miércoles, 9 de noviembre de 2011

¡JODER!

LA MATRONA DE ÉFESO

María Luisa Arnaiz Sánchez

Serie “Viudas”, Mincho

   Había en Éfeso una matrona con tal fama de honesta que hasta venían las mujeres a conocerla desde países vecinos. Esta matrona perdió a su esposo y no se contentó entonces con ir detrás del cuerpo con los cabellos en desorden, como es costumbre entre el vulgo, ni con golpearse el pecho desnudo ante los ojos de todos, sino que fue detrás de su finado marido hasta su tumba y, luego de depositarlo según la usanza de los griegos en el hipogeo, se consagró a velar el cuerpo y a llorarlo día y noche. Sus padres y familiares no pudieron hacerla cejar en esa actitud que, llevada a la desesperación, la haría morir de hambre. Hasta los magistrados, rechazados, se marcharon también y aquella mujer de singular ejemplaridad y llorada por todos, llevaba ya cinco días sin probar bocado. La acompañaba una sirvienta muy fiel que compartía su llanto y reanimaba la lamparilla que alumbraba el sepulcro cuando comenzaba a apagarse. En la ciudad no se hablaba de otra cosa que no fuera de esta abnegación, y hombres de toda condición social la daban como ejemplo único de castidad y amor conyugal.

Serie “Viudas”, Mincho

   En ese tiempo el gobernador de la provincia ordenó crucificar a varios ladrones cerca de la cripta donde la matrona lloraba sin interrupción la reciente muerte de su marido. Durante la noche siguiente a la crucifixión, un soldado que vigilaba las cruces para impedir que alguno desclavase los cuerpos de los ladrones para sepultarlos, notó una lucecita que titilaba entre las tumbas y oyó los lamentos de alguien que lloraba. Llevado por la natural curiosidad humana, quiso saber quién estaba allí y qué hacía. Bajó a la cripta y, descubriendo a una mujer de extraordinaria belleza, quedó paralizado de miedo, creyendo hallarse frente a un fantasma o una aparición. Pero cuando vio el cadáver tendido, las lágrimas de la mujer y su rostro rasguñado, se fue desvaneciendo su propia impresión, dándose cuenta de que estaba ante una viuda que no hallaba consuelo. Llevó a la cripta su magra cena de soldado y comenzó a animar a la doliente para que no se obstinara con aquel dolor superfluo, ni desgarrara su pecho con lamentos que de nada iban a servir, diciéndole que todos tenemos el mismo final y la misma morada, así como las demás cosas con las que las mentes desquiciadas recuperan el juicio. Mas ella, afectada por el consuelo del desconocido, se golpeó el pecho con mayor vehemencia, se arrancó los cabellos y los colocó encima del cuerpo yacente. El soldado, sin desanimarse, insistió, tratando de hacerle probar su cena. Al fin la sirvienta, tentada por el aroma del vino, no pudo resistir la invitación y alargó la mano a lo que les ofrecía, y, cuando recobró las fuerzas con el alimento y la bebida, comenzó a minar la resistencia de su señora diciéndole:

Serie “Viudas”, Mincho

   “¿De qué te servirá todo esto? ¿Qué ganas con dejarte morir de hambre o enterrada, entregando tu alma antes que el destino la pida? Los despojos de los muertos no piden locuras semejantes. Vuelve a la vida. Deja de lado tu error de mujer y goza, mientras sea posible, de la luz del cielo. El propio cuerpo que ahí yace debe aconsejarte que vivas”.
   Por lo demás, ya sabéis lo que suele tentar a una persona con la panza llena. Con la misma zalamería con la que el soldado había conseguido que la señora siguiese viviendo, puso manos a asaltar su castidad. Y el joven no se le antojaba a la casta hembra ni feo ni carente de labia, mientras que la criada  le conciliaba su gracia, diciéndole machaconamente:
   “¿Vas a resistirte también a un amor que te agrada? ¿Para qué detenerte más?” La mujer no se abstuvo tampoco de esa parte del cuerpo y el soldado tuvo dos triunfos. Se acostaron juntos no sólo esa noche sino también el día siguiente y el otro, cerrando bien las puertas de la cripta de modo que si pasase por allí tanto un familiar como un desconocido, creyeran que la fiel mujer había muerto sobre el cadáver de su esposo. El soldado, fascinado por la hermosura de la mujer y por lo misterioso de estos amores, compraba de todo lo mejor que su bolsa le permitía y al caer la noche lo llevaba al sepulcro. Pero he aquí que los parientes de uno de los ladrones, notando la falta de vigilancia nocturna, descolgaron su cadáver y lo sepultaron. El soldado, al hallar al otro día una de las cruces sin muerto, temeroso del suplicio que le aguardaría, comunicó a la mujer lo que había ocurrido, así como que no iba a esperar la sentencia del juez, sino que con la espada haría justicia a su abandono. Una vez muerto, ella solo tenía que ponerlo junto al cadáver se su marido. Pero la mujer, tan compasiva como virtuosa, le respondió:
   “No permitan los dioses que yo contemple al mismo tiempo la muerte de los dos hombres que más quiero. Prefiero colgar al muerto que matar al vivo”.
   Conforme a estas palabras, mandó sacar el cuerpo de su esposo del sepulcro y clavarlo en la cruz vacía. El soldado se aprovechó de la martingala de tan espabilada mujer y al día siguiente el pueblo se preguntaba admirado de qué manera había subido el muerto a la cruz.
Petronio – “El satiricón”

Serie “Viudas”, Mincho

   Esta historia misógina, documentada en Esopo y en Fedro antes que en Petronio, parece ser oriental. Su difusión fue extraordinaria, utilizándose desde los púlpitos para fustigar la condición femenina, pero simultáneamente se elaboraron nuevas versiones populares, como “Cele qui se fist foutre sur la fosse de son mari”, un fabliau del XIII que añadía una buena dosis de lujuria a la conducta de la mujer. En él un sirviente asegura a su amo que el llanto de la desconsolada viuda es fingido y, mientras el caballero se esconde, el criado se acerca a la joven y le dice que ha matado a su mujer “en foutant” (jodiendo). La petición de la viuda no se hace esperar: quiere morir del mismo modo. Cosa a la que accede el muchacho con sumo placer.

 Le jardin de la France, Max Ernst

8 comentarios:

  1. Unas Obras y escrituras maravillosas.

    Un fuerte abrazo

    ResponderEliminar
  2. ¡Vaya con la viuda...! no conocía este relato, Antonio, pero me ha encantado... las mujeres siempre tenemos soluciones para casi todo. El final es todo de antología, vamos que como dicen en mi tierra..."¡ el muerto al hoyo y el vivo al bollo!

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. Mª Luisa, me ha encantado rememorar este pasaje de Petronio, que hace mucho tiempo que lo leí y, como otros muchos, se almacenan empolvados en los sótanos de la memoria.
    ¡Qué dicha empezar el día con buena literatura y releer fragmentos olvidados! Gracias y carpe diem, que los duelos tienen su límite y el impulso de la vida no se apaga mientras estamos en ella.
    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Gracias por tu amabilidad, Eva. Carpe diem.

    ResponderEliminar
  5. La lección de solidaridad que ofrece Petronio conviene practicarla, ¿no te parece, Ángeles? Carpe diem.

    ResponderEliminar
  6. ¿Sabes, Isabel?, ahora dedico más tiempo a releer de modo que iré desempolvando viejas historias. Carpe diem.

    ResponderEliminar
  7. Es un tipo de muerte sobre la que todos hemos fantaseado alguna vez. (por lo menos yo).

    ResponderEliminar
  8. Menos mal, Mariano, que las fantasías eróticas gozan de buena salud. Carpe diem.

    ResponderEliminar