viernes, 1 de junio de 2012

ICONOGRAFÍA

EL TELAR

Antonio Campillo Ruiz


   El telar producía un sonido acompasado y monótono. La lanzadera corría de un lado a otro empujada por la fuerza de aquellas manos que se adivinaban fuertes, nudosas, secas. Los pies cambiaban rítmicamente la base de miles de hilos multicolores. Con lentitud, martilleando y apretando fuertemente el entretejido, iban apareciendo unos dibujos que explicaban con brevedad acontecimientos pasados y presentes. Aquellas sabias manos expresaban con facilidad las sugerencias que, a través de los vivos colores de una seda pura, teñida con los imborrables tintes obtenidos de las plantas más extrañas del mundo, suave, hilada con esmero y de una perfección homogénea, ilustraban con pulcritud enerdecidas batallas, conmovedoras escenas de amor o importantes hechos sociales.
   La trama era inmensa. El tejido se perdía en el horizonte después de amontonarse con suavidad al final del telar. Se encontraba apoyado en las nubes blancas que cubrían la tierra y formaba una sombra larga y estrecha sobra ella. Su extremo inicial, entrelazado con los rayos de sol, caía por un agujero sobre una inmensa ciudad que cubría toda la tierra.
   Nadie había podido terminar de leer las imágenes que existían en tan enorme iconografía. Conforme llegaba a la tierra, miles y miles de personas, arremolinadas en un desorden irreverente, miraban con interés las imágenes pulcramente elaboradas por el tejedor. Unos llevaban tijeras y cortaban un trozo de seda, otros le prendían fuego y ardía crepitando; algunos trataban de apagar los retazos de historia y conseguían rescatar solo unos dibujos chamuscados, otros intentaban impedir que cortasen partes de las historias pues serían incomprensibles en el futuro. Siempre que lo conseguían, se felicitaban y los censores escapaban por entre las angostas callejuelas.
   El día que el proveedor de hilos de seda encontró al tejedor muerto sobre el telar, la producción se paró. El desconcierto se adueñó de los que esperaban la caída del tejido. El proveedor, turbado, apartó al tejedor y ocupó su lugar en el telar a pesar de no saber tejer. Empujó la lanzadera sin orden y cambió los hilos con los pies. Cuando empezó a llegar a la tierra este nuevo tejido todos expresaron su sorpresa. No se podía entender nada de lo descrito en sus bordados. Miles y miles de personas suspiraron con alivio y marcharon abandonando su espera. El tejido cayó y cayó hasta formar una montaña multicolor que escalan los niños con deleite correteando y jugando por entre sus colores.  
Antonio Campillo Ruiz


8 comentarios:

  1. Um lindo texto. Os teares sempre me encantaram com suas mesclas multicoloridas.
    Um grande beijo querido amigo

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  2. Antonio tu comentario me hizo seguir escribiendo
    gracias

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  3. Y a mí, Gisa. Mirar cómo van apareciendo los colores de los hilos perfectamente entrelazados es como una hipnosis.
    Por otro lado, es tan complejo, tan increíble, que una sencilla máquina pueda ayudar al artista tejedor con su difícil diseño...
    Me encantan los telares y la grandiosa información que se teje con ellos.

    Un fuerte abrazo, querida Gisa.

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  4. Muchas gracias RECOMENZAR. Me alegro de tu agrado.
    Quisiera que pudiese ser mejor pero... no soy escritor. Apenas pensador.

    Un abrazo, querida amiga.

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  5. Pues, ¿sabes qué, amiga MuCha? Me alegro. Poder leerte es un placer además de tu espacio personal de donde siempre aprenderé.

    Un abrazo, querida amiga.

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  6. Nada mas importante que aquello que perdí, amigo Antonio. Un magnífico texto.

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  7. Tu benevolencia es alta, amigo Enrique. A pesar de ello te agradezco y me congratulo de que te haya gustado.
    Y, sí, siempre consideramos lo perdido más importante que lo vivido. Pero, ambos sabemos que no es así.
    Lo vivido es nuestro, lo posible fue fruto de una ilusión que se materializó cuando se transformó en realidad: esa es nuestra vida.

    Un fuerte abrazo, Enrique.

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