lunes, 11 de abril de 2011

VIRGO CRUDELIS

TURANDOT

María Luisa Arnaiz Sánchez

La noche italiana, Roman Zaslonov

   A la cabeza del teatro simbolista figura Maeterlinck que en 1891 escribió “Las siete princesas”, una breve pieza con este tema: un príncipe regresa junto a sus abuelos y lo reciben en un salón, en cuya escalinata duermen siete princesas. Pregunta por sus primas y la reina señala los escalones. Él solo percibe sombras. Por la noche seis de las jóvenes se despiertan, se desperezan, miran extrañadas a Marcelo. Úrsula permanece inmóvil. La toca. Il est trop tard! Omito la peripecia pero aseguro que la obra, para la que Maurice Denis había diseñado el vestuario que puso de moda la robe princesse”, inexplicablemente no se representó en el Teatro del Arte de Moscú y se exhibió en París solo dos veces en privado con marionetas.

Tomek Setowsk

   En 1196 el poeta persa Nezami retomó en “Haft Peykar” la historia del príncipe Bahram V, hijo del rey sasánida Yazdegerd y de la judía Soshandukht, que lo tuvieron al cabo de veinte años por intercesión de Ahura Mazda. Enviado a Yemen junto al rey Nu’man, se educó al lado de su heredero en Khwarnaq, donde aprendió artes bélicas, lenguas, astrología y filosofía. En una ocasión Bahram traspasó una puerta sellada y penetró en una habitación en cuyas paredes había siete cuadros de jóvenes bellísimas que miraban al de un joven. Al punto se enamoró de Furak, hija de un rajá de la India, Yaghma Naz, hija del Khaqan de los turcos, Nasrin Nush, hija del rey de los eslavos, Naz Pari, hija del rey de Khwarazm, Humay, hija del César romano, Azarbin, hija del rey de Marruecos, y Diroste, una princesa iraní de la Casa de Kay Ka'us.

Bahram y Azadeh, la arpista, XIII
Metropolitan Museum of Art

   A aquella habitación volvía cuando estaba deprimido y fantaseaba acerca de su futuro, pues el cuadro que lo representaba decía en la inscripción que se casaría con todas las princesas. Siendo rey de Persia, envió mensajeros a los países de las bellas y encargó siete palacios que reflejaran simultáneamente el “clima” de sus patrias, el planeta que controlaba sus destinos y el día de la semana en que él las visitaría. Cada vez que iba a uno de ellos, la elegida -especie de Sherezade- le contaba una historia. Un martes, día del planeta rojo, vestido de ese color fue al pabellón rojo. Nasrin Nush, envuelta en una túnica roja y agitando su melena pelirroja, lo recibió y pasaron todo el día juntos. Ella le contó:

Shahnameh  o Libro de los Reyes

   "Había una vez en la lejana Rusia una princesa muy bella. Su padre estaba preocupado porque carecía de heredero varón y pensaba que si su hija le diera un nieto todo se solucionaría. Ella consideró la situación y exigió que le construyeran una fortaleza en un lugar aislado e inexpugnable, dotado de toda suerte de resortes mecánicos en las puertas con el fin de evitar a los intrusos. Una vez que se trasladó allí, mandó pregonar que daría su mano a quien acertara los enigmas que propusiera. Muchos jóvenes de todas partes probaron fortuna y su fracaso les acarreó la muerte. Un príncipe que estaba de paso pensó que para afrontar la prueba no se requería valor sino astucia, de modo que recurrió a un sabio que le dio la clave de los mecanismos de todas las salidas y lo instruyó en adivinanzas. Al poco se casó con la princesa y vivieron felices."

Idealización de Nasrin Nush

   El uno de enero de 1913 se estrenó en Londres “Turandot”, una chinoiserie en tres actos de Karl Vollmoeller. En mayo de 1917 lo hizo en Zúrich la obra homónima de Busoni. Sin embargo, fue la famosa ópera de Puccini, cuyo debut tuvo lugar en La Scala de Milán en 1926 después de la muerte del compositor, la que llegó a alcanzar renombre mundial. La eclosión de este drama es atractiva. Renato Simoni informó al maestro sobre “Turandot” de Carlo Gozzi  y sobre “Turandot, Prinzessin von China”, la adaptación al alemán que de la comedia de Gozzi había hecho Schiller en 1802. Puccini se propuso escribir su propia ópera. 

“Turandot” en Miami, noviembre 2010

  En 1704 Antoine Galland había traducido “Les mille et une nuits” al francés y Pétis de la Croix incluyó en “Les mille et un jours. Contes persans, turcs et chinois”, 1710, “Las siete bellezas”, cuya anécdota es: el sultán Carizme conquista Tartaria y el heredero huye a China, donde se enamora de Turandoct, hija del emperador, que exige la muerte de sus pretendientes si no adivinan los enigmas que propone. Calaf los acierta pero la joven rehúsa casarse y él le plantea que descubra cómo se llama. Para averiguarlo, envía a su esclava, que, enamorada del príncipe, le dice que su ama pretende asesinarlo. Él revela su nombre, Adelmule se suicida y los príncipes se casan. 

Virginia Sterrett

   Carlo Gozzi escribió en 1762 la fiabaTURANDOT variando un poco la historia precedente. Además de crear más personajes como Pantaleone, secretario, Tartaglia, gran canciller, y Truffaldino, jefe de los eunucos, que pese a su comicidad prefiguran a los puccianos Ping, Pang y Pong, caracterizó a la esclava de princesa tártara enamorada de Calaf desde que lo había conocido en la corte de su padre creyéndolo siervo. Adelma detiene a Calaf en su intento de clavarse una daga, aunque no logra que huya con ella, y Turandot la libera. 

Virginia Sterrett

   Nezami había imaginado siete princesas bajo siete cúpulas, símbolos de las tierras y del sistema planetario zoroástrico-islámico respectivamente, para representar la armonía del universo y la afinidad entre lo sagrado y lo profano. De sábado a viernes Bahram recorría del negro al blanco en sus visitas y pasaba de lo numinoso a la iluminación, luego “The seven beauties” servía para que el rey se transformara gracias a la sabiduría de las mujeres. Al salir del palacio blanco, era “novruz”, Año Nuevo, como en Azerbaiyán, donde nació Nezami cuando pertenecía al imperio persa.

Virginia Sterrett

   De todo lo expuesto es evidente que el relato incrustado en “Haft Peykar” fue el origen de la ópera inconclusa de Giacomo Puccini. El día que se estrenó Arturo Toscanini detuvo a la orquesta en la escena de la muerte de Liù y se dirigió al público diciendo “Aquí se acaba la ópera del maestro, en esta página murió”. Sin embargo, he de decir que, de la misma manera que Antoine Galland expurgó su traducción de sucesos sangrientos y de los numerosos adulterios inconvenientes para la moral de su época, la obra de Nezami fue occidentalizada en su interpretación. 

Vestido de Montserrat Caballé en “Turandot”, 1981

    La ópera de Puccini comienza presentando el conflicto: “Pueblo de Pekín…Turandot…será esposa de aquel de sangre real que resuelva los tres enigmas que ella propondrá…quien afronte la prueba y sea vencido…¡ofrecerá al hacha su soberbia cabeza!”. El hijo del destronado rey de Timur los resuelve pero Turandot se niega a ser dada en calidad de “esclava muerta de vergüenza” y él le propone adivinar su nombre a cambio de morir. La emblemática aria “Nessum dorma” abre el tercer acto, en el que Liù se suicida sin traicionar a Calaf y este, increpando a Turandot, revela su nombre. La ópera termina con una pirueta epifánica: la princesa pronuncia “Su nombre es…Amor”.

 “Turandot” en Verona, agosto 2010

   “Das Rätsel” titularon los hermanos Grimm a primeros del XIX el cuento traducido en español como “El acertijo”: “Después de vagar mucho tiempo sin rumbo fijo, llegaron a una ciudad donde residía una orgullosa princesa, hija del Rey, que había mandado pregonar su decisión de casarse con el hombre que fuera capaz de plantearle un acertijo que ella no supiera descifrar, con la condición de que, si lo adivinaba, el pretendiente sería decapitado…
   Luego la historia pasó durante algo más de ochocientos años de un persa a un francés, a un italiano, a unos alemanes, a un italiano, a un belga y a otro italiano. La oralidad ha perdurado.

Vladimir Olenberg


5 comentarios:

  1. Una simbiosis literaria y musical perfecta, con unas aportaciones pictóricas excelentemente elegidas.
    La ópera no es una de mis debilidades, a pesar de numerosos esfuerzos, pero he disfrutado muchísimo recordando todo el legado cuentístico árabe y persa que, sin duda, es el germen de casi toda la literatura posterior, especialmente la de la Edad media y Romanticismo.

    Gracias por esta entrada tan hermosa, MªLuisa.
    Un abrazo.

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  2. Siempre me han atraído las coincidencias y poder rastrearlas. Aunque premeditadas, qué gozada descubrirlas. Hasta otra, Marisa.

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  3. Vaya labor de investigación, un trabajo exquisito y minucioso.
    Poder ratrear como comentas en las coincidencias resulta apasionante.
    Nunca imaginé los órigenes o la semejanza de Turandot con Nezami.

    Delicosas imágenes también, en fin, un lujazo amigos.

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  4. Si el asombro acompañara la mirada adulta, nuestros sentidos estarían más alerta, ¿no te parece? Lo reafirmo conociendo tus publicaciones.

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  5. Brillante, muchísimas gracias!!

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