JURO QUE NO EXISTE UNA MUJER, SINO TÚ
María Luisa Arnaiz Sánchez
Alejandro Rosemberg
1
Juro que no existe una mujer
tan maestra en el juego… sino tú.
Que haya soportado mi tontería,
cual tú la soportaste, durante diez años.
Que haya tenido, en mi locura, tu paciencia.
Que me haya cortado las uñas,
dispuesto los cuadernos,
metido en el jardín de infancia…
Sino tú.
2
Yo juro que no existe una mujer
que, lo mismo que un óleo, en ideas y conducta
se me parezca… Sino tú.
En la razón y en la locura… Sino tú.
En aburrirse pronto,
y en encariñarse pronto…
Sino tú.
Yo juro que no hay una mujer
que me haya preocupado
ni la mitad que tú.
Que me haya colonizado como tú hiciste,
que me haya liberado como tú hiciste.
3
Yo juro que no existe una mujer
con la que me haya comportado como un niño
de dos años… Sino tú.
Que me haya ofrecido leche de pájaro,
flores
y diversiones…
Sino tú.
Yo juro que no existe una mujer,
conmigo,
tan generosa como el mar,
tan alta como el verso.
Que me haya mimado como tú hiciste.
Que me haya estropeado como tú hiciste.
Yo juro que no existe una mujer
que haya conseguido que mi infancia
llegue hasta los cincuenta… Sino tú.
4
Yo juro que no existe una mujer
que pueda afirmar que es todas
las mujeres… Sino tú.
Y que en su ombligo está
el centro de este mundo.
Yo juro que no existe una mujer
a la que, cuando anda, sigan los árboles…
Sino tú.
De cuyo cuerpo níveo beban las palomas las aguas…
Sino tú.
De cuya axila coman los corderos los pastos estivales…
Sino tú.
Yo juro que no existe una mujer
que resuma con solo dos palabras lo femenino
y aguijonee mi hombría…
Sino tú.
5
Yo juro que no existe una mujer
en cuyo seno diestro se haya parado el tiempo…
Sino tú.
Y en la falda de cuyo seno izquierdo
se alzaran las revoluciones…
Sino tú.
Yo juro que no existe una mujer
que cambiara las leyes del mundo… Sino tú.
Que cambiara
el mapa de lo permitido y de lo prohibido…
Sino tú.
6
Yo juro que no existe una mujer
Que en los instantes de amor, igual que un terremoto,
me aniquile.
Me queme… Me sumerja…
Me encienda… Me apague…
Me rompa en dos mitades como la luna.
Yo juro que no existe una mujer
que me ocupe de la forma más larga
y más feliz.
Que me siembre
de rosas damascenas,
hierbabuena
y naranjas…
¡Mujer!,
en cuyo pelo dejo mis preguntas,
y no respondo nunca.
¡Mujer que es ella todos los lenguajes:
tocada por la mente, pero no dicha!
7
¡Tú, la de ojos marinos,
la de manos de cera
y espléndida presencia!
¡Tú, blanca como la plata
y lisa como el cristal!
Yo juro que no existe una mujer
en el aro de cuyo tallo se junten las edades
y giren miles y miles de planetas.
Yo juro que no existe una mujer…
Sino tú, amada mía,
en cuyos brazos se quedara extasiado el primer macho.
Se quedara extasiado el último macho.
8
¡Tú, brillante y transparente,
justa, hermosa!
¡Tú, anhelante, magnífica!
¡La eternamente niña!
Yo juro que no existe una mujer
que se haya liberado del poder
de las gentes de la caverna… Sino tú.
Que rompiera sus ídolos,
que aventara sus torpes ilusiones,
que derribara la autoridad de las gentes
de la caverna… Sino tú.
Que recibiera en su pecho las puñaladas de la tribu.
Que considerase que el amor que le tenía
era la quintaesencia de la virtud.
9
Yo juro que no existe una mujer
llegada tan en punto, tal como lo esperara.
Cuya larga melena, es más larga de lo que quise
y de lo que soñé.
Cuya forma de pecho
es conforme a todo lo que trazara y dibujé.
Yo juro que no existe una mujer
que, al fumar, me salga de las nubes del tabaco.
Que, al pensar, vuele lo mismo que una paloma blanca
en mi pensamiento.
¡Ay, mujer por la cual escribí libros
y que, a pesar de toda mi poesía,
es aún más hermosa que todo lo que escribiera!
10
Yo juro que no existe una mujer
que haya hecho el amor conmigo tan cultamente
y me haya sacado del polvo del Tercer Mundo…
Sino tú.
Yo juro que no existe una mujer
que, antes de ti, me haya desatado los complejos,
haya dado a mi cuerpo una cultura,
dialogado con él como dialoga la guitarra.
Yo juro que no existe una mujer
que haya podido elevar el amor a rango de oración…
Sino tú.
Sino tú.
Sino tú.
Nizar Kabbani
Hermoso ese canto al amor.
ResponderEliminarque estos días tengas unas
¡felices fiestas!
un abrazo.
"De cuyo cuerpo níveo beban las palomas las aguas…Sino tú.De cuya axila coman los corderos los pastos estivales…"
ResponderEliminarQue orgullosa debia sentirse esa mujer y que feliz él, por haber sido capaz de escribir esas palabras! Un abrazos
Si a mí un hombre me escribiera un poema semejante, me deshacía.
ResponderEliminarBesos, Mª Luisa.
Para mí, Ricardo, una mujer “tan alta como el verso” (a pesar de la traducción) es la esencia misma de la poesía. Un abrazo.
ResponderEliminarPues, Mariano, la estrofa sexta deja claro cómo se siente el hombre. ¿La mujer? ¿Qué mujer? Me acordé de ti.
ResponderEliminarYo también, Isabel. Solo que quien me quiere no ha escrito versos, sabe de ternura. Muchos besos.
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