lunes, 12 de septiembre de 2011

HILO ROJO

SOLEDAD

María Luisa Arnaiz Sánchez

Fragmento de retablo, Miguel Ángel Eugui

SOLEDAD

   Le fui a quitar el hilo rojo que tenía sobre el hombro, como una culebrita. Sonrió y puso la mano para recogerlo de la mía. Muchas gracias, me dijo, muy amable, de dónde es usted. Y comenzamos una conversación entretenida, llena de vericuetos y anécdotas exóticas, porque los dos habíamos viajado y sufrido mucho. Me despedí al rato, prometiendo saludarle la próxima vez que le viera, y si se terciaba tomarnos un café mientras continuábamos charlando. No sé qué me movió a volver la cabeza, tan solo unos pasos más allá. Se estaba colocando de nuevo, cuidadosamente, el hilo rojo sobre el hombro, sin duda para intentar capturar otra víctima que llenara durante unos minutos el amplio pozo de su soledad.
Pedro de Miguel

8 comentarios:

  1. Precioso. Siempre que leo un relato así, pienso: "es el que yo hubiera querido haber escrito".

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  2. Tremendo texto sobre la soledad, muchacha, me encantó y también la imagen, gracias por compartir.
    Y mil gracias también por tu saludo en el día de mi cumple, me dio mucha alegría que compartieras ese día por un ratito conmigo.
    Besos desde Argentina!!! nos seguimos leyendo!

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  3. Es uno de esos textos que parece tan sencillo que ... Pero ¿cuántos lo logran, Mariano?

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  4. María, qué fibra aterradora nos roza ese hilito, ¿verdad?

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  5. Hola Gisa, cuando la sensibilidad aflora, ¡cómo nos sentimos!

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  6. Hermoso relato. Es bueno encontrar estrategias para comunicarnos con los demás. Un abrazo.

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  7. Solo que esta estrategia habla de alguien tan necesitado que a primera vista conmociona. Soy de tu opinión, Isabel.

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