CHARLAS DE BRONCE
Antonio
Campillo Ruiz
¡Me divierte tanto mirar desde esta altura a los mínimos
humanos! Cuando a uno de ellos se le ocurrió fundirme y ponerme a esta altura, lo hizo pensando en la admiración de sus compatriotas hacia mí, ser inalcanzable,
desafiante de los elementos, superior y observador perenne de todo lo que
sucede a mi alrededor. Jamás pensó que mi observación iba a ser minuciosamente trasladada
a mi cerebro para poder reír y llorar, divertirme y exasperarme, con toda esa
pequeñez que pulula bajo mi pedestal levantando los ojos con cansancio, ilusión
o preocupación, al preguntarse ¿qué hago yo aquí arriba? Y la pregunta es
muy fácil de responder: observo.
Observo el ajetreo de una ciudad con calles de duro asfalto
y suave agua. Cumplimento a mi amada, amarrada a esa fea roca que es golpeada una y
otra vez por las olas inmisericordes. Todos me dicen que es una niña, que es
muy joven, y, al inconveniente de estar separados, debemos añadir su dependencia
del mar porque es una sirena. No me importa, todo lo superaremos, además, estamos
lejos pero mi velocidad para ir y volver es un juego que siempre me apasiona.
En un instante le hago una visita y vuelvo. Los humanos que me miran ni lo notan.
Bueno, sólo una vez, en una ida y venida de las muchas que hago, me
fotografiaban en ese instante. Sólo apareció en la fotografía mi largo
pedestal. Cuando el humano observó la fotografía, no salía de su asombro. Miraba
la pantalla y me miraba a mí con preocupación. Quedó pensando largo rato
sentado en un pretil de la jardinera que se encuentra junto a mi pértiga. Tardé
varios instantes en volver a visitar a mi amada y, cuando lo hice, me preguntó
qué me pasaba y sólo le dije que un turista despistado sabía de nuestro amor.
Se ruborizó tanto que, quienes en ese momento la miraban, exclamaron: “¡Su rostro parece de color rojo!” Miles de cámaras captaron el instante del
rubor de mi pequeña y adorada amante.
No le crean. No le crean porque, cuando nos forjaron, a él lo
hicieron de la parte más delicada y menos potente de toda la colada. ¡Como
tenía que estar descansando…! Y esa, esa era la parte en la que las cenizas de
la fantasía se habían concentrado. Yo, que hago ejercicio diario, que detengo
tanto al trueno como a la luz cegadora del sol, soy, de entre todos, quien
siempre se encuentra pendiente de atraer a los visitantes de nuestro pequeño
parque -estamos junto a Københavns Universitet, orientados
hacia nuestros canales y bravo mar-. Miran hacia el cielo y saben que somos únicos por estar soportados por esta pértiga tan alta.
Sí, en él me baño yo a diario. Mi perfección en el salto es
ya universal. Todos los días, en nuestro mar, practico el salto y la natación.
El salto prepara para que la tensión de mis músculos, sin duda los mejores que
salieron de la fundición, se estiren y contraigan con velocidad para que el ritmo,
similar a un pez, sea veloz y desarrolle la fuerza necesaria para alcanzar la
meta. A pesar de encontrarme en esta situación, tan dolorosa a veces, mi
objetivo es el mar. Sé que con mi peso nadaré con mucho esfuerzo y por ello soy
el campeón de salto y natación.
¡Basta ya! ¡Basta! ¡Estos hombre siempre narrando viejas
historias que no las cree nadie! Los tres sabéis que os esforzáis todos los
días por tratar de conquistar mi amor. Dos con sus exhibiciones de fuerza y
culto al cuerpo y el otro tratando de lancear con los celos, esos diablos
inventados por los humanos y que les conducen a la desesperación. ¡No, no y no!
¡Basta! Todos los visitantes deben saber que en la fundición, el humano que nos
concibió y modeló, siempre estaba diciendo a sus alumnos que una mujer, es
decir yo, siempre se encuentra rodeada de hombres que no realizan la danza del
pavo real porque no tienen plumas, de lo contrario siempre estarían
enseñándolas. Sabéis todos muy bien que, cuando nos trajeron a este maravilloso
lugar, firmamos un pacto por el que mi independencia siempre sería respetada, No
os amo a ninguno. Desde el primer día todos sabéis que mi amor es un humano y
por tanto mi dolor, a veces apaciguado por vuestros desafíos, es inmenso. Las
manos que me modelaron son las únicas que me tocaron acariciándome. Sus dedos
huesudos y largos se posaban en mi desnudez y me hacían temblar de placer para
llorar cuando me encontraba sola. ¡Él es al único que amo! ¡Dejad ya de dar
vueltas con vuestras simplezas!
- ¡Qué bruja! Pero… ¡Es tan bella!- decía el observador.
- ¡Se pone furiosa con nosotros! Sí, es una bruja- afirmaba
el nadador.
- ¡Encantadora, siempre encantadora!- reiteraba una y otra
vez el gimnasta.
El imaginativo bronce de la mujer volvió la cara y la figura
dando la espalda al resto de esculturas cuando vislumbró que se acercaba, como
todos los días, el escultor hacia ellos. Sus pechos subían y bajaban excitados
y parecían más redondos, más bonitos. Sabía que el escultor se fijaría en ellos
porque cuando terminó su fundición exclamó a todos los alumnos: “¡Qué pechos
tan bonitos tiene!” Cuando el escultor repasó su obra y comprobó que se
encontraba en perfecto estado miró a la mujer que modeló un día y creyó percibir que poseía un rostro dulcificado
y un cuerpo tan estilizado como él había querido. Al empezar a caminar para
dirigirse a sus clases cotidianas, una lágrima de bronce resbaló por la mejilla
de la mujer sobre su pértiga.
Antonio Campillo Ruiz
Muy curiosas las esculturas que te has servido para crear un estupendo texto para cada una de ellas.
ResponderEliminarUn abrazo, querido Antonio.
Sí, Ohma, son unas esculturas muy curiosas y muy bien calculadas para el peso que soporta la pértiga sobre la que se sustentan. Hacerlas hablar no ha sido difícil, el artista fue muy expresivo.
EliminarUn fuerte abrazo, querida Ohma.
Bueno, no sé si es por el incipiente catarro o porque me has emocionado, pero estoy llorando. Gracias querido Antonio. Un abrazo de buenas noches
ResponderEliminarBien, querida Mabal, echémosle la culpa a ambos sucesos, aunque personalmente creo que es por el catarro que ha subido de intensidad al ver las esculturas desnudas expuestas al frío. Me alegra y me disgusta que llores, tú sabes por qué.
EliminarUn fuerte abrazo, querida Mabel.
Bellas imagenes que acompañadas por la destreza de las musas dan por resultado un texto en el que te pierdes dando rienda suelta a la imagunación, aquella que interpreta soñando cada párrafo cambiándolo de lugar y sitación al igual que un libro cuando se va disfrutando capitulo a capitulo...
Antonio, le doy un abrazo breve pero consciente de los hechos!!
Atte.
María Del Carmen
Querida Gatita Coquetuela, sé que algo ha pasado. Sé que no ha sido por culpa tuya ni mía. Pero sé que no sé de qué se trata. Hablaremos.
EliminarCierto, me he dejado llevar por los caminos inaudibles de bocas de metal que quieren pero no pueden hablar. El autor expresa, probablemente, tradiciones y gestos únicos. Único debe ser su diálogo.
Un fuerte abrazo, querida Gatita Coquetuela.
Preciosas imágenes y precioso relato. Me ha encantado. Todos peleando por aquella sirena cuando ella al que ama es al escultor.
ResponderEliminarPor cierto yo tambien estoy orgullosa de encontrarme entre tus amigas y disfrutar de tus letras. Besos
Pues sí, Alicia, las esculturas me impactaron cuando las vi. Se encuentran en la plaza que nombro, en una de las salidas de la Universidad más antigua de Dinamarca, en pleno centro de Copenhague. Por ello, el amor del observador es una pequeña sirena que se encuentra a cierta distancia de él pero en línea recta sobre los canales.
EliminarTe agradezco tus palabras y por ello nos leemos mutuamente y, con toda confianza, nos decimos lo que pensamos, querida amiga.
Un fuerte abrazo, querida Alicia.
Sugestivas imágenes, no me extraña que te hayan provocado el texto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Cierto, Amando. El texto ha salido desde las imágenes y su entorno. Las encontré y empezaron a hablar. Me limité a transcribir lo que decían.
EliminarUn fuerte abrazo para Marián y para ti querido amigo.
Hola, Sr. Ruiz, mis respetos! Deseo un buen día, para usted, para la familia y para los visitantes de este blog.
ResponderEliminarComo dije antes, el idioma español es encantador. Me esfuerzo por entender y capturar la belleza de sus textos. No es fácil, pero yo soy perseverante.
Todo lo mejor! Gracias.
Estás hecho un campeón en español, amigo Cristian. Parece que las lenguas eslavas son más suaves que la española pero el español es un idioma muy rico en todos los aspectos.
EliminarMe alegro de tus avances en español. Un saludo y felicidad para toda tu familia.
Un fuerte abrazo, amigo Cristian.
Obrigada por tua presença no nosso blog! Adoramos os teus comentários.
ResponderEliminarUm beijinho
http://4amigaseacidade.blogspot.com.br
Obrigado por teu comentário. Seguiremos estando en contacto porque nos leeremos con frecuencia.
EliminarUn abrazo.
A veces lo he pensado, ¿Si las estatuas hablaran? Cuanto deben saber del comportamiento humano bajo sus pedestales. y tú ahora
ResponderEliminaren un momento, les has puesto palabra y sentimientos, con tu magnifica prosa. Muy bueno el post.
Gracias, amigo Marcos. Es cierto, ¡si las estatuas hablasen y pudiesen decir todo lo que han vivido! Podrían ser las maestras de toda la historia que ha pasado cerca de ellas y sabríamos los sucesos que son sólo anécdotas o suposiciones, con o sin fundamento.
EliminarEstas cuatro esculturas hablan tanto, quieren decir tanto, que cuando empezaron sus relatos ya no se detenían, tal era su falta de sonido durante tanto tiempo...
Con tu facilidad para la prosa y tus excelentes fotografías, Marcos, hazlas hablar tu también. Haz que cuenten relatos de su infancia y juventud. Sería magnífico poder hacerlas hablar. No hay problema de expresar ideas similares, al contrario, me alegraría poder entablar una conversación entre esculturas tuyas y mías.
Un fuerte abrazo, amigo Marcos.
Que imágenes tan maravillosas, Antonio.
ResponderEliminarEn cuanto a los textos me parecen geniales. Los he disfrutado no imaginas cuanto.
Tengo una amiga que mira, observa y otea como tu lo has hecho, salvando las distancias de que la escritura no es su fuerte. Le diré que pase a leerte.
Un abrazo grande, querido Antonio!
Bueno, Pilar, ya sabes que cuando te des un paseo por Dinamarca, en pleno centro de Copenhague, justo al lado de una de las entradas a la Universidad más antigua y frente a un canal precioso, se encuentra este grupo escultórico, entre el descaro y Jacometti, el equilibrio y la destreza.
EliminarEstaba buscando en los archivos de fotografías y aparecieron las cuatro. Empezaron a parlotear y parlotear y me introduje en la pequeña discusión que se ocasionó. Posteriormente, me indicaron que podía escribir la conversación si omitía ciertos momentos de ella. Así lo hice y esta fue la conversación.
Muchas gracias por tu comentario, Pilar, eres un soporte para poder seguir uniendo palabras.
Un fuerte abrazo, querida Pilar.
Lograste escuchar íntegros sus diálogos. Un gran desafío a la gravedad, la resistencia de materiales...etc, etc. Me encantaron: tus fotos, que encontraste el mejor momento para tomarlas, y que soltaste toda la imaginación para darnos este texto maravilloso, que cuánto he disfrutado.
ResponderEliminarUn abrazo de bronce!
Sí, Sara, oí mucho más pero las esculturas me hicieron prometer que sólo explicaría parte de sus relatos. ¡Ah!, se me ha quedado en el tintero lo más sabroso pero una promesa es una promesa...
EliminarLas esculturas ya le he dicho a Alicia y a Pilar dónde las puedes disfrutar. El texto es su conversación personal.
Un fuerte abrazo de colada ardiente, querida Sara.
De verdad que la obras bien hechas hablan... solo hace falta que confíen en nosotros cuando nos acercamos para escucharles. Eso es algo que he venido a comprobar gracias a María Luisa y a ti. Pues antes yo pensaba que era mi "locurita" jajaja. Me tranquilizan porque, o no estoy chiflada o ya vamos tres en el mismo barco, y más delante nos encontraremos en la misma casita blanca de paredes blancas y batitas blancas con mangas muuuuy largas que se atan por detrás, Gracias, se siente bien no saberme sola, jajaja.
EliminarFuerte abrazo.
Querido Antonio, no me extraña que esas esculturas te hayan inspirado un texto tan encantador ya que son realmente sorprendentes.
ResponderEliminarY no me ha parecido un texto cualquiera de esculturas dialogando sino una verdadera historia de amor y desamor sobre la Creación en el más amplio sentido de la palabra, y en su sentido más artístico. El monólogo psicológico que mantiene esa bella mujer-escultura me ha parecido delicioso y, en mi visión subjetiva de lectora, una metáfora de la incapacidad de amar propia o ajena a la voluntad, al igual que el del nadador.
En cualquier caso, tres preciosas y delicadas historias.
Me ha encantado ver como has hecho latir tres corazones de bronce.
Bellísimo.
Un abrazo enorme, Antonio.
Querida Marisa: touché. ¡Absolutamente touché! ¿Eres brujilla? Creo que sí. Eres de una zona española donde haberlas, haylas.
EliminarPosee tal verosimilitud que si lo hubiese tenido que escribir yo no lo habría hecho mejor. Me ha emocionado. Hablamos.
Un fuerte abrazo y un beso, querida Marisa.
Pecioso texto, amigo Antonio. me ha encantado. Imaginación, arte y ............ bronce, lágrimas de bronce
ResponderEliminarAsí es, Enrique. Las lágrimas de bronce son muy pesadas de formarse y muy pesadas en caer. Para que existan esas lágrimas la presión interna del sistema debe ser demasiado exotérmica, querido amigo.
EliminarUn fuerte abrazo, Enrique.
Preciosísima entrada, sin duda. Un texto con un estilo exquisito. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarBesos, Antonio.
Muchas gracias, Marián. Me he alegrado mucho de que te haya gustado el relato. Vosotros, todos los amigos, me empujáis para que pueda unir unas cuantas palabras, que no escribir. Porque escribir, querida Marián, son palabras mayores para mí.
EliminarUn fuerte abrazo, querida Marián.