sábado, 13 de marzo de 2010

LOS SANTOS INOCENTES


A MIGUEL DELIBES, GRATO MAESTRO

María Luisa Arnaiz Sánchez
Antonio Campillo Ruiz


[…] hasta que una noche, vencido mayo, se arrimó a los barrotes del tabuco y dijo como de costumbre,
¡uuuuuh!,
pero el Gran Duque no acudió a la llamada, y, entonces, el Azarías se sorprendió e hizo de nuevo.
¡uuuuuh!,
pero el Gran Duque no acudió a la llamada,
¡uuuuuh!,
terco, por tercera vez, pero, dentro del tabuco, ni un ruido, con lo que el Azarías empujó la puerta, prendió el aladino y se encontró al búho engurruñido en un rincón y, al mostrarle la picaza desplumada, el búho ni ademán, y, entonces, el Azarías, dejó la pega en el suelo y se sentó junto a él, le tomó delicadamente por las alas y lo arrimó a su calor, rascándole insistentemente en el entrecejo y diciéndole con ternura,
milana bonita,
mas el pájaro no reaccionaba a los habituales estímulos, con lo cual el Azarías lo depositó sobre la paja, salió y preguntó por el señorito,
la milana está enferma, señorito, te tiene calentura,
le informó,
y el señorito,
¡qué le vamos a hacer, Azarías!, está vieja ya, habrá que buscar un pollo nuevo,
y el Azarías, desolado,
pero es la milana, señorito,
y el señorito, los ojos adormilados,
¡y dime tú, que lo mismo da un pájaro que otro?
y el Azarías , implorante,
¿autoriza el señorito que dé razón al Mago del Almendral? […]
                                  
                                                “LOS SANTOS INOCENTES”
                                                                                                      

   Miguel Delibes concibió la novela Los santos inocentes” en torno a 1963 como una tentativa (malograda durante casi veinte años pues la obra no se publicó hasta 1981) de conciliar escritura poética y denuncia de la pobreza y de la incultura que, por negligencia interesada de los poderosos, degradaba la vida rural en los latifundios.

 
   El presente fragmento, seleccionado para rendir homenaje al maestro, trata el tema de la frustración de un destripaterrones, de un don nadie viejo, al solicitar ayuda para su búho enfermo, el ave que ocupa el centro de su universo emotivo y que le procura la gratificación que no logra con ninguna persona (así lo corroboran tanto los códigos no verbales del comportamiento kinésico y las interacciones proxémicas (“se sentó junto a él, le tomó delicadamente por las alas y lo arrimó a su calor, rascándole insistentemente el entrecejo”), como los verbales (“diciéndole con ternura, milana bonita”), expresiones todas de amor extremado.


  Azarías, quien solamente se redime por medio del leit motif “milana bonita” (porque proclama el vínculo emocional entre los hombres y la naturaleza), el retrasado mental por el que sentimos compasión, queda consternado ante la insensibilidad de su amo y a nosotros, lectores, nos subleva e irrita la actitud prepotente y la conducta inmisericorde de este canalla afortunado.

   La sumisión con la que los “inocentes” de la novela soportan las injusticias hace pensar en el sometimiento de los dominados y en el inmovilismo de los dominadores, siendo la explicación el proceder de la dictadura franquista (la del tiempo externo de la novela), que, con la bendición y aquiescencia de la iglesia católica, protegía a las clases altas. Por tanto, vistas las represalias tomadas por el régimen de Franco, no es de extrañar el silencio y acobardamiento de un desfavorecido ante los abusos y las injusticias de su amo.

   Por ello resulta singular la solución al conflicto planteado. Delibes recurre a la venganza, es decir, al ámbito de las pasiones, no al del compromiso social ni político, y el lector aprecia la justicia poética con que concluye la novela.


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