escribe:  “(pienso) en Postdam, en nuestros paseos en trineo y en nuestra camaradería tan íntima. Me he sentido embargado por tan intenso sentimiento de amistad…¡Me siento humanamente tan cerca de ti y tan atormentado por el abismo social que nos separa, hasta ahora salvado por nuestra amistad, pero que resurgirá cuando seas coronado emperador!”; y en su diario: “El afecto que el príncipe me profesaba era realmente fervoroso”. A estas confidencias Guillermo evocaba que siempre que Philipp llegaba a su residencia “era como si la casa se inundara con los rayos del sol”.

 
San Sebastián, Perugino

   Guillermo acostumbraba a organizar una travesía hasta Noruega todos los meses de julio, a la que estaban invitados exclusivamente sus amigos. Hacían gimnasia todas las mañanas y se entretenían con lo que cada uno sabía hacer mejor: tal conde contaba chistes picantes, tal otro imitaba los sonidos de los animales -el conde Goetz-, y se lo pasaban en grande disfrazándose. Ahora bien, lo que más divertía a Guillermo era inmovilizar a sus invitados por la espalda y derribarlos. A propósito de este juego escribió Kiderlen: “Todos demostraban estar encantados por aquella deferencia del emperador, pero apretaban los puños dentro de los bolsillos y después renegaban del soberano como si fueran verduleras”.

San Sebastián, Gentile da Fabriano

   Siempre circularon rumores acerca de la influencia que sobre él ejercía cierta camarilla, el Círculo de Liebenberg, a cuya cabeza se encontraba Eulenburg, “era el jefe de esta pandilla de individuos siniestros y afeminados que promovían medidas políticas poco deseables y alentaban el absolutismo del emperador”, de modo que, aprovechando su enemistad con Philipp, el barón Holstein lo acusó de ser homosexual en la prensa, a la vez que Maximilian Harden publicó en “Die Zukunft” que los edecanes del emperador, los condes Honhenhau, Lynar y Kuno Moltke, también lo eran. El 7 de noviembre de 1906 Harden insinuó en otro artículo que entre Eulenburg y el emperador había algo más que amistad. El mayor escándalo del Imperio alemán había estallado y seis oficiales se suicidaron en pocos meses.

 San Sebastián, Gerard Seghers

   Falsos testigos declararon haber tenido relaciones sexuales con los varones del grupo y las discusiones se enconaron. El asunto traspasó las fronteras y el corresponsal del “Times” escribió: “se obtuvo el testimonio de un antiguo soldado del regimiento de los Guardias de Corps que se refirió a las orgías que, según él, tuvieron lugar en 1896 en la residencia en Postdam del conde Lynar, que en aquel tiempo era capitán del regimiento. El testigo creyó reconocer en el conde Kuno Moltke a uno de los presentes en aquella orgía, y también le pareció que Eulenburg era otro de los asistentes”. En  1908 se celebró el juicio contra el príncipe Eulenberg pero su mala salud hizo interrumpir el proceso. Cuando desapareció el imperio, no se había dictado sentencia.

 
San Sebastián, Antonio de Bellis

   El “escándalo Eulenburg” fue un ejemplo de cómo los prejuicios y la hipocresía pueden ser empleados para fines políticos (igual que pasa hoy en España con la “emigración” y el “empleo”). Augusta, esposa del príncipe, comentó “apuntan a mi marido, pero intentan alcanzar al emperador”. Jamás volvió a pronunciarse su nombre en presencia del káiser y Harden reconocería que había cometido su mayor error político, puesto que Guillermo II se alejó, tal como querían quienes sostenían al periodista, de los círculos moderados y se acercó a los consejeros más “viriles y beligerantes” que a la postre le hicieron perder el trono. 

San Sebastián, Ribera

   Pues bien, la corte alemana ya conocía situaciones escabrosas tapadas aprisa, dada la categoría de los involucrados en ellas. Eso es lo que Wippermann documenta. En 1891, tras una jornada de caza en Grunewald, se celebró una orgía en Berlín, en la que se practicaron toda suerte de “juegos sexuales” perseguidos por la ley -actos homoeróticos masculinos y femeninos- con la particularidad de que poco después numerosos cortesanos empezaron a recibir cartas y fotografías pornográficas comprometedoras. Los anónimos revelan, por ejemplo, que Alide von Schrader, la mujer del maestro de ceremonias Leberecht von Kotze, mantuvo relaciones lésbicas y el príncipe Aribert von Anhalt sodomíticas. 

 
San Sebastián, Giovanni Baglione

   Durante cinco años menudearon los anónimos y la intervención del emperador para atajarlos solo reportó una serie de duelos con sus correspondientes muertes. Wippermann cree que fue Carlota, la hermana mayor de Guillermo que acabaría suicidándose, la autora de los envíos, lo que está por demostrar, no así la doble moral de la sociedad (casos de WikiLeaks o la trama Gürtel en España). Entre los receptores figuraron la propia Carlota, Ernst Günther y Federico de Hesse, cuñados del káiser, Friedrich von Hohenau y su mujer, von Kotze, von Schrader, etc.

 
San Sebastián, Perugino

NOTA: Sofía, reina consorte de España, es bisnieta del káiser, pues su madre era hija de Victoria Luisa, hija de Guillermo II.


7 comentarios:

  1. Gracias Mª Luisa, de nuevo nos acercas a la realidad de esa historia que nos contaron y que en muchos casos no tenía nada que ver con la objetividad...

    Y dejando al margen si era homosexual o no, lo que no tiene ninguna relevancia. Me llama mucho la atención lo de la doble moral (algo que parece que aprendimos estupendamente)...

    Después de todo, estos de sangre real o sangre azul, no son menos terrenales que cualquiera de los mortales, digan lo que digan...

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  2. Obviamente, como dices, ni importa ni hay que juzgar la elección sexual de cada persona pues pertenece a su intimidad. Yo apruebo toda relación. Lo que me chocó de este señor fue su afición a cortar leña, claro que nosotros sufrimos a Carlos IV que gustoso hubiera sido relojero.

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  3. Interesantísima historia. Y la selección de san sebastianes es, realmente, preciosa. Saludos cordiales.

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  4. Gracias por tu apreciación y no me extraña que te haya gustado la iconografía. Siempre me asombré de que, por minúscula que fuera la iglesia, poseyera un “sansebastián”. ¿A qué se habrá debido? No sé la respuesta pero a veces ni los del lugar sabían que estaba al alcance de sus ojos.

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  5. Gracias, Mª Luisa. La Historia tiene tantas vertientes y está tan manipulada por los actores. Menos mal que el tiempo lo empareja todo. Me ha hecho gracia (por lo gráfico) de la princesa Daisy de Pless: “Entre mujeres de posición nunca he encontrado alguna tan carente de pensamiento individual, agilidad mental y comprensión. Es como una buena, mansa y blanda vaca que tiene sus becerros y rumia la hierba. Yo la miraba a los ojos para ver si lograba descubrir algo tras ellos, fuese alegría o tristeza, pero podían creerse de cristal”.

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  6. Estimado Mariano: yo creo que lo expresado por esa dama a fuer de “hipocresía principesca” es un estereotipo de manual cortesano sin segunda intención. Se educa de una manera la sangre azul…

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  7. Me ha asombrado la cantidad de imágenes de San Sebastián que existen. Tambien muy interesante el escrito.

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