jueves, 14 de marzo de 2013

EL TAÑIDO DE LA CAMPANA

LA DAMA DEL LAGO

Antonio Campillo Ruiz

 John William Waterhouse

  El vapor de agua que salía como dos inmensos cañonazos por los ollares del caballo se condensaba en las monedas que iban cayendo sobre aquella mano endurecida y fuerte. El silencio se quebraba con cada respiración del caballo. Sobre la inmensa mancha negra se posaba, suave, una neblina tan fría y densa que impedía vislumbrar más allá de unos pocos metros. El sol no había podido romperla en el amanecer que había tenido lugar hacía una hora. Un caballo pasó raudo, a esa hora, por la estrecha senda que bordea el inmenso lago. 
Desde el costillar de una barca amarrada a un grueso poste hundido en el fango, un hombre maduro, fuerte, despertó y trató de distinguir si el caballo galopaba solo o lo montaba un jinete. Fue tragado por la niebla dejando tras si  remolinos de vapor que se cerraban tras él. Al instante los cascos dejaron de oírse amortiguado por la alta vegetación. La barca se zarandeaba con el hombre de pie sobre ella. Recogió la ropa con la que estaba protegido de la húmeda noche y volvió a escuchar el sonido de un galope desde donde había desaparecido el caballo. De repente, como una aparición tan blanca como la niebla, un caballo agitado y nervioso, con un jinete cubierto por una capa con capucha negras, se detuvo caracoleando frente a él. Estaba asustado. Una voz autoritaria solicitó su servicio para cruzar el lago, a la vez que descendía del caballo aquella figura sin formas. Contestó que no podrían cruzar el lago hasta que sonase la campana, requiriendo con prestancia el jinete una explicación de tal causa. 
Pacientemente, explicó que para cruzar el lago necesitaba una guía y la campana situada en la orilla contraria era la que indicaba con su sonido el rumbo preciso para no errar. El jinete bramó una maldición y preguntó cuánto tiempo deberían esperar. Casi encogido por el pavor, el barquero sólo pudo pronunciar que tardaría todavía un rato, cuando la niebla levantase o se iluminasen un poco sus blancas capas. El caballo mordía nervioso el bocado. El jinete subió a la barca, que se movió a babor y estribor con fuerza, y con un brazo tendido, con la ancha manga de su capa hizo ademán al barquero para que pusiera su mano abierta. Las monedas, frías, recogiendo el vapor que lanzaba el caballo en su agitada respiración, se humedecieron inmediatamente. No acababa de echar todas las monedas en una bolsa el barquero, comprobando la generosidad del jinete, cuando tañó tres veces una campana aguda que apenas alcanzaba a oírse. ¡Bong! ¡Bong! ¡Bong!
El barquero balbuceó que ya podían partir, que su oído era muy fino y que llegarían antes de la tarde a la otra orilla. Terminó de ordenar con rapidez el fondo de la barca, aparejó los remos y deshizo el nudo de margarita que la anclaba al enorme poste de madera. La figura, tan alta como él, no se movió de su lugar y permanecía de pie. ¡Bong! Un solo tañido sordo y lejano. El barquero, sentado en la bancada, remaba con fuerza. La pesada barca se movía con lentitud y suavidad. Al poco tiempo dejaron de ver la orilla de partida y sus altos árboles al tiempo que unas fuertes voces de mando, órdenes y gritos, mezclados con bufidos y relinchos, llegaron hasta ellos  ¡Bong! Otro tañido. El barquero dejó de remar y levantándose de la bancada miró sin ver hacia su mínimo embarcadero. Su acompañante, que se encontraba a popa, de pie, dejó caer la capucha de su gruesa capa. 
El fuerte hombretón quedó impresionado y absorto por aquella larga cabellera rubia y la belleza de la faz de una dama joven. Hacia estribor, sonaron unos silbidos muy agudos y la mujer gritó: ¡Agáchese en el fondo de la barca! Su grito, posiblemente, favoreció la corrección de los siguientes silbidos y el barquero, que se mantuvo erguido, sintió un fuerte pinchazo en la parte derecha del pecho, al que siguieron dos más, uno en el abdomen y otro en una pierna. Las saetas continuaron su camino emitiendo su mortal silbido. La joven se encontraba acostada sobre las cuadernas y fuertemente cogida a ellas. El barquero, emitiendo un apagado sonido ininteligible cayó por la borda de babor al agua fría del lago. Los mortales sonidos continuaron durante un tiempo y las saetas se clavaron en la popa de la barca quedando atravesadas en la vieja madera. ¡Bong!, la campana. Pasado un tiempo los silbidos se desplazaron hacia babor y se fueron alejando. Tratando de no emitir sonido alguno, la mujer se levantó, se desprendió de sus ropas de protección descubriendo a una joven vestida con ricos ropajes y pedrería. ¡Bong! Otro golpe de badajo. Los remos poseían un puño tan grueso que las suaves manos de la joven casi no los podían abarcar. La pesadez de su guión y caña, así como de su pala, a la vez que la falta de grasa en los luchadores y el escálamo, casi le impedían remar. ¡Bong! Otra vez la campana y ella no había podido bogar nada más que tres veces. El frío y el esfuerzo le provocaban un sudor helado que la atería. ¡Bong! Otra vez la campana. Giró la cabeza para tratar de vislumbrar de dónde provenía el sonido. 
La niebla seguía tan densa que parecía que el cielo había girado a la tierra y sus nubes se habían apoderado de ella. Le ardía el cuerpo y tenía sed. Se doblo sobre su cintura por la orla de babor y alcanzó, no sin dificultad, la negra agua. Tomó una poca haciendo un cuenco con la mano y la sorbió. Su sabor era áspero. ¡Bong! La campana. Se sobresaltó. El sonido no provenía del mismo lugar que hacía unos momentos. Al volver a sentarse sobre la bancada para continuar remando, comprobó que su peso al alcanzar el agua había variado el rumbo de la barca. ¡Bong! Se oía más lejos. Sus nervios le provocaban unos fuertes espasmos de frío y terror. Continuó remando con todas sus fuerzas. ¡Bong! Casi inaudible. El frío y su calor interno provocaron en su cuerpo unas convulsiones incontrolables y dejando los remos se acurrucó bajo el destartalado  castillo de proa. ¡Bong! El tañido era audible pero muy lejano. Al poco, la joven quedó dormida y la barca permaneció flotando sin moverse. Una suave brisa formó una inmensa pared blanca de niebla tras la que navegaba lentamente la barca. La niebla, dirigida hacia un punto indeterminado parecía arrastrar a la barca que hacía agua por babor debido a los desperfectos de alguna de las saetas. Con lentitud iba hundiéndose hasta que niebla y barca desaparecieron de la superficie del agua.


Vicky Narváez

   Nunca volvió la niebla pero todas las noches una campana tañe desde diversos lugares del lago y se aprecia el navegar de una pequeña barca con una  joven y bella dama, sentada en la bancada, portado una campana en su mano. ¡Tannn…! Tañe con asiduidad. Zigzagueando por las negras aguas, entre los juncos de las orillas, bajo los árboles muertos, orientando el rumbo de quienes navegan y buscando un lugar donde poder atracar, la barca y la dama recorren los invisibles caminos del lago sin niebla. ¡Tannn…!    

Antonio Campillo Ruiz

20 comentarios:

  1. Magnifico relato, te aseguro he sentido el frió de la densa niebla, mientras se perdía el tañido en la distancia.

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    1. Muchas gracias, Marcos. Soy consciente que esto que dices sólo se puede producir en algún momento en el que todos los factores externos se sienten casi a la vez.

      Un abrazo, Marcos.

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  2. Antonio querido, qué relato tan precioso y romántico, porque tiene los ingredientes de la literatura romántica según mi entender. Esas nieblas, lugares agrestes, caballeros, hermosas damas aparecidas, lago...
    Escribes muy bien, amigo.
    Un beso.

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    1. Pues sí, Isabel, con esa pequeña intención lo escribí. Los elementos románticos no sólo son los referidos al amor, por supuesto. Una ambientación similar, pero muy mejorable, de este pequeño relato posee los ingredientes materiales similares al entorno romántico. Gracias por tu magnanimidad.

      Un fuerte abrazo, querida Isabel.

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  3. Qué maravilloso relato, Antonio.
    Lo mismo nos trasportas por el Universo que nos sumerges en el mundo de la imaginación y la creatividad. Para que luego digan que las ciencias y las humanidades están reñidas.
    ¡Qué manera de narrar!
    Espero que sigas sorprendiéndome tan gratamente.
    Un abrazo

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    1. Espero, espero… Muchas gracias, María José, tu comentario es un aliciente para que nos sigamos leyendo. Estamos de acuerdo que aprender nunca da la espalda a cualquier forma de manifestación científica o literaria. Siempre me ha gustado la Filosofía de las Ciencias.
      ¡Ah! ¡MUCHAS FELICIDADES! Hoy es tu santo y no se me ha olvidado.

      Un fuerte abrazo, querida María José.

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  4. Una historia sobrecogedora, antonio. Se palpa la niebla y esa sensación de estar perdida, flotando en un mundo sin norte ni sur, guiado sólo por la muerte, la gélida muerte. El ambiente está maravillosamente recreado. Un abrazo.

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    1. Isabel, la niebla es uno de los fenómenos meteorológicos que más me sobrecoge. Si a eso añadimos la desorientación y las peculiaridades del relato, comprenderás que cuando lo escribía estaba describiendo un entorno tan hostil que la joven no tiene más remedio que escapar de él para siempre.

      Un fuerte abrazo, querida Isabel.

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  5. Has conseguido que me mimetizara dentro del contenido de tu relato, amigo Antonio. Eres genial y sorprendente, cada día más. Enhorabuena

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    1. Enrique, ¡eres un amigo! Muchas gracias. Identificarte con el relato es el mejor de los halagos que me puedes hacer. Pero recordemos que la mejor labor periodística y de bloguería es tuya.

      Un fuerte abrazo, querido Enrique.

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  6. Que relato, tan lleno de misterios...con esa música de fondo; esos tintineos de campanas. Muy bello y sugerente. Y con unas imágenes muy bonitas. Antonio, tú siempre citas la procedencia de las imágenes, yo nunca...¿es una descortesía? yo es que las busco por ahí, por cualquier sitio, y tú vas a las fuentes.

    Besos.

    P.d. He intentado dejar comentarios aquí estos días, pero no sé, algo no va bien. Ya me dirás.

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    1. Me alegro mucho que te haya agradado, Marián. No merezco tanto y me sonrojas.
      Bueno, cuando son cuadros, siempre pongo su nombre porque muchos de sus autores son modernos y pueden tener una pequeña publicidad adicional por el hecho de haber escogido su pintura para ser utilizada en un relato o pensamiento. En las fotografías es difícil determinar su autoría y por ello, excepto las que son mías, prefiero no equivocarme de autor y no pongo autor. Las busco en mis archivos personales. Es difícil que utilice las que son de utilización pública en la red. Por tanto, Mirián, no creo que cometas ninguna descortesía. Tu fuente de imágenes es el banco que posee Google u otro buscador y son de libre utilización. He repasado toda la configuración y especialmente los comentarios y parece que funcionan bien. Marián, si observas alguna otra anomalía comunícamelo. Reitero mi agradecimiento por tu comentario y atención.

      Un fuerte abrazo, querida Marián.

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  7. Excelente ambientación que le das al cuadro de Waterhouser, sus mujeres parecen salidas de otros mundos, quizás de sueños,su belleza parece traspasar el tiempo, rodeadas de paisajes misteriosos donde todo está dentro del mundo de lo posible...

    Un abrazo, Antonio, y te felicito por el relato.

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    1. Cierto, María, Waterhouser posee una pincelada que plasma un entorno siempre misterioso y apasionante, siempre en mundos aparentemente irreales pero tan misteriosos que, de soñarlos, se convierten en reales. La cuestión es la vana búsqueda cuando se pretenden encontrar. Muy agradecido por tus palabras.

      Un fuerte abrazo, querida María.

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  8. Quedé atrapada por el relato,sumamente detallado con imágenes elaboradas que implican un conocimiento del 'objetivo' y de las condiciones físicas amalgamadas.
    QUIZÁ,cuando pase el tiempo alguien en un lugar distante lo tome como la leyenda del origen...
    Como en todos tus relatos, podemos establecer analogías.
    Un abrazo de :Elsa
    -Un placer leer-te,Antonio!

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    1. Así es, Elsa, siempre existen similitudes y reminiscencias de los gustos, sueños o imaginación. Las Damas de los lagos se encuentran en muchas, muchísimas, leyendas. Y su atracción siempre ha supuesto la imposibilidad de determinar cómo son y por qué poseen tanto poder. La última Dama del Lago es la Princesa Diana de Gales, que como sabes, está enterrada en el centro de un lago. Otra leyenda que organizó muy astutamente su hermano. Muchas gracias por tu apreciación y lo mejor es poder leernos.

      Un fuerte abrazo, querida Elsa.

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  9. Muito bem escrito e adornado com uma imaginação impressionante! Névoas sempre dão um aspecto misterioso e ao mesmo tempo romântico ao ambiente das histórias...

    Beijos e flores.

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    1. Me alegro, Teca, que lo hayas interpretado como un relato romántico. Así quería que fuese, probablemente con amores frustrados pero no expresados. El ambiente es lo más importante del relato y, por supuesto el final, que no podía ser otro, con un misterio que puede perdurar en el tiempo y las mentes que recuerdan hechos como los sucedidos.

      Un fuerte abrazo, querida Teca.

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  10. Tienes una facilidad inmensa para relatar, describir sensaciones, transmitir un pensamiento o historia que surge de tu cabeza como Pegaso de la de Zeus, sin traumatismos ni dolor, y todo para que los demás disfrutemos con ello. ¡Enhorabuena!
    Un abrazo

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    1. Muchas gracias, Carmen. Tu comentario posee una gran importancia para mí, aunque no me hagas enrojecer: se trata de un relato que, sí, esta vez, tiende a un ambiente romántico sin nombrar al amor. Creo que el Romanticismo es mucho más que los sueños y expectativas del amor platónico o carnal. Una ambientación que envuelve, atrapa y conduce a la protagonista hacia el único destino posible: una leyenda. Reitero mi agradecimiento.

      Un fuerte abrazo, querida Carmen.

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