viernes, 1 de enero de 2010

LENGUAJE. "LAS MÁQUINAS" - PRIMERA PARTE.


II SEMANA DE FILOSOFÍA DE LA REGIÓN DE MURCIA

 

“LOS LENGUAJES DE LA COMUNICACIÓN


EL LENGUAJE DE LAS MÁQUINAS



                                                 Antonio Campillo Ruiz
                                                  Catedrático de Física y Química
                                                 Profesor de Nuevas Tecnologías

PRIMERA PARTE.

   El estudio del lenguaje humano comporta una problemática muy extensa y compleja estudiada tanto por lingüistas como por filósofos, psicólogos y sociólogos. El lenguaje constituye uno de los atributos culturales distintivos de la especie humana. En este sentido la posesión del mismo implica enormes posibilidades para la comunicación y, por supuesto, para la elaboración, almacenamiento y transmisión de saberes y conocimientos.

 

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“El mundo moderno ha sido moldeado por la metafísica.  La metafísica la ha moldeado la educación, y ésta, a su vez, ha dado lugar a la ciencia y a tecnología.  De modo que, sin necesidad de volver a la metafísica y a la educación, podemos decir que el mundo moderno ha sido moldeado por la tecnología”.

                                                                  E. F. Schumacher
 
   El ser humano ha vivido en este planeta durante millones de años.  Hasta hace unos cinco mil años vivía sujeto a las fuerzas incontrolables de la naturaleza.  La comunicación química, acústica y visual se establecía de forma natural aún sin predeterminar códigos concretos para ellas que pudiesen establecer un tipo de lenguaje específico. El conocimiento se pasaba de generación en generación por la palabra o por el mecanismo poco fiable del mito.  Entonces, el ingenio del ser humano descubrió cómo almacenar información de una forma fácil, accesible y duradera: la escritura.  Escritura ideográfica que pervive en nuestra sociedad actual, escritura de palabras, de sílabas, fonética o jeroglífica como mezcla de ideografía y fonética, etc.  No solo se podía almacenar el conocimiento, también se podía lograr que trascendiera en el tiempo y en el espacio.  Empezó la civilización.

   El término máquina se puede definir como un instrumento inerte cuya eficacia depende por completo de la habilidad del sujeto que la maneja y de la capacidad de control de los procesos de trabajo incorporados a la producción automatizada.  En sí mismas las máquinas no deben poseer ningún tipo de lenguaje específico, deben ser simples medios de trabajo o autómatas repetitivos de procesos concretos.  La especie humana las ha dotado de códigos semejantes a los suyos propios que posibilitan lenguajes inteligibles por el ser humano e incluso por otras máquinas.

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“El descubrimiento consiste en ver lo que todos han visto y pensar en lo que nadie ha pensado”.
                                                           Albert Szent-Györgyi

   En el año 65 antes de nuestra era, Tito Lucrecio Caro escribió la única obra suya que ha llegado hasta nosotros, “De rerum natura” (“Sobre la naturaleza”).  El contenido de esta obra poética, única en su género y de excelente expresión, es el documento más completo y más orgánico que tenemos sobre la doctrina materialista de Epicuro.  Al tratar Lucrecio, en el libro IV de su obra, la verdadera naturaleza de la visión del movimiento de un objeto cualquiera, afirma la semejanza entre la visión que se tiene despierto y la que se tiene soñando.  Establece así su teoría sobre el movimiento de la imagen: “... la ilusión del movimiento/ de una imagen/ se produce por/ un desfile intermitente y velocísimo/ de multitud de imágenes instantáneas/ correspondientes a los momentos/ sucesivos y próximos/ de la duración/ del supuesto movimiento”. Así, las micropartes espaciales y temporales, desprovistas para nosotros de extensión y duración, desfilan a enorme velocidad y esta sucesión es percibida por nosotros de manera ilusoria como el movimiento de una misma imagen en un espacio y en un tiempo continuos. 

   Lucrecio había descubierto el cine.  Lo que no pudo es fabricar una máquina capaz de generar la ilusión por él descrita y que además estableciera los códigos específicos para que se transformara, quizás, en la primera máquina que genera un lenguaje propio y tan universalmente aceptado como para que máquinas posteriores lo adapten e incluyan en su propia forma de trabajar: el lenguaje fílmico.

   Es indudable que muchas de las máquinas posteriores a la cámara como medio de adquirir la información y el proyector como medio de reproducir dicha información, han adquirido, en distinto formato, el lenguaje fílmico que se genera con ellos.  El hipertexto en la pantalla del ordenador actual es una prueba de ello.
  
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“Si todavía estuviéramos usando los sistemas telefónicos tal como existían hace sólo diez años, sería ahora necesaria toda la población del planeta para operar la red de teléfonos”.
                                                          Michiyuki Uenohara                                             
   La explosión de la información es el problema. Toda la información que existía hasta el nacimiento de Jesús se dobló en 1750 años.  Esa misma cantidad de información se genera ahora en apenas dos años.  En algunos campos como el científico-técnico la información se produce a un ritmo de veinte millones de páginas al año.  Hay tanta información que no se puede ni leer el resumen de todo lo que hay escrito.  Sólo hay una forma de hacerlo y es con la ayuda de los ordenadores.

   La capacidad de almacenar información de forma duradera fuera del cuerpo humano y luego acceder a ella es fundamental para la civilización y esencial en una sociedad compleja como la nuestra.  Con la invención de la imprenta esa capacidad dejó de ser privilegio de unos pocos y se hizo accesible a todos. 

   En una fracción de segundo un fotógrafo puede capturar y retener más información de la que un artista podría reproducir en toda su vida.  Enlazando series de fotografías se crea un medio que almacena información y crea la sensación de movimiento. Este  movimiento sentido pero no real se puede observar detalladamente acelerando o ralentizando la secuencia fotográfica.  Cuando se hace pasar una cinta de vídeo por una cabeza magnética se reproducen imágenes previamente almacenadas pero también hay en esta cinta instrucciones para que se mantenga estable la imagen, qué color posee cada porción de la misma, y algo que no se ve: el código de tiempos.  Utilizando este código un montador puede programar puntos de edición exactos.   

   Tanto la película óptica producida por medios químicos como la cinta de vídeo tienen la capacidad de almacenar grandes cantidades de información y siguen siendo muy útiles para éste almacenamiento, pero según avanzamos en la era de la información sus desventajas se hacen cada vez más claras: necesitan espacio, mucho espacio.  A la vez, las máquinas que las reproducen son mecanismos muy complicados, con piezas móviles que inevitablemente ensucian y rompen el formato de almacenamiento y lo que es peor dañan el propio material informativo. Tecnológicamente las dos se reproducen de una forma secuenciada, no hay medio de buscar datos directamente. 

   La tecnología de los vídeo discos resuelve alguno de estos problemas y aporta ciertas ventajas.  La información se digitaliza en ellos siguiendo el mismo principio fisiológico que se produce en el ojo de una mariposa.  Algo tan sencillo como un ojo compuesto, que es perfectamente semiesférico, se deforma con los fotones que le llegan desde distintas partes y esta deformación es inteligible para que la mariposa pueda deducir desde dónde se proceden los fotones y qué estructura tridimensional los genera.  Pues bien, la superficie del disco es deformada en ciertos puntos por medio de un rayo láser y esa deformación al proyectarse sobre ella otra luz coherente reproduce le “estructura” que la produjo con lo que se vuelve a obtener la “imagen” del objeto que la ocasionó.

   Alguna de las ventajas son obvias: al utilizar un rayo láser como puntero de escritura y posteriormente como lector, el disco nunca se destruye por el mecanismo del aparato, la información no se pierde, se puede tener acceso inmediato a cualquier parte de la información almacenada, las copias no tienen por qué hacerse en el momento y además de poder almacenar tanto escritura como diagramas o dibujos, se pueden almacenar miles de imágenes.  Con la nueva tecnología DVD-ROM, cuyo futuro ya pasó, desarrollada por la industria cinematográfica y la de ordenadores, se puede multiplicar la capacidad de almacenamiento hasta diecisiete gigas por ambos lados del disco y aunque perdamos velocidad de transferencia su calidad en imágenes es igual a la del cine.     

CONTINÚA “SEGUNDA PARTE”

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