jueves, 31 de enero de 2019

LA LARGA BÚSQUEDA


YO, MI, ME, CONMIGO

Antonio Campillo Ruiz


   Y así, con el devenir del tiempo se fueron formando grupos diferenciados que ocuparon todas las partes del espacio en el que vivían. Los lugares que habitaban y las peculiaridades propias de la especie, determinaron características fisiológicas y emocionales que les separaron entre sí notablemente. Se crearon nombres para denominar a los grupos y los más usuales fueron “tribu”, “sociedad”, “civilización”, etc. La comunicación oral y escrita también era un atributo distintivo de cada uno de los grupos que, día a día, fueron perfeccionando. Sin embargo, en un principio, en sus lenguas y escritura no existía el singular de un adjetivo que determinaba su grado de unión: nuestro. En una ocasión, por cualquier tipo de necesidad física o emotiva, un componente de alguno de los grupos desmenuzó y pulió este adjetivo y concluyó que era necesario el singular, con el único objetivo de concretar su significado. Inventó, pues, las expresiones: mío, tuyo, suyo. Había nacido la posesión personal.


   La posesión fue creciendo muy lentamente e incluso, algunos no la podían alcanzar. Fue el tiempo y los cambios en el seno de los grupos seguidores del nuevo invento, quienes determinaron el crecimiento exponencial del uso de este singular como rasgo e idiosincrasia de todos y cada uno de quienes podían utilizarlo, quedando atrapados en él por siempre. La posesión, satisfecha por el descubrimiento de su inventor, fue haciéndose más fuerte, incluso entre quienes no podían utilizarla de forma material. Tuvo que desarrollar la potestad de crecer en el seno de la emotividad porque ésta no es privativa de elementos independientes del grupo, puede ser utilizada por todos. Consciente de lo que ocurría, la posesión aprovechó la oportunidad para ampliar y ampliar, cada vez con mayor ahínco, la utilización de los singulares que la habían convertido en una de las razones de existencia más preciados de los diferentes grupos, tribus, sociedades, civilizaciones, etc. Hoy, es una inmensa multinacional que motiva, dirige y manipula a casi todos los elementos individuales que existen en el espacio donde han evolucionado y crecido. Así, de ella han nacido tantas acepciones, materiales y emocionales que la especie inventora, a veces, se asombra de su poder. Un poder que ha alcanzado un retroceso evolutivo de la pertenencia física y emotiva de unos por otros por medio de los paradigmas más importantes de la posesión, el intercambio, el dinero.


   A pesar de todo lo expuesto, los integrantes de muchos grupos tratan por todos los medios de poseer, de acaparar aunque sea la parte que es libre de poder ser poseída, la razón, el amor, la imagen o cualesquiera otra forma de posesión que no implique intercambio de disfrutes personales materiales que no se poseen. Este es el aspecto más inverosímil de la actuación de la especie, ¿cómo se puede alcanzar tal grado de miseria racional? Bien, no es difícil de comprender: sin normas éticas que deben ser asimiladas y admitidas, previamente, a la acción que se llevará a efecto. La posesión, mientras, se encuentra feliz con su poder, su horadada especie como si de carcoma se tratase, enriqueciéndose de la flexible resistencia a su acción, admitida hasta en los más complejos sentimientos y amodorradas esencias emotivas.


   Posesión, creo que es hora de admitir tu deshonra y admitir la plena libertad personal y grupal de todos los componentes de una especie que se diferencia de las demás en la creencia de su unicidad, por admitir la pluralidad y favorecerla. El acaparamiento material o emocional siempre es perjudicial. La materia posee fecha de caducidad y las emociones no son transferibles ni obligatorias. La paz del espíritu debe ser la dueña absoluta de reacciones que, positiva o negativamente, cada elemento personal debe gestionar, en beneficio de dos o más componentes, que poseen origen y fin en un todo siempre unido, jamás individualizado.

Antonio Campillo Ruiz         




2 comentarios:

  1. Maestro, que gran reflexión sobre la miseria de nuestra irrefrenable ansia de posesión! Un abrazo bloguero.

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  2. Me alegra mucho, Antonio, que hayas abierto de nuevo la puerta de tu Blog algo abandonado ultimamente. Nos tenías un poco huérfanos.
    Vuelves combativo, reivindicativo. Con esa visión racionalista escéptica, con ese escepticismo racional que suele acompañarte.
    Hay mucha razón en parte de tu análisis, pero, no puedo compartir contigo esa visión global del ego/ismo humano. Sin duda existe el altruismo,la generosidad, la empatía...
    Ante cierta tendencia al catastrofismo hay una frase que me parece muy acertada. "Oímos el ruído que hace un árbol al caer pero no oímos cómo crece un bosque"
    Un abrazo lleno de altruismo y de cariño.

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