María Luisa Arnaiz Sánchez
¡Cuál la descañonan!, Goya. Capricho nº 21
1. Los jueces hacen capa a los escribanos y alguaciles para que roben a las mujeres públicas impunemente.
2. También las pollas encuentran milanos que las despluman y aun por eso se dijo aquello de: “Donde las dan, las toman”.
Otra escena que prolonga el tema de las dos precedentes porque, con la protección de un juez, dos representantes de la justicia, un escribano y un alguacil con cara y uñas de perro, despluman a una puta, caracterizada como ave con cara de mujer. El despropósito es parecido al que les sucedía a los hombres en las láminas anteriores aunque en esta hay algo inquietante: el ensañamiento de la Justicia con las que satisfacen sexualmente a quienes las buscan. En “El arte de las putas” Nicolás Fernández de Moratín escribe que los alguaciles acosaban a las rameras “no con deseos de extinguir lo malo, pues comen con sus delitos”. O sea, la extorsión se protegía.
¡Pobrecitas!, Goya. Capricho nº 22
1. Las rameras pobres van a la cárcel; las de rumbo adonde les da la gana.
2. Vayan a coser las descosidas. Recójanlas, que bastante anduvieron sueltas.
Como se ve, Goya no era hipócrita ante el tema de la prostitución (incluso se retrató en la lámina número diecinueve presumiblemente porque acudía a las putas), de manera que solo ofrece una realidad tolerada en las sociedades de todos los tiempos. Lo que critica es la diferente vara de medir con que se juzga a las pobres, que aquí son conducidas al penal de San Fernando (Cádiz), donde el 14 de julio de 1816 murió Francisco de Miranda, el general que, inspirándose en Colón, concibió la gran Colombia.
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