YANOMAMIS
Antonio Campillo Ruiz
Los yanomamis
conforman el pueblo indígena, relativamente aislado, más numeroso de América
del Sur. Viven en las selvas y montañas del norte de Brasil y del sur de
Venezuela. Como la mayoría de los pueblos indígenas del continente,
posiblemente emigraron hace unos 15.000 años a través del Estrecho de Bering
que une Asia y América, y poco a poco fueron bajando hasta Sudamérica. Hoy en
día, su población total está en torno a las 32.000 personas. El territorio
yanomami en Brasil es de unos 9,6 millones de hectáreas, dos veces el tamaño de
Suiza. En Venezuela, los yanomamis viven en la Reserva de la Biosfera del Alto
Orinoco-Casiquiare, que tiene 8,2 millones de hectáreas. Estas dos áreas juntas
conforman el mayor territorio indígena selvático del mundo.
Los yanomamis viven
en grandes casas comunales de forma circular llamadas yanos o shabonos. Algunas
pueden alojar hasta a 400 personas. La zona central se usa para actividades
como rituales, fiestas y juegos. Cada familia tiene una hoguera propia donde
prepara y cocina la comida durante el día. Por la noche cuelgan las hamacas
cerca del fuego, que mantienen encendido hasta la mañana para estar calientes. Los
yanomamis creen firmemente en la igualdad entre las personas. Cada comunidad es
independiente de las otras y no reconocen a ninguno como “jefe”. Las decisiones
las toman por consenso, normalmente después de largos debates en los que todos
pueden opinar.
Como la mayoría de
los pueblos indígenas amazónicos, las tareas se dividen según el sexo. Los
hombres cazan pecaríes, tapires, monos y un tipo de cérvidos, y a menudo usan
curare (un extracto de plantas) para envenenar a sus presas. A pesar de que la
caza sólo produce el 10% de la comida de los yanomamis, entre los hombres es
considerada una habilidad de gran prestigio, y todos valoran mucho la carne. Ningún
cazador come nunca la carne que ha cazado. Por el contrario, la reparte entre
sus amigos y familiares. A cambio recibirá carne de otro cazador. Las mujeres
cuidan de los huertos, en los que cultivan cerca de 60 tipos de grano de los
que obtienen casi el 80% de su comida. También recolectan frutos secos,
moluscos y larvas de insectos. La miel silvestre es muy apreciada y los
yanomamis cosechan 15 variedades.
Tanto los hombres
como las mujeres pescan, y utilizan el timbó o veneno para los peces en los
viajes de pesca comunales. Grupos de hombres, mujeres y niños machacan haces de
vid que dejan flotar en el agua. El líquido atonta a los peces, y salen a la
superficie donde los recogen en cestas. Utilizan nueve especies de vid sólo
para el veneno de los peces. Los yanomamis poseen un vasto conocimiento
botánico y utilizan cerca de 500 plantas para comer, elaborar medicinas,
construir casas y otros artefactos. Su sustento se basa en la caza, la
recolección y la pesca, pero también tienen grandes huertos que obtienen de
talar partes de selva. El suelo amazónico no es muy fértil, lo que les obliga a
despejar trozos de selva cada dos o tres años.
En la actualidad,
unos 1.000 buscadores de oro que trabajan ilegalmente en la tierra yanomami les
transmiten enfermedades mortales como la malaria y contaminan los ríos y los
bosques con mercurio. Los terratenientes ganaderos están invadiendo y
deforestando la frontera este de su territorio. La salud de los yanomamis se ve
perjudicada y la atención médica crítica no llega hasta ellos, especialmente en
Venezuela El Congreso brasileño está actualmente debatiendo una proyecto de ley
que, en caso de aprobarse, permitiría la minería a gran escala en territorios
indígenas. Esto sería extremadamente perjudicial para los yanomamis y para
otros pueblos indígenas remotos de Brasil. Los yanomamis no han sido
consultados adecuadamente acerca de su punto de vista, y su acceso a
información independiente sobre el impacto de la minería es limitado.
Davi Kopenawa,
portavoz de los yanomamis, chamán y presidente de la asociación yanomami
Hutukara, avisa de los peligros:
“Los yanomamis no
quieren que el Congreso nacional apruebe la ley o que el presidente la firme.
No queremos aceptar esta ley. Nuestra tierra tiene que ser respetada. Nuestra
tierra es nuestro patrimonio, un patrimonio que nos protege. La minería sólo
destruirá la naturaleza. Destruirá los arroyos y los ríos y matará a los peces
y al medioambiente: y nos matará a nosotros. Y traerá enfermedades que nunca
existieron en nuestra tierra. Hay muchos indígenas
no contactados. Yo no los conozco, pero sé que están sufriendo igual que
nosotros… Quiero ayudar a mis familiares aislados, que tienen nuestra misma
sangre. Es realmente importante para todos los indígenas, incluidos los no
contactados, permanecer en las tierras donde han nacido”.