EL TREN DE LAS SEIS
Antonio Campillo Ruiz
El viaje angustiado, Giorgio de Chirico
Si al salir del colegio, vengo directamente a casa y por el camino no me paro con nadie, si hago los deberes a todo correr y meriendo en un periquete las seis galletas y el vaso de leche que mamá me deja sobre la mesa de la cocina todos los días, si salgo como un bólido a las cinco en punto y no me caigo rodando al bajar por la escalera como aquel día que me esperaba toda la familia montada en el coche para salir de vacaciones y a mí se me habían olvidado los patines, y subí y bajé como una exhalación, y rodé dos pisos seguidos, rompiéndome una pierna, y hubo que decir adiós a las vacaciones y pasar todo el verano largo y horrible, quieta en la cama sin moverme, aguantando encima las malas caras de todos, que parecía como si yo me hubiera roto la pierna para fastidiar.
Bueno, pues si, como os decía, salgo a las cinco en punto de casa, y cojo el autobús que para cerca de la estación, y este no encuentra en el trayecto demasiados semáforos en rojo, y en las paradas no suben muchas de esas personas que se eternizan sacando los cambios del monedero, tal vez logre llegar a tiempo para coger el tren de las cinco y veinte. Y suponiendo que éste llegue puntual a Köln, quizá pueda entonces comprobar que es mentira cuanto papá dice sobre la inexistencia de esa otra niña rubia, idéntica a mí, de la que cada vez con más frecuencia nos habla la gente, esa niña que toma todas las tardes en Köln el tren de las seis.
Porque la podré ver con mis propios ojos. Y me acercaré a ella, y tal vez hasta me atreva a hablarle. Pero entonces ¿qué puede ocurrir? Quizás me cuente cosas que no deseo oír, como por ejemplo que en otras estaciones de otros países también cogen el tren de las seis niñas copias como yo, que todo es cuestión de irlo verificando. Cosas así de horribles y muchas más y peores que no me puedo ni imaginar.
Pero también puede suceder que acabe los deberes, me coma las galletas, me beba el vaso de leche y no salga de casa para nada, y nunca más pregunte por esa otra niña que coge en Köln el tren de las seis, y me olvide de toda esta historia para siempre, y no vuelva a pensar en ella, ni siquiera ese día probable en que me encuentre a esa niña esperándome a la salida del colegio o mirándome con ojos extraños como ahora desde el umbral de la puerta de mi cuarto.
Porque si hago como que no la veo, y soy prudente y sensata y todas esas cosas que suelen ser los mayores, e intento además, escapar siempre como de la peste de todo aquello que no entiendo, como aconseja mi padre, tal vez consiga entonces llegar a ser una persona adulta, capaz y aburrida como ellos.
Julia Otxoa
PUBLICACIÓN PROGRAMADA
Fascinante.
ResponderEliminarJoer, que micro tan bueno. Como dice Amando, me ha fascinado.
ResponderEliminarDesde el principio al fin.
Un abrazo, Antonio.
Clónica visión de la realidad, amigo Antonio.
ResponderEliminarUna justa entrada, sin clonar...
ResponderEliminarUn abrazo, Antonio y María Luisa.
Como siempre, Amando, "atinando" en el centro de la diana. FASCINANTE. Eso me pareció a mí.
ResponderEliminarCreo que no hemos podido tener mejor definición y que hemos acertado.
Un fuerte abrazo, Amando.
Torcuato, Amando es la persona que mejor define en un comentario la publicación que lee. Su pulcritud exacta es también fascinante.
ResponderEliminarYa somos tres los que utilizamos esta palabra para definir, si se puede, este relato que Julia Otxoa concibe con una imaginación tan inmensa como... FASCINANTE.
Un fuerte abrazo, Torcuato.
Así es, Enrique. Este pequeño espectro, o imagen, o reflejo, o... ¡qué sé yo!, te conduce a un mundo de imaginación y lucidez, a una fascinación por lo que acontece, como hemos estado comentando los anteriores contertulios, del que es difícil escapar sin una inquietante sensación de... ¿De qué?
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Enrique.
Sí, Alicia, posiblemente no exista clonación y me he equivocado en su denominación.
ResponderEliminarPero, ¿qué es? ¿Una conmoción, una turbación, una intranquilidad...?
No, es una niña, Una niña FASCINANTE E IMAGINATIVA.
Un fuerte abrazo, querida Alicia.
Bien hallado, amigo Antonio. Miedo me da verte ahí respondiendo a los mil comentarios propios y extraños. Eres un valiente y un cortés bloguero, amigo.
ResponderEliminarEspero que el viaje haya sido como siempre resulta irse a esa "Bota", amigo.
Así es, amigo Enrique. La bota está un poco sucia, como siempre, y desaliñada por los envites de las marciales, con caña, de Alemania pero se mantiene. Una delicia.
ResponderEliminarPero, vamos a ver, ¡cómo no iba a responderos si sois la sal de los blogs...! Tenía mono de vosotros, mis amigos. Pero el silencio ha sido muy acertado: la inseguridad de mensajes y los piratillas de poca monta y mucho daño era sorprendente. Se "descolocó" un poco la programación pero funcionó.
Seguimos hablando en tu blog.
Un abrazo, querido amigo.