sábado, 16 de octubre de 2010

ENRIQUECIMIENTO TORTICERO

FALSIFICACIÓN

María Luisa Arnaiz Sánchez

Retrato de una joven, siglo III. Antikensammlung. Berlín
 
   Santa Catalina de Alejandría, cuyo patronímico proliferó en todas las comunidades cristianas europeas desde la Edad Media, ni existió ni es un caso de sincretismo religioso, sino una falsificación. A raíz de ser estrenada la película de Alejandro Amenábar, “Ágora”, más de uno, sin otro ánimo que el de entretenerse, pudo enterarse desde su butaca de la existencia de Hipatia, una mujer extraordinaria que bajo otro nombre había sido adoptada y manipulada por las iglesias cristianas en interés propio. En 412 el obispo Cirilo, que también llegaría a santo cristiano, fue nombrado patriarca de Alejandría y con él sobrevino una rencorosa y cruel persecución porque enardeció a sus adeptos para que lucharan contra las ideas y creencias que no eran las suyas. En marzo de 415 y con la connivencia de monjes fanáticos unos creyentes se apoderaron de Hipatia y la torturaron haciéndole sajaduras con afiladas conchas hasta que murió; luego quemaron su cuerpo. La descripción del crimen la transmitió Sócrates Escolástico, el historiador laico coetáneo de los hechos, en “Historia ecclesiastica”, mientras que testimonios paganos y cristianos posteriores hacen pensar que Cirilo fue el instigador.

Fotograma de “Ágora”, Alejandro Amenábar
 
   Hipatia, llamada “la más grande”, fue una persona excepcional para su época a causa de ser mujer y de impartir sus enseñanzas a todos cuantos estaban interesados en instruirse en materias humanísticas y científicas sin distinción de credos (por Sinesio de Cirene se llegaron a conocer sus obras pese a que ninguna se haya conservado); la misma razón de excepcionalidad le hace decir a algunos que su asesinato fue un caso aislado. Voltaire afirmó que “A partir de la muerte de Hypatia se terminó la enseñanza del pensamiento de Platón no sólo en Alejandría sino en el resto del Imperio. El interés por las ciencias fue debilitándose y la Historia entró en el oscurantismo. Pudo sobrevivir en Bizancio y poco después empezó de nuevo a florecer en el mundo árabe musulmán”. Engarzaré más adelante mi exposición a través de la literatura árabe con una de las fábulas de “Las mil y una noches”, en concreto con la narración hecha por Sherezade al rey Sahriyar desde la noche número 436 a la 462, cuyo truco consiste, como se sabe, en prolongar los relatos a fin de no morir ya que el sultán, para vengarse de la traición de su legítima esposa, había decidido no tener cónyuge y acostarse todas las noches con una mujer distinta, a la que mandaba matar con la luz del día. Afrontemos ahora a la oscura santa Catalina.

Hipatia, Rafael

   Conforme  dice la tradición, Catalina se presentó ante el emperador,  que había decretado en 310 la adoración de los dioses instituidos, y la conminó a que dejara su fe y abrazara el culto del Sol, negándose ella con toda suerte de argumentos. Sorprendido por la sabiduría con que supo desenvolverse, convocó a los cincuenta sabios más eminentes de Alejandría para que debatieran con ella y, tras ser persuadidos por Catalina y convertidos al cristianismo, el coemperador Maximino Daya ordenó ejecutarlos y a ella le reservó la muerte en una rueda erizada de clavos. Sigue la leyenda diciendo que unos ángeles la enterraron en el monte Sinaí y se la comenzó a venerar como mártir, o sea, como testigo de la fe. Su culto se extendió ampliamente por Europa gracias a los cruzados que trajeron consigo su devoción y, sin embargo, al no existir ningún documento que atestigüe su existencia, se da por seguro que se trata de un personaje ficticio con una función clara: aleccionar a los cristianos y servirles de acicate para que permanezcan fieles en su fe. Bajo este supuesto es venerada no solo en Oriente sino también en Occidente, donde los romanceros bien que se encargaron de difundir su vida. La versión cantada de Joaquín Díaz dice:


Santa Catalina, Caravaggio

En Cádiz hay una niña que Catalina se llama;
su padre era un perro moro, su madre una renegada.
Todos los días de fiesta, su padre la castigaba
que deje la ley de Dios, y siga la ley malvada.
Ella dice que no quiere, que está con Cristo esposada.
Su padre ha mandado hacer una rueda de navajas
y si no sigue su ley, en ella despedazarla.
La rueda ya estaba hecha, Catalina arrodillada.
Ya baja un ángel del cielo con su corona y su palma.
- Sube, sube, Catalina, que el rey del cielo te llama.
- ¿Qué me querrá el rey del cielo que tan aprisa me llama?
- Las cuentas que le he de dar, ya se las tenía dadas.
- Sube, sube, Catalina, que el rey del cielo te llama
a recibir la corona, que la tenías ganada.

Monasterio de santa Catalina en Jebel Musa. Monte Sinaí
 
   Pasando al cuento prometido, se trata de la “Historia de la esclava Tawaddud”, cuya peripecia de forma resumida es:
 
   En Bagdad vivía un hombre muy poderoso y lleno de riquezas al que Dios no le había concedido la descendencia que deseaba. Temiendo que su hacienda y su nombre se perdieran por falta de un varón, hizo  penitencia para que Dios le diera el ansiado heredero. Cuando lo tuvo, recibió por nombre Abu l-Husn, padre de la belleza, y fue educado en todas las artes. A la hora de morir, el padre le dejó toda su fortuna y le dio un consejo: teme a Dios y sigue a aquel que te ayude. El joven dilapidó la herencia y solo le quedó una esclava que era la más bella e increíble encarnación de la hurí jamás soñada: “su cintura era más delgada que el cuerpo de un amante extenuado por la pasión al que el silencio hubiera hecho enfermar y sus nalgas eran más pesadas que dos dunas” dice el texto, entresacando algunos pormenores. Al ver a su amo desacreditado, ella le suplicó que la vendiera al emir de los creyentes por diez mil dinares, exigiéndole que la examinara y que no la entregara por una cantidad menor. Abu l-Husn la condujo ante el emir y se la ofreció. Este le preguntó que cuál era su nombre y ella le contestó que Tawaddud, belleza y sabiduría a una. Entonces él le dijo: ¿qué ciencias sabes?

Tawaddud y Abu l-Husn
 
   Y ella: “La gramática, la poesía, el derecho, la interpretación del Corán, la filología; conozco la música, la ciencia de la partición de herencias, la aritmética, la geometría, la topografía y las antiguas tradiciones; conozco de memoria el magnífico Corán; domino las tradiciones proféticas por estudio y tradición. He estudiado las ciencias exactas, la geometría, la filosofía, la medicina, la lógica, la retórica y la composición; he aprendido de memoria muchos textos científicos, me he preocupado de la poesía y sé tocar el laúd...”. El califa Harun al-Rasid se quedó pasmado y dijo que haría venir a los que pudieran comprobar si era cierto lo que decía saber, en cuyo caso pagaría por ella más de los solicitado. Cuando vinieron todos los sabios, empezó la discusión y pronto tuvieron que reconocer ser unos zotes al lado de la joven. El emir les mandó quitarse los vestidos y abandonar la sala, luego entregó cien mil dinares a Abu l-Husn y le dijo a Tawaddud que le pidiera lo que quisiera y ella le contestó que se la devolviera a su amo, con quien vivió el resto de sus días. Sherezade le dijo al rey que lo que más causó admiración de la joven fue la profundidad de sus conocimientos y el dominio perfecto que tenía de todas las ciencias.

La palabra “laúd” apareció por vez primera en español 
en
 “La doncella Teodor”

   Pues bien, no hace falta cotejar las historias propuestas para darse cuenta de que responden a un mismo episodio con finales diferentes: uno es un hecho histórico, el siguiente una falsificación y el último una fabulación. En la historia auténtica el conflicto se desencadena por la intolerancia de unos creyentes cristianos, en el fraude capcioso por la firmeza en una doctrina y en el escrito literario por el libertinaje del heredero musulmán, pero en todas ellas brilla la consumada sabiduría de una mujer capaz de triunfar en las pruebas a las que es sometida por los más sobresalientes varones, haciéndolos pasar por ignorantes. ¿Quién de las tres existió? Hipatia sin duda. Las otras son sus trasuntos e incluso se convirtieron en otras narraciones, tales como la “Historia de la esclava Tawaddud” en el islam, cuya traducción al latín hizo Pedro Alfonso en el XIII, y “La doncella Teodor” en la cristiandad. Habida cuenta de que lo importante en la pensadora, en la amante del saber, fue la ciencia, el conocimiento y el dominio de técnicas y artes, resulta patético y causa vergüenza comprobar cómo ha sido expuesta  su figura en el mundo cristiano y qué diferente tratamiento le ha sido dado en el mundo musulmán.

Palacio de “Las mil y una noches”
 
   Los cristianos, si es que no trataron de lavar su honor, como siempre son consecuentes con todo lo relacionado con la tortura que conduce directo al paraíso y didácticos a través del miedo para evitar el infierno, no podían menos que usar la vida de Hipatia, víctima de la intolerancia y la misoginia, para desvirtuarla en una santa ad hoc. ¿Hasta cuándo va a esperar la iglesia romana para desvelar todos los cultos paganos de que se valió y transformó?, ¿por qué eran ídolos los dioses de los otros?, ¿por qué reconvertidos para su causa ya no lo son?, ¿por qué se sirve de la ignorancia, como todo lo que desprecia a tenor de lo que combate y predica, con el fin de mantener la primacía frente a otras creencias? Habría que concluir que es una cuestión de interés y que demuestra cómo, manejando los sentimientos de los necesitados de esperanza, gestiona los privilegios en el más allá, y cómo, controlando los ámbitos docentes, castrenses, hospitalarios y los “mass media”, perpetúa su influencia y su poder terrenales. Una institución dogmática y excluyente por naturaleza, lucrativa por derecho, antidemocrática por conveniencia, comprensiva con quienes de entre los suyos delinquen y sustrae a la justicia, etc., es en todo igual a otras que causan horror al conocerlas. Ya que la iglesia de Roma no quiere quitarse la máscara y presentarse a cara descubierta, al menos España tendría que rescindir el Concordato firmado en 1953 con la Santa Sede por ser producto de una dictadura. ¿Quién le pone el cascabel al gato? ¡País!

Biblioteca de Alejandría


2 comentarios:

  1. Lejos de los que muchos piensan, creo que obras como las de Amenábar son más necesarias ahora que nunca.
    Ahora que parecen retornar con tanta fuerza y en tantos flancos, semillas de intransigencia y de integrismo, es necesario que nos demos cuenta de lo relativo que es todo.
    Pregunas, María Luisa, hacia el final, hasta cuándo la iglesia no reconocerá...
    Desde que Benedicto XVI (Raitzenger) dijo en su primer o segundo discurso que la verdad es única, que no hay posibilidad de discusión ni de relativismo (idea que fue muy aplaudida por muchos sesudos cronistas), el camino se ha vuelto a detener.
    Si la humanidad corre peligro, es porque cada día se cortan más puentes de comunicación y de diálago, y se construyen más fortalezas de defensa de una opción.
    Y esto ocurre con el catolicismo, con el Islam, con el capitalismo, con los nacionalismos...
    Quizá hagan falta más fábulas y menos falsificaciones.

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  2. Amando, creo que el sentimiento religioso para muchas personas existe pero Nietzsche decía que la verdad se crea, no se descubre ni se revela, añado yo. Si ante la precariedad de las cosas, alguien necesita consuelo y lo encuentra, debería contentarse, no inventar falsas creencias y pretender que todos se guíen por un solo modelo. Para mí todo es relativo y efímero. Un saludo. Mª Luisa

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