lunes, 1 de junio de 2020

MARAVILLAS DEL ARTE FLAMENCO


UNA LARGA FAMILIA DE ARTISTAS

Antonio Campillo Ruiz


    Oleos que han ilustrado proverbios y dichos populares, plasmados sobre sus telas con un estilo realista. Siempre reflexivos, provocadores y de compleja interpretación. Esta inmensa obra, ha aportado a coetáneos y, a quienes la contemplamos actualmente, gran cantidad de contenidos morales. Esta larga familia de artistas, Pieter Brueghel “El viejo”,  Pieter Brueghel “El joven”, Jan Brueghel “El viejo”, Jan Brueghel “El joven”, Jan Peter Brueghel, Abraham Brueghel y Ambrosius Brueghel, crearon un universo pictórico tan especial como atractivo y peculiar. A lo largo del tiempo, de padres a hijos, tanto la técnica como los temas del iniciador de esta pintura peculiar y especial, fue seguida pero con mayor libertad en sus interpretaciones y un mayor protagonismo de la representación de la naturaleza humana y del entorno.


   El género flora, los grandes bodegones y el paisaje han sido temas de una plasticidad que termina con la excepcional representación de excepcional “Alegoría de los cuatro elemento… Agua, tierra, aire y fuego” que, hacia 1645 completó el estilo, poco estudiado por su tardío conocimiento, que reafirma un cambio en la concepción estilista personalizada y lejos de la moralina que predomina en gran parte de las obras de la familia. Un ejemplo lo tenemos en los temas basados en el Génesis y, de entre ellos, “La torre de Babel”, la metáfora del orgullo humano, el intento de construcción de un edificio tan alto como el cielo originando la cólera de un Dios que, para hacer decaer la arrogancia y la presunción humana, lo impidió por medio de la incomunicación, al privar a los hombres de la lengua común.


   La llegada del despiadado Duque de Alba, enviado por el rey de España, Felipe II, a Los Países Bajos con la misión de convertir a los protestantes, por fuerza, al catolicismo, fue la época convulsa, cargada de tensiones religiosas  en la que Brueghel “El Viejo” vivió una etapa decisiva de su vida. Persona muy cultivada y amante de la filosofía estoica, familiarizado con el pensamiento de Erasmo de Róterdam, de Tomás Moro y amigo íntimo de Abraham Ortelius, el cartógrafo que elaboró el primer atlas mundial, distaba mucho de ser un pintor de la corte o un advenedizo que creó un estilo peculiar. Su formación dio comienzo en el afamado taller de Pieter Coecke van Aelst, pintor afamado y con el que Brueghel descubrió a El Bosco. Tal impresión obtuvo de este pintor que durante varios años plasmó sus mismas pinceladas, pasando a ser llamado “El Segundo Bosco”.
 

   El Bosco, con sus pinturas en las que, el conflicto entre el bien y el mal mantenía al mundo en un estado de permanente oscilación, ora hacia lo bueno y la salvación, ora hacia el mal y la perdición, tuvo una relativa influencia en Brueghel “El Viejo”, cuya moralidad era menos estricta y su visión más permisiva e indiferentes hacia la observación y reproducción de la vida real. Sus hijos, bebieron de esta faceta diferenciadora y peculiar del padre, percibiendo y estableciendo una extraordinaria tradición artística que se prolongó durante cuatro generaciones.  


   Mientras que en Italia, Leonardo da Vinci, Tiziano o Miguel Ángel, trataban de plasmar en sus obras una exaltación idealizada de la naturaleza humana y sus posibles virtudes, en Los Países Bajos, los efectos de la Reforma Protestante y las Teorías  Calvinistas, dirigió su atención hacia la Naturaleza que empezó a poseer una importancia que procuró su paso, de un simple elemento de fondo a un referente artístico por derecho propio. Pieter Brueghel “El Viejo”, que viajó a Italia, puso más interés por los elementos artísticos generales que por el humanismo que se traslucía con la novedosa revolución artística del momento. Así, en pleno siglo XVI, surgieron en Amberes, artistas especializados en paisajes. Montañas imaginarias lejanas, frente a fondos elevados, tonos fríos, que, en muchas ocasiones, eran divididos por bandas cromáticas diferentes para crear el efecto de una perspectiva convincente pero poco creíble. En general, son paisajes con un punto de vista muy alto que generan un todo con sensación de inmensidad irreal. Esto provoca  que las figuras humanas parezcan elementos minúsculos en un todo inmenso, expresando su debilidad y limitación humana ante la grandeza exaltada de la creación y los elementos, en un mundo amenazante pero pleno de fascinación y vida.  


   Hacia la mitad del XVI, Amberes ya poseía más de cien mil habitantes entre los que se encontraban gran cantidad de comerciantes, artesanos y artistas, que generaron un ambiente económico de clase media poco convencional, obsesionada con la  búsqueda del secreto de la riqueza y el éxito. Este crecimiento impetuoso, posiblemente, fue lo que motivó a Tomás Moro elegirla  para ambientar el inicio de su “Utopía”. La pintura homenajeaba las aventuras y costumbres de viajeros y mercaderes, convirtiéndose sus relatos en la inspiración de cuadros costumbristas, día a día más apreciados por ricos mercaderes y potentados.


   Entre la burguesía y las clases mercantiles, gozaban de gran popularidad las escenas de la vida campesina. Los estratos sociales más humildes, eran vistos como una metáfora de la existencia humana, en la que se plasmaban placeres sencillos y espontáneos pero también, el vicio y la disipación. Este desenfadado baile de tradiciones y costumbres, representa la libertad frente a las convenciones rígidas de la burguesía, rasgo que se aprecia en muchas de las alusiones sexuales de escenas con personajes campesinos muy humanos.


   La familia Brueghel estaba constituida por artistas que narraron hechos e historias que representaban la realidad y relataban la vida cotidiana. Junto a las pasiones más humildes, captaron una gran explosión de buen humor y  jovialidad, juegos de cortejo y ritos asociados al matrimonio, al igual que las tradiciones transmitidas junto al fuego del hogar o en la celebración de un banquete. Así, Pieter Brueghel “El joven”, no condenaba a la humanidad, en su lugar, la contemplaba con mirada indulgente y participaba de la incomodidad irresistible de lo cotidiano, cuya repercusión, es profundamente humana.

Antonio Campillo Ruiz




1 comentario:

  1. Hola, compañer@ de blog.
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    Maite Sánchez Romero
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