SENTIR POR PRIMERA VEZ
Antonio Campillo Ruiz
Oksana
Zhelisko
Oía sin escuchar la voz de su amiga.
Casi todos los días se encontraban y tomaban cualquier bebida en el recogido y
tranquilo café de la plaza. Pensó que hoy no era día para comentar las
intrascendencias de lo cotidiano. No escuchaba nada, ni de su amiga ni del
entorno. Pensaba obsesivamente que no podía hablar con nadie de lo que había
sucedido la noche anterior. ¿Cómo iba a entender su amiga que había leído un
relato excitante? Imposible. Diría que era erótico pero pensaría que era
pornográfico y, a estas alturas, ellas, con una acomodada vida y un entorno
familiar como es debido, sin excesivas ataduras, ¿cómo podían osar leer
y, sobre todo, sentir con esas lecturas? Nunca comprendería su alborotado
acaloramiento por algo “tan intrascendente y de mal gusto”. Seguían hablando a
su alrededor, y en ese momento, creyó entender que su amiga comentaba las
peripecias de alguien que había realizado un viaje. Bueno, los viajes…, eran
temas para criticar a amigos y enemigos. Lo peor de ellos es que siempre terminan.
Nunca se visita todo lo que “era natural” ser valorado por los demás. Siempre
te decía alguien, “¡ah! pues yo también estuve allí y… ¿viste tal o cual
cosa?”, para, cuando dijeses que no, inmediatamente, como harpías, te
recriminaran haberte perdido “lo mejor del viaje, lo más atractivo, lo más
maravilloso…” En fin, no le interesaban nada los cuentos de su amiga. Sólo
pensaba en lo impresionada, y no arrepentida, de lo sucedido la noche anterior,
al entender, por primera vez, que puede sentirse una conmoción tan fuerte
cuando se lee un texto, sea cual sea su temática, argumento o lo que quiera
llamarse, que casi estaba asustada de ella misma. No podía contar su
experiencia. Era de ella, y estaba segura que ni podría explicar lo que sintió,
su excitación, su afán por acabar de leer, por beber con fruición el pequeño
chorro de palabras muy bien ordenadas. Anoche, bebiendo y bebiendo palabras,
una especie de mareo, una borrachera, se apoderó de su mente y no la dejó
dormir hasta la madrugada. Cuando trajeron el servicio que habían pedido, su
amiga estaba contando lo que había sucedido con su último trabajo. Asintió
levemente con la cabeza y echó en la taza el sobrecito de azúcar. Con la mirada
extraviada, movió y removió sin descanso el fondo de la taza y sintió un
escalofrío. Recordó otra vez la copa de palabras de la página veintisiete.
Nunca se le olvidaría. ¿Será así la fusión amor y erotismo? Jamás había bebido
un néctar tan sereno como impetuoso, tan delicioso como etéreo, tan asombroso
como mágico. Y, ahora, cuando su mente se había extasiado sin compartir su
arrebato con su cuerpo, ahora, debía guardar su frenesí apasionado para ella,
sólo para ella.
Antonio Campillo Ruiz
Y es que hay cositas muy importantes para una que no se pueden compartir jejeje,sería...¡ la hecatombe! Las mújeres somos más hipócritas que los hombres,hablamos de todo menos de los juguetitos que tenemos para masturbarnos o del orgasmo que tuvimos anoche, :)
ResponderEliminarEscribes de maravilla.
Un fuerte abrazo, querido Antonio.
Querida Ohma, no sabes lo que respeto esta discreción y pundonor a la que nos someten dichos y diretes de una sociedad que no asimila, ni con un martillazo, que el sexo se llama sexo porque es sexo.
EliminarMe ha encantado tu soltura y naturalidad. La verdad probable, esa verdad que es como dices pero que, aún no siendo como dices, se piensa de esta forma.
Pero lo que más me ha agradado y, como siempre, enrojecido un poco es tu piropo. Gracias.
Un fuerte abrazo, querida Ohma.
Muy bueno Antonio. Sigo pensando que con estos últimos relatos se podría ir pergeñando una novela. Puede que las mujeres de mi generación todavia guardemos algo de hipocresía en lo más recóndito, pero las chicas jóvenes...ni un gramo. He asistido a alguna de las conversaciones de mi hija con sus amigas (no de extrajis, me han admitido) y casi se me ha dislocado la mandíbula de tanto que abrí la boca. No me podía creer que pudiesen hablar de esas cosas tan personales como yo hablo del tiempo. No sé qué extremo es el mejor, tal vez el término medio entre la hipocresía y la excesiva sinceridad. Un abrazo Antonio
ResponderEliminarGracias Mabel. Hablamos. Pues debes de tener razón. Con la evolución de la sociedad y la naturaalidad con la que se comentan aspectos del sexo, no me extraña que se hable de él y sus consecuencias casi banalizándolo. Pero todavía quedamos muchas personas que hemos sido aporreadas por el látigo de quien ha tratado de emitir juicios imprecisos y represivos sobre el sexo. Creo que su deformante educación ha conducido a pensamientos como los reflejados.
EliminarUn fuerte abrazo, querida Mabel.
Pues desde mi forma de pensar, de varón, creía que las mujeres en esos temas eran incapaces de guardarse sus íntimos secretos, y que siempre los compartían con aquella amiga de siempre. Por el contrario los hombres, y algunos muy especialmente, que no son creíbles porque aun en confidencia, somos dados a quedar siempre como triunfadores, y mas ante los conocidos, nunca comentaríamos un "gatillazo" por ejemplo, que cuestionase nuestra hombría.
ResponderEliminarPosiblemente, es cierto lo que expresas de los hombres, amigo Marcos. En confidencias, las mujeres, a veces, mienten más que hablan. Y que conste que no es un reproche, es un hecho derivado del adoctrinamiento y, posiblemente, del pundonor de expresar lo que supone hablar de sus intimidades que, por cierto, atañe a otras personas que deben ser "defendidas" o "alabadas" en función de aspectos que no son relevantes para el tema estrella: el sexo.
EliminarUn fuerte abrazo, amigo Marcos.
No haces mas que sigamos enamorándonos de tu vicioso y sutil forma de escribir, amigo Antonio. Resalto el último párrafo: "¿Será así la fusión amor y erotismo? Jamás había bebido un néctar tan sereno como impetuoso, tan delicioso como etéreo, tan asombroso como mágico. Y, ahora, cuando su mente se había extasiado sin compartir su arrebato con su cuerpo, ahora, debía guardar su frenesí apasionado para ella, sólo para ella"
ResponderEliminarEnrique, ambos dos estamos enamorados de lo que somos capaces de escribir sin pensar. ¡Cuanto hemos vivido, Enrique! Y lo más importante, ¡con qué pasión lo hemos hecho! Fijarnos en los pensamientos de una mujer y casi, sólo casi, poder desentrañar algún pequeño aspecto de ese potente castillo amurallado ha sido meta y casi siempre fracaso, de nuestros desvelos.
EliminarEntenderlas y amarlas ha sido lo mejor de nuestras vidas.
Un fuerte abrazo, querido amigo Enrique.
Ojo, amigo Antonio, el Blog, al arrancar, se engancha y cuesta mucho abrirlo. No es mi caso, voy con Banda Ancha máxima, pero con conexiones de 10/12 Megas, les será muy difícil.
ResponderEliminarEs el maleficio de algunas mujeres por hablar de ellas.
EliminarBien, Enrique. Lo he probado en varios ordenadores diferentes y de distinta capacidad de entrada, No he notado nada porque, como bien sabes, estamos sujetos a los designios que quieren quienes "nos prestan su espacio". La verdad es que no sé qué hacer o como comprobar si funciona bien. Trataré de preguntar a los amigos como les va. He pensado que si estoy "trajinando en él" cuando se trata de entrar puede ser que se frene y enganche la conexión.
Enrique, ¡que soy un inútil para los electrones, a mí que me gusta tanto jugar con ellos!
Muchas gracias, Enrique. Lo vigilaré.
Sigues escuchando charlas de cafe? Me tienes que dar la direccion del antro, porque son muy interesantes. Y las trasfieres con agilidad y elegancia. Un abrazo
ResponderEliminarDe acuerdo, Mariano, pero para llevarte al antro primero tengo que tener los permisos, con póliza de a cinco, de determinada persona. En caso contrario me echarán a los leones por pervertido que visito un lugar al que van tantas chicas guapas y con ideas en sus cabezas.
EliminarUn abrazo, Mariano.
Hay experiencias gozosas que pierden toda su fascinación al ser contadas. Hace bien nuestra protagonista de guardarla sólo para ella. Excelente texto, querido amigo.
ResponderEliminarCreo que son más gozosas cuanto más dentro las llevamos y más placer han producido, Isabel. <si, parece que este monólogo introspectivo, captada en un momento especial de esta mujer, lo tenéis muchas mujeres.
EliminarUn fuerte abrazo, querida Isabel.
Olá Antonio.
ResponderEliminarPassei pra ver as novidades e matar a saudade,
Gostei imenso do seu texto.Parabéns!
Abraço !
¡Querida Smareis! ¿Cómo estás? Me he alegrado muchísimo de que hayas escrito este comentario aunque me sonrojas con él. En tu última publicación, "Jóias raras e preciosas...", he apreciado que se pueden incluir comentarios. Te he leído con constancia y ahora mismo te voy a enlazar para seguirte mejor.
EliminarEncantado dee volver a encontrarnos.
Un fuerte abrazo, querida Samreis.
Hay veces que las cosas que sentimos necesitamos guardarlas solo para nosotros, sin compartirlas. Besos
ResponderEliminar¿A que se disfrutan más, Alicia? En cualquier caso tampoco está bien disfrutarlas una sola. Si se tiene "una confidencia" y quien la escucha también disfruta de ella es más agradable ¿no?
EliminarDigamos, como siempre, que en el término medio ese encuentra el plñacer.
Un fuerte abrazo, querida Alicia.
`Pienso que el pudor a estas cosas de la protagonista, y a muchas en la vida, hace perderse algo natural.
ResponderEliminarSi alguien se enciende, es una reacción corporal, una simbiosis de cuerpo y mente de la que no debiéramos avergonzarnos.
Eso si como a la protagonista yo me lo callaría, esta sociedad solo esta para juzgar y los juzgados si no son fuertes verían sus reacciones antinaturales...cuando no lo son.
El día que escriba una novela ESTARÉ LA PRIMERA HACIENDO COLA.
Besos amigo.
Gran conocedor de la mujer. Que bien escrito. Estoy poniéndome al corriente con tus entradas, como viste, no estuve leyendo estos días.
ResponderEliminarUn gran abrazo.